Aventuras en la Marca del Este, un retroclón español de la caja básica de D&D.

El Clan del Lobo Gris, aventureros proscritos, los últimos de su clan.

Estas son las crónicas de nuestras aventuras, con este magnífico sistema.

sábado, 6 de noviembre de 2021

Rolato de Resacón en Shadizar

 


Buenas,

Tras las restricciones por la pandemia, a primeros de octubre volvimos a alquilar una casa rural y dedicar todo un fin de semana al rol, barbacoas y juegos de mesa. De hecho, para mí fue la vuelta al rol en mesa tras años jugando solo por Roll20. Este año no quería dirigir, porque, uno estaba muy centrado en la campaña de Symbaroum y dos, la verdad no se me ocurría nada para, nada más y nada menos, once jugadores. Pero finalmente me dejé llevar y quise hacer una aventura que fácil y que pegase con el jolgorio de volvernos a ver y a jugar en mesa, con las cervezas y los chascarrillos después de tanto tiempo sin vernos, así que adapté sin ningún tipo de rubor “Resacón en Las Vegas” a Savage en el mundo de Conan.

Teníamos el grupo de mercenarios que habían sobrevivido a la guerra fronteriza entre Turán y Zamora y eso había que celebrarlo… así que comencé a escribir y salió una aventura resultona, sobre todo divertida, que dejó muchas carcajadas en la mesa. Fue un poco lineal y abusé un poco de dejarles recordar poco a poco a los desmemoriados personajes según me convenía, pero vamos, como para dar libertad absoluta jugando once xDDDD

Una vez acabada, Peña dijo que quería hacer el rolato, y aquí está, desde el punto de vista de su personaje cazabrujos estigio Jabari

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PRÓLOGO:

“Mmm… tanto pensar me da dolor de cabeza, quizá una jarra de vino me ayude a aclararme”.

“Vivo, amo, mato y estoy contento”.

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Set me coja confesado. ¡Qué dolor de cabeza! Me acabo de despertar y la cabeza me da vueltas aún tras una noche de la que no recuerdo nada. Aquí estoy, entre balas de heno fresco, apestando a caballo, burro y mula, y con un aliento a vinazo que seguro tira para atrás incluso a estos pollinos. No recuerdo nada de anoche… la cabeza aún me da vueltas y el mero hecho de masticar me recuerda a algo plastoso. Ey… espera, la compañía mercenaria a la que pertenezco iba a firmar un contrato para trabajar como protectores de Shadizar. Humm, espero seguir en la misma ciudad. Si no recuerdo mal, sería hoy, a medio día, y aún está amaneciendo, así que aún tengo tiempo de buscar a mis camaradas, asear mis ropajes, y acompañar a Abmel a la cita. ¡PERO QUÉ COÑO… si aquí en el establo también están el golfo de Magnus y el sargento Carus! Jajajaja. El pobre de Carus está dentro de un abrevadero, totalmente empapado. Me pregunto cómo habrá acabado ahí. Espera espera espera… Ahora que lo recuerdo, vinimos los tres hasta aquí, para reírnos un poco con los pobres animales… Jajajajaj ¡qué locos! Espera espera… y Carus agarró a un asno del rabo como si le estuviese enculando mientras Magnus y yo le jaleábamos. ¡Qué pedazo de cabrones! Se nos fue totalmente de las manos.

El sargento Carus, totalmente empapado y oliendo a asno, nos dice lleno de dignidad que ésto no ha ocurrido, que lo que ocurrió en el establo, se queda en el establo, y me mira amenazadoramente insinuando que por su rango es muchísimo más poderoso que yo, un simple mercenario nuevo en la compañía. Qué se habrá creído este follaburras. Habrá visto que voy soy un poco enclenque, delgaíno y casi sin armas y se habrá sentido poderoso. Tendré que demostrarle mis “artes”, porque seguro que con Magnus no se pone tan “burrito”.

Mientras volvemos un poco en sí, intentamos recordar dónde están nuestros compañeros y, sobre todo, qué más debimos hacer anoche. Nos ponemos de acuerdo en que debimos estar en esa tasca de mala muerte, cómo se llamaba… ah sí, “El Jilguero Errante”, así que nos ponemos en marcha para allá, con la enorme sorpresa de encontrarnos el local en llamas, a punto de derrumbarse, y para colmo vemos cómo algunos de nuestros compadres, la loca de Nyssa, Baldur y Siffu, están allí, ¡¡pero huyendo de la guardia!! Por las serpientes más oscuras. No tiene ni puto sentido todo ésto. Cuando conseguimos hablar con ellos, resulta que tampoco recuerdan nada, así que nos ponemos manos a la obra a reconstruir la noche con las pocas neuronas que nos deben quedar intactas. Porque ¡joder qué dolor de cabeza!

