Buenas,
Y otro
rolato más de la campaña de Symbaroum con Savage Worlds, comienzo, por así
decirlo, de la “Temporada 2”. Y para comenzar esta segunda temporada (cerrados
ya bastantes hilos en las últimas de la anterior temporada), una aventura
cortita (5 horas jugamos) y personal, basada únicamente en el trasfondo de dos
de los personajes.
El “rolato” le
toca hacerlo a Óscar, y lo hace desde el punto de vista de su personaje Angar
de Styrkia, y desde el de Dakeyras llegado cierto punto.
Me encantan
estas aventuras con pocos jugadores y sobre temas del trasfondo de los mismos,
porque ayuda mucho a explorarlos (historial, motivaciones, relaciones entre
ellos, etc.). Bueno os dejo con la lóbrega aventura que les aconteció a estos
dos en la ciudad de Kurun, Ciudad de las Siete Calles.
... ... ...
PRÓLOGO
“Hay en nuestras sociedades enemigos muy espantosos, a saber:
la especulación, el agio, la metalización del hombre culto, el negocio;
pero sobre éstos descuella un monstruo que a la callada destroza más que
ninguno:
es la codicia del aldeano”
... ... ...
ANGAR
Qué
magnifico animal, propio de un gran caballero, pero no sirve parecerlo, sino
demostrarlo con hechos, pocas horas me separan de mi objetivo, pronto
encontraré la espada del Conde Johannes, el mandoble de mi abuelo.
Un sonido de
cascos me pone en alerta, la figura de un hombre encapuchado hace presencia
detrás de mí.
–Dakeyras,
¿eres tú? La providencia guía nuestros pasos y nos hace compartir camino, me
dirijo a Kurun ¿y vos?
–A las
buenas de Prios Angar, casualmente negocios guían mis pasos hacia allí, si no
tiene inconveniente compartiremos camino, mi arco le será útil en el camino
igual que su espada me servirá a mí, si le parece bien.
Y por la
casualidad o por la providencia de Prios, dos comparten el camino Dakeyras me
pide desviarse del camino, será poco tiempo, pues tiene asuntos que
solucionar en la comarca donde se encuentra la aldea de Arruga, me da la
impresión de que por alguna razón Dakeyras no gusta de dejarse ver, parece como
que oculta algo, pero no me ha dado motivos aun para desconfiar de él. Llegamos
Arruga a una humilde posada, como me comentó Dakeyras se puso manos a la obra
con sus negocios que al parecer comparte con el tabernero, el asunto trata de
vender unas tierras que tiene en propiedad y pretende sacar un buen dinero por
ellas, me pareció lícito y que no tenía nada que esconder.
Calentamos
nuestros estómagos con unas humildes pero sabrosas salchichas, y probamos una
sidra local que no estaba del todo mal, no fue una mala noche. Dormimos a resguardo
en la vieja granja propiedad de mí compañero. Sucia y polvorienta, pero cómoda.
Al día
siguiente partimos con premura y nos pusimos rumbo a Kurun la ciudad de las Siete
Calles. Al llegar tuvimos que descabalgar pues el tumulto de gentes era enorme,
una voz se alzaba sobre todo el bullicio, era una voz seria, fuerte, y tajante.
Estábamos
siendo testigos de un ajusticiamiento. En una de las plazas se había construido
un patíbulo, en el arrodillados con las cabezas en tocones había tres personas,
una vieja, un hombre de mediana edad y un joven de unos 18 años. Además, sobre
el patíbulo, estaban el Manto Negro Nicomo Lanseli y su verdugo, Argolai. El
Manto Negro estaba relatando los pecados de los tres ajusticiados: pactos con las
fuerzas corruptas, hechicería, demonología y otras vilezas. Abajo, entre todo
el gentío, se podía ver a una comitiva de guardias que controlaban al
populacho. De los tres ajusticiados, solo la vieja parece estar calmada y
tranquila, el hombre de mediana edad lloraba y vomitaba y el muchacho no hacía
más que gritar que era inocente y, tardíamente, renegaba de falsos dioses y
solo decía “creer en Prios”.
Una tras
otra las cabezas de los condenados rodaron por el suelo, hasta que el arma del
verdugo se alzó para dar el golpe de gracia al joven imberbe y fue en ese
preciso instante cuando otra voz se elevó sobre las demás... -¡Nicomo Lanseli! ¡Mantonegro
Nicomo! ¡Pare esto un momento!
El verdugo detuvo
su golpe mortal, y se quedó mirando al Mantonegro. –Disculpe mi atrevimiento,
no sé si me recordara, ya nos conocíamos, y me pregunto si no hay cabida para
el perdón para una joven alma que se arrepiente de una equivocación- era
Dakeyras el que había hablado interrumpiendo la ejecución. -Si, me acuerdo de ti,
pero yo soy quien erradica la corrupción allí donde reside, y ya he tomado una
decisión- contestó el inquisidor.
Al ver el
ímpetu de Dakeyras por salvar al joven del ajusticiamiento, y la negativa por
parte del Mantonegro, que si soy sincero no me terminaba de dar buena espina,
un verdadero siervo de Prios ha de asegurarse antes de actuar y quitar una
vida, intervine, y no sé si fue por mis palabra, o las de Dakeyras pero el
populacho se puso de nuestro lado exigiendo y aplaudiendo ante una nueva
oportunidad para el joven reo. El Mantonegro no tuvo otra opción que conmutar
la pena y liberar al joven bajo juramento de solo adorar a Prios y abandonar
falsos ídolos, mantenerle vigilado, so pena de volver con sus huesos al
cadalso.
El bullicio
del populacho fue inmenso, mi corazón se enorgullecía de un acto tan noble
llevado a gran puerto.
Nos
despedimos de Nicomo con gran respeto, y la promesa de compartir unos vinos.
Quedaban
pocas horas para que el sol se escondiera, Dakeyras estaba interesado en el
mercado de la población, pero tendríamos que esperar hasta la mañana siguiente,
que según nos comentó una vecina, era día de mercado.
Buscamos un
alojamiento, la posada El León Rampante nada demasiado lujosa pero tampoco un
cuchitril, no como el lugar donde había quedado con mi contacto. Cuando
pregunté por la taberna La Rata Gris, el posadero me miró de arriba abajo y
supuso que me importaba su opinión, decidió aconsejarme que no me acercara a
ese antro ni a la barriada en la que se encontraba a no ser que buscase
problemas, Dakeyras me sonrió y se ofreció a servirme de escolta entre las
sombras.
Mi contacto
era un tal Vaglio, en una posada de mala muerte “La Rata Gris” por un par de
táleros me contó que una tal Giskay sabía algo de la espada, o al menos presumía
de ello, “se la puede encontrar en el Borracho del Río, una taberna que al
parecer tiene gran afluencia de personas distinguidas” me dijo. No me impuse de
una forma tajante y esto hizo que Dakeyras me preguntara por qué no utilicé mi
influencia y estatus de noble cuna, le confesé que, aunque de noble cuna no dispongo
del favor de mi padre y no me gustaría arrastrar su apellido por lugares como La
Rata Gris.
La noche estaba
ya muy avanzada y decidimos volver a descansar, había sido un día ajetreado y el
camino había sido largo, mañana iríamos al mercado y por la noche veríamos a la
enigmática mujer en “El Borracho del Río”.
Con la
fresca, nos levantamos, desayunamos algo ligero y nos pusimos en camino, pues
no habíamos venido a Kurun a descansar. Acompañé a Dakeyras al mercado, estaba
obsesionado por encontrar a un par de mujeres acompañadas por una niña y un
bebé, al principio Dakeyras era reacio a contarme quienes eran, pero tras buscar
y buscar, me confesó de que se trataba de su mujer y de su hija, acompañadas
por una amiga con su bebé, por lo que entendí estaban en peligro. Tan
concentrado estaba en la búsqueda que deje que me sobresaltasen las palabras de
una voz conocida...
-Angar...
¡Qué sorpresa!, te hacía en Fuerte Espina... hijo mío.- El resto de la
comitiva se acercó, entre todos eran como doce personas (dos de ellos esclavos
trasgos con la boca cosida -costumbre de mí padre-, seis guardias y dos
siervos), los otros dos eran el Conde de Styrkia, mí padre, y abriéndose paso
apareció un hombre con aspecto oscuro, peligroso, pero ropas nobles y lujosas.
-Hijo
mío, permíteme presentarte al Barón Maximiliam de Yndaros, con su nobleza y sus
tierras recién adquiridas, en parte gracias a mí apoyo, para, así, contar con
el suyo en la capital, donde es un tipo con habilidades muy... socorridas.
Maximiliam, permíteme presentarte a mí hijo, me gustaría decir que mí mayor
orgullo, pero en realidad, mí mayor vergüenza...-
Tras un silencio
incómodo, Maximilian me saludó y se quedó mirando con altivez a Dakeyras que ya
había dado dos pasos atrás y tensado el arco, los soldados de mí padre le rodearon
y le ordenaron que tirase el arma, reconocí esa voz, era el capitán de la
guardia privada de mi padre, “Dakeyras por Prios desiste de esta locura o te
quedaras sin manos para poder tensar de nuevo tu arco”, Dakeyras desistió en su
empresa autodestructiva, y al saludarme el conde añadió: -¿Os conocéis?
bueno, pero que pequeña es Ambria.
Me arrodillé
ante mí padre, le expliqué que estaba aquí por asuntos de gran importancia,
pero con su indiferencia y bajo su severa mirada prácticamente hizo caso omiso
a mis palabras. Pareciera que lo único que le motiva a hablar conmigo es
humillarme en público, al menos se dignó a invitarme a cenar para ponernos al día,
cosa que acepté sin dudar.
Algo más
tarde y esperanzado, me dirigí junto a mi improvisado guardaespaldas a “El
Borracho del Río”, Vaglio no mentía, el establecimiento estaba abarrotado, y
los parroquianos ostentaban un estatus superior a la media de las gentes
comunes con las que hasta ahora habíamos tratado, me dirigí directo hacia la
tabernera, una mujer ya entrada en la cuarentena, ella y su marido llevaban el
local y como es evidente de una forma activa y eficaz. La mujer se dirigió a mí
para preguntarme que deseaba, pedí una botella de su mejor caldo, y con le vino
en la mano le pregunté por la mujer que respondía por el nombre de Giskay, ya
que por mi inexperiencia en tratar con tipos como Vaglio tan solo saque su
nombre y donde podría encontrarla, pero de hecho desconocía su aspecto físico. Por
lo que a mí respecta podría ser esta hermosa tabernera la mismísima Giskay y no
saberlo. La tabernera me indicó un reservado de la planta superior y hacia allí
nos encaminamos Dakeyras y yo.
Tras dar un
par de golpes en la puerta, la voz de una mujer surgió para autorizarnos a
entrar en la estancia, prácticamente sin iluminación, estaría prácticamente a
ciegas si no fuera por el don que mi maldición de trocalengo me concede, vi a
esa mujer pálida como la luna, sus ojos extraños, ojos de un brillo malicioso,
con una esclerótica negra como la noche, y un iris de un refulgente amarillo,
con un cierto toque serpentino.
-Adelante,
adelante. ¿Qué motivos os traen a mi presencia?
-Vaglio me
prometió que usted tiene información sobre el paradero de una antigua arma que
pertenece a mi familia, a la casa Styrkia, mi nombre es Angar y soy el nieto de
Johannes de Styrkia el último portador de Stotandust.
-Eso tiene
un precio... Diez táleros, que no son nada para el heredero de tan magnífica
casa... Pero antes de negociar, ¿queréis aliviados la sed?
Giskay sacó
copas para tres, derramó en una de ellas un líquido rojo carmesí, espeso,
demasiado espeso para ser vino...
-Traigo un
obsequio una botella de un vino excelente, si quiere degustarlo, por mi parte
beberé de este si no le resulta una ofensa, Dakeyras tu ¿Qué opinas?
Giskay
olfateo levemente, con un gesto marcado, pareciéndome su nariz respingona más
un hocico -Dakeyras creo que este manjar que yo te ofrezco no te es desconocido,
y creo que es de tu gusto...
Mi cara
debió ser un poema, perpleja cuando vi a mi compañero aceptar una copa de lo
que, estoy casi seguro, que se trataba de sangre, y más aún cuando creo que él
también conocía de lo que se trataba, y de que lo que nos ofrecía no era
vino... aun algo sorprendido y contrito, Dakeyras aceptó con un leve
asentimiento, y bebió de su copa el espeso néctar. Para cambiar de tema retome
lo que me había traído aquí:
-No dispongo
de tal cantidad ahora- Era cierto, pues mis ahorros habían menguado entre
comprar caballo, provisiones, posadas y comidas...
-Te daría la
información sin que me dieras tálero alguno, pero me deberías un favor, y
siendo un caballero estarías obligado a cumplir tu palabra- la oferta estaba
sobre la mesa.
-Te ofrezco
seis táleros son todo lo que llevo, una pequeña fortuna- mí contraoferta
también.
-Acepto las
monedas si las acompañas de un par de tus bellos cabellos blancos que brillan a
la luz de la luna. Seis táleros y dos cabellos largos que yo misma te quitaré.
Tras unos
momentos de reflexión acepté el trato, no sin estar crispado por el hecho de
pedirme cabellos, ¿para qué quería este ser claramente ya no humano mis
cabellos? Las dudas me seguirán asaltando una temporada hasta que logre comprenderlo
o lo olvide...
Al menos
este ser bebedor de sangre cumplió su palabra, el mandoble estaba en poder de
un cazador de monstruos, que al parecer se a granjeado una buena reputación
como tal, el nombre de este cazador de monstruos es Gaedros, se hizo con ella
en un túmulo de Davokar, al cazar a una abominación muy peligrosa. Al parecer
es de origen bárbaro. Callado, misterioso, pero muy eficiente... no supo
decirme más, sobre posibles localizaciones, o viviendas... (aunque más tarde cenando con el mantonegro me dijo conocerle, y que se movía entre Fuerte Espina y Kastor).
De regreso
al León Rampante a solo unos cientos de metros de allí, mi atención se posó en
un individuo que me chistó pidiéndome fuego mientras trata de encender su pipa,
me acerqué a él, claramente era una emboscada. Rápidamente nos vimos rodeados
por otros cuatro asaltantes y un sexto que según se acercó venía vociferando a
mi compañero Dakeyras. Se trataba de un tal Karlio, al parecer un secuaz y matón
de Maximilian, gritaba que de nada le servirá
huir, que había llegado la hora de pagar sus deudas.
Dakeyras no
dio tiempo a más estupideces de su arco salió una flecha que fugazmente impactó
contra el objetivo, Karlio era una pequeña fuente que intentaba escupir
improperios entre borbotones sanguinolentos, ya que la flecha se había clavado
en el cuello, no matándole por muy poco. Yo no pensaba en otra cosa que no fuera
que no se cerrara su trampa y para ello tenía que causar bajas rápidas y
letales. Por eso me abalancé sobre dos de ellos y lanzando un ataque rotatorio
con mi arma hice retroceder a uno de mis atacantes, pero el otro no era tan
hábil y perdió la cabeza con mí tajo ascendente. El “gancho fumador” se unió a
la fiesta e intentó atacarme por la espalda, pero conseguí zafarme de su ataque
traicionero y le arrebaté la vida con un nuevo golpe de mi hoja que seccionó su
carótida, y terminó alojada entra las costillas del otro desgraciado, tres
fuera, en apenas diez respiraciones. Miré por encima de mi hombro y vi que
Dakeyras no había estado ocioso, pues en el suelo se encuentra otro de los dos
bastardos que apoyaban a Karlio, este por su parte seguía intentando acercarse
a mi compañero, no dudé y me interpuse en su camino, Karlio cometió el error de
cruzar aceros conmigo, rechacé su ataque fácilmente y mi contestación no se hizo
esperar. Mi hoja entró desde su entrepierna izquierda para salir de su cuerpo
por el hombro derecho, Karlio cayó al suelo en dos direcciones distintas, una
última flecha de Dakeyras arrebató la vida del último de los contrincantes, o
no es así... Pasos, muchos pasos, como de diez o más se acercaban a toda prisa,
quién sabe si la guardia o, más probablemente, otra tanda de asesinos...
Dakeyras
levantó una alcantarilla y me hizo señas para introducirme en ella, “me fio de
este hombre”, está claro que él había visto algo que a mí se me había escapado,
me lancé a su interior, pero perdí la concentración por un segundo, un segundo
que me costó caer de bruces entre las aguas fecales de la ciudad, herido solo
en mi orgullo, miré hacia arriba con la esperanza de que mi compañero no hubiera
visto tal torpeza por mi parte, una figura enjuta apareció entre la oscuridad
de las cloacas.
-Rápido
venid conmigo si queréis salvar la vida- este tipo había llamado a Dakeyras a
escapar por las alcantarillas desde unas rejillas al píe de la pared del
callejón.
Cloc, cloc,
cloc, ese sonido nos acompañó, claramente el individuo necesitaba muletas o
unos bastones para moverse, eso es lo que creía Dakeyras. La realidad era mucho
más impactante pues se trataba de miembros de madera, ambas piernas seccionadas
eran de palo, y con todo una muleta le ayudaba a andar, de ahí el triple “cloc
cloc cloc” con cada paso. Este hombre bajito habrá tenido que sufrir una
terrible desgracia, pensé.
Finalmente,
tras recorrer las laberínticas alcantarillas llegamos a una puerta que guardaba
su escondrijo, las escaleras bajaban empinadas, sin barandilla, abajo se veía
una sala diáfana, olía a una mezcla de alcantarilla y productos químicos
(cloroformo, éter, etc.). Había tarros con cosas extrañas flotando ¿fetos?,
botes, calaveras como pisa papeles, componentes alquímicos colgados por toda la
estancia... También había un trasgo, su ayudante al parecer, Manaroo. Él se
presentó como Balliostro, era muy bajo (1,58m o menos), calvo, con vendas por
todo el cuerpo, lo que le hacían parecer un leproso. Capucha tapando su
destrozada cara. Le faltaban ambos píes y andaba apoyado en un cayado. Era
médicus, estuvo a punto de entrar en la Ordo, pero se enamoró de una chica, Sianna,
se casaron, olvidándose de la Ordo.
Era Médicus
del pueblo y era feliz, porque también investigaba, eso llamó la atención de
los Mantos Negros. Le investigó Nicomo, le atrapó y torturó, también a su mujer
e hija (de apenas dos años), las cortó en trozos y se las comió delante de él...
luego empezó con él, tras deformarle la cara y el torso, se comió sus
pantorrillas y gemelo derecho. En ese momento llegaron más Mantos Negros y escapó,
gracias a los conocimientos de medicina, sobrevivió. La historia que nos
contaba era espeluznante.
-Nicomo
Lanseli es un caníbal, se comió mis dos piernas, y parte de mi cara... he visto
como mirabais la ejecución ¡Quiero que despedacéis a ese demonio! Ese tipo...
Lanseli... No es humano, sino un demonio. Mira mis piernas, ¡mi rostro! ¡Él me
destrozó, me desfiguró…! ¡Me devoró! ¡A mí familia también!-, poco a poco
respiró tranquilizándose, -Obviamente tengo algo que ofreceros a cambio, yo
tengo ojos y oídos por todo Kurun, y hace algo más de una semana vi como una
mujer muy bella partía junto con otra también, pequeñita y guapa, junto a una
niña y un bebe. En un carro... os diré hacía dónde, si matáis a Nicomo Lanseli
y a su verdugo por mí.
Tras la
descripción de su desgracia y como hombre de honor no podía pasar por alto las
súplicas de este hombre que, momentos antes, nos salvó la vida, pues fue él, el
que puso sobre avisó a Dakeyras y le indicó la ruta de escape por las cloacas. A
pesar de todo yo tenía una cita con mi padre y no podía asistir de esta guisa,
lleno de restos de barro, heces y mal olor, me dispuse a marchar con la promesa
de regresar al alba, Dakeyras si hizo noche en compañía de Balliostro y su
criado trasgo.
Me dirigí a
la posada y a asearme de la nauseabunda inmundicia en la que momentos antes me
había impregnado en las cloacas, la solución fue darme un baño en el río, y de
esa guisa llegué al León Rampante, me cambié con la única muda que poseía,
modesta, pero al menos limpia, por suerte, al menos, llegué a la cita a tiempo.
Con
amabilidad y buenos modales, cené con mi padre, al menos la amabilidad que me
ofrece mi padre cuando no hay nadie más delante es algo, fría, pero algo. Hablamos
de cómo había ido este año que me he distanciado de la que hasta entonces era
mi casa, al relatar como me enfrente a la gran bestia del río y como la hice
huir, en una misión en Davokar bajo las órdenes del Ordo, me pareció vislumbrar
en los ojos de mi padre un atisbo de orgullo, como me miraba antes del cambio,
este orgullo se hace patente cuando mi invita a visitar madre y a mi añorada
Ysolda, hermana ya queda menos para estrecharte entre mis brazos...
DAKEYRAS
Tras las
primeras luces del alba compruebo que mi nuevo compinche ha vuelto al
escondrijo de Balliostro. Puede ser un tipo estirado, un tanto racista, cosa
que no me extraña tras el encuentro con su padre en el mercado, pero bueno,
parece “hombre de palabra" no sé aún si fiarme totalmente de él, pues su
padre parece tener un acuerdo con el odiado Maximilian, pero el hecho es que
esta aquí, para ayudarme en la búsqueda de mi pequeña familia. Parece que para él
la familia es muy importante, eso me da confianza, pero a la vez siembra en mí
la semilla de la duda, pues ¿de qué parte se pondrá si por desventura nos
enfrentamos a las fuerzas conjuntas de Maximilian y el Conde de Styrkia?
Planeamos el
próximo movimiento para asaltar la casa del Manto Negro Nicomo con ansias de
carne humana, es increíble pero mis habilidades no dan el fruto deseado
callejeando por la ciudad, pero la información de Angar es precisa, y su
disposición para la tarea total, no sé qué cenó con su padre, pero parece
acudir a mí con fuerzas renovadas.
El plan está
trazado, cenaremos con el Manto Negro, nos autoinvitaremos, y espero que no
seamos nosotros la cena del infame Nicomo Lanseli.
Hemos
vigilado su casa, tenemos puerta delantera y trasera controladas. Incluso una ruta
de escape. Valoramos muchos cursos de acción, pero nos decidimos por el
directo...
Nos
plantamos en la entrada de la casa de nuestro anfitrión, un siervo nos abre la
puerta y, tras la autorización de su amo, entramos en su hogar. Escudándonos en
cuando nos conocimos en la campiña cerca de Pozohondo, y en cuando hablamos
hace unos días en el patíbulo, logramos convencerle para “charlar”. Todo parece
normal, la conversación en principio banal, se dirige en un momento hacia el
caso del proscrito Balliostro, la expresión de los ojos de Angar en un momento
dado me indican duda en mi compañero, ¿será el Manto Negro inocente de las
acusaciones? Tengo que asegurarme antes de actuar, con la excusa de ir a la
letrina, me escabullo y registro la casa, en la segunda planta, en un despacho,
encuentro documentación donde Maximilian le pide ayuda para localizar a mi
mujer e hija, no hay tiempo que perder, tengo que proteger a mi familia de este
monstruo... Al regresar a la mesa Nicomo Lanseli se ha ausentado, pues suyos
era los pasos que escuché y me pusieron en alerta.
Angar me
indica por la puerta por la que desapareció, nos aventuramos escaleras abajo
con una excusa a uno de los mayordomos. Nicomo nos invita a entrar en esa
estancia de tortura y muerte, allí nos espera su vasallo y verdugo, un gran can
negro y él mismo, preparados para la lucha. Rápidamente nos envuelve la violencia, mi
objetivo está claro, y mis flechas vuelan como halcones hacia el mantonegro
corrupto, desgarrando carne y haciendo brotar ríos de sangre, me embriaga una
extraña ansia de sed al ver brotar el líquido escarlata, una tras otra las
flechas impactan en Nicomo, que pese a tratar de embrujarnos con algún
sortilegio corrupto termina refugiándose tras un pilar.
En un
momento dado, recuerdo que Angar también está en el combate, miro por encima de
mi hombro, hacia los sonidos metálicos que proceden de mi espalda, ese Angar
lucha como un titán, me recuerda por un segundo a un gran amigo que perdí
recientemente, de hecho y tras ver cómo eliminaba al verdugo, el espanto me
sobresalta pues ha pecado de confianza y ha dejado que el enorme perro salido
de los infiernos se abalance sobre él, desde mi perspectiva da la sensación de
que le va arrancar la garganta de cuajo, pero con un asombroso movimiento, se
zafa del ataque y desde el suelo y con el mango del mandoble aplasta el cráneo
del animal. Nicomo aprovecha esta distracción para huir a otra habitación, le
sigo y entre penumbras atisbo al bastardo, una última flecha acaba con su vida,
atravesándole la garganta. Me dispongo a investigar la estancia, cadáveres
colgados adornan la infame habitación (los mismos que viera decapitar en el
cadalso hace pocos días), a su vez gritos de alarma procedentes de la planta de
arriba, Angar haciendo acopio de fuerzas sale como una exhalación del sótano
para acallar las voces incriminatorias, recojo del suelo la espada del Manto
Negro como prueba para el pobre Balliostro, y que cumpla su palabra, también me
invade la duda de si Angar podrá acallar a los dos siervos del Manto Negro.
Parece
increíble y pese a la dificultad lo hemos conseguido, sin más muertos. Y parece
que nuestra identidades quedarán en el anonimato, no conseguiremos el honor de
que se conozca a los héroes que liberaron este mundo del Manto Negro caníbal y
corrupto, pero el consuelo de hallar a mi familia sana y salva me reconforta. Acudimos
a Balliostro, y tras pasar allí una noche nos preparamos para partir (mmm esa
noche tengo pesadillas, oscuras, no duermo, intranquilo, y en ese duermevela,
por primera vez me planteo si Balliostro ha podido utilizarnos y ser él el
corrupto... ¡No!, ¡tonterías! Me ha dicho dónde está mi querida Valeria...).
Están en
Hirot ¡qué imbécil soy! ¿Dónde si no?, mi carta ha llevado a mi querida, y
mucho más ingeniosa que yo, mujer a lugar seguro donde mi escrito dará veracidad a su
testimonio, y granjeará protección para ella y para el resto. Allí tengo viejos
aliados, que si se presenta como mí mujer le darán cobijo...
No obstante
parto junto a Angar hacía los peligrosos yermos de Nueva Berendoria, en tres
días llegamos a Hirot y los recuerdos se agolpan en mí mente. Allí me
reencuentro con ellas, Broegan las ha cedido una de las muchas casas vacías tras
la maldición, no se puede decir que en Hirot haya carestía de vivienda. Valeria
y Galda están actuando como costurera y partera respectivamente... En fin,
abusaremos unos días de su hospitalidad y la de Jarl Broegan, bien merecido lo
tenemos...
... ... ...
EPÍLOGO:
Una paloma
surca los cielos llevando consigo la esperanza de que llegue el mensaje que
porta a su destinataria en Yndaros.
Carta de
Angar a Ysolda
(Utilizando
un código personal que solo ella conoce, y que usaban de niños
y que sería
incomprensible para cualquier otro que leyera la carta)
... ... ...
Bueno y
hasta aquí el rolato de esta sesión y el comienzo de una nueva temporada. Según
mis cálculos, la próxima también será cortita y sin mucho nexo con la trama que
se abrirá poco a poco (aunque saldrá un tema que ya salió en las primeras
aventuras) y tras esta, tengo la intención de que visiten cierta colina lodosa
que afecta la mente de aquellos que en ella buscan tesoros...
Si el Manto Negro Nicomo era o no culpable de canibalismo, se decidió con una carta cogida por uno de los jugadores al azar y guardada a buen recaudo en una caja al principio de la partida. Si era Negra, sería “el malo”, si era Roja sería “inocente”, si era un Joker sería lo que los jugadores quisieran que fuera... Además, yo sí lo sabría al mirarla, pero ellos decidirían si lo quería saber (jugadores, que no PJs) o no... lo que salió si irá viendo reflejado en las partidas, de momento me lo guardo :) (los jugadores decidieron saberlo).
Y, como
siempre tras un rolato, el estado actual de los PJs, muertos incluidos:
Marcados
saludos.-