Nyssa comenta algo de un burdel, donde también parece que estuvimos, “El Lupanar de Teresita la Brithunia”... o al menos así recuerdo yo el nombre. Vamos todos para allá y nos encontramos con el resto del grupo que faltaba: Svolgard, Vathukan, Haytam y Alom. El Aesir luce un pedazo de escarificación al rojo en un lado de la cara, al parecer hecho con un atizador de la diosa Derketo. ¡Pero qué coño… si está casi desnudo... y lleva el atizador en la mano! No lleva nada de sus ropas y viste una simple toga que ni siquiera es de su talla. ¡Por la madre del Lagarto! A éstos también se les debe haber ido de las manos la noche. Según nos cuentan, parece que han amanecido en un convento, y que el hirkanio Vathukan se ha despertado con el atizador en la mano, aún caliente. En cuanto los monjes les han visto, les han echado sacudiendo leches, y se han dirigido hacia aquí, esperando preguntarle a Abmel acerca de la firma. Pero resulta que Abmel no está y nadie le ha visto.

 

En el burdel, Tesira (Teresita para los parroquianos) nos atienden a pesar de lo temprano del día, dejando que nos lavemos solos o en compañía, lo que prefiramos, así que aceptamos y nos quitamos por fin el olor a borrico. A todo ésto, seguimos sin saber nada de Abmel, y parece ser que él tenía el contrato para la firma de hoy. Tesira nos confirma que estuvimos todos allí una parte de la noche, y que en los baños termales del sótano uno de sus eunucos nos podría contar algo más. Bajamos y ahí tenemos a una semental de obsidiana que se presenta como “Zeraya de Kush, y esposa de Baldur”, al cual se agarra al pecho abofeteándole por haberla dejado allí tanto tiempo sola. El muy zorro se ha casado… pues la belleza de ónice ésta le va a poner al paliducho firme como pan de ayer.

Bajamos, y allí el eunuco Szul nos dice no sé qué historia de un zoo... Sí, me viene a la mente algo de la Casa de las Bestias de Farruco, o Bizarro, o algo así. Según el eunuco, íbamos a celebrar el casamiento “a lo bestia” en ese lugar. Pues ni idea la verdad, pero con lo cafres que estamos descubriendo ser, seguro que hemos dado por culo a un pobre león. Al despedirse jura y perjura que Abmel salió con nosotros para allá.

Vamos para el zoo, que está en la otra punta de la ciudad, y una vez allí, alrededor de las 9 de la mañana, vemos que el sitio está cerrado y, para variar, decidimos colarnos. Sólo Siffu y yo nos quedamos fuera vigilando. Qué raro este Siffu, dice que es un ladrón y se queda conmigo fuera sin saltar adentro. Mí no entender. Pasa el tiempo y éstos no salen, y tengo que espantar con la mirada a un par de paseantes de este noble barrio. Seguro que avisan a la guardia antes de que éstos salgan.

Pues sí, ahí les tenemos: la guardia al fondo. Me cago en Set. Pero menos mal, los chicos están saltando la valla, parece que un poco a trompicones. Salen todos corriendo, así que usando mis artes decido encarar a los guardias para dar un poco de tiempo a la cuadrilla. Pongo mis ojos en blanco y acudo a las mentes de esos pobres estúpidos, para rebuscar en sus vacíos cerebros y encontrar sus más temidos sueños. Una vez en ellos, se los pongo delante para que no puedan hacer otra cosa que huir de mí. Jajajajaja. Qué imbéciles. Me doy la vuelta y sigo a éstos, pero el loco de Svolgard carga contra uno y le deja inconsciente de un cabezazo, quitándole una capa para taparse un poco...

Mientras caminamos me cuentan que dentro de la casa de las bestias tuvieron un pequeño percance con la jaula de los leones. Al parecer, Svolgard el Aesir, en algún momento de la noche, de la cual no recuerda nada tampoco, se puso a mearles desde fuera, y en ese momento le debió parecer gracioso quitar el cerrojo, así que los liberó entre risotadas. ¡Y ahora mismo les ha tocado enfrentarse a las pobres bestias! Pienso para mis adentros que seguramente el sargento Carus les ha sobado el culo, porque se ve que le gusta el refrote animal. Jajajajaja. No estoy muy seguro de si ésto lo he dicho en voz alta, porque el sargento no deja de mirarme. En fin, que en el zoo han matado a los leones y ya de paso han visto unas pintadas en una pared que dice que nuestra compañía estuvo aquí: “EL ESTANDARTE CARMESÍ ESTUVO AQUÍ”, “VIVA MITRA”, “ARRIBA AQUILONIA”, “A LA RATONERA 😊”... La madre que nos parió. Vaya panda de desarrapados. Como coja el que nos mezcló el vino…


 

Pues resulta que la tal Ratonera es una taberna en el Mazo, un tugurio de mala muerte de Shadizar. Llegamos allí y la taberna está a medias, pero por la pinta que tiene, se nota que alguien la ha liado buena anoche. Jojojojojo seguro que hemos sido nosotros, me juego el collar de Magnus. Aquí una panda de matones nos dice que nos peleamos tras una partida de dados en la que “alguien” de nuestro bando hizo trampas. Pero vamos, con lo numeroso del grupo y las malas pintas que tenemos, no hace falta llegar a las manos de nuevo, diciéndonos además que nos envalentonamos y nos fuimos al cuartel de la guardia junto al río, para pedir que nos diesen el contrato a nosotros. ¡Vaya panda de capullos!

Y seguimos sin noticias de Abmel. Queda ya poco para la firma y no sabemos nada del capitán de la unidad. Se nos ocurre ir al lugar de la firma, por si el capi se ha presentado allí el primero, siempre puntual como un reloj solar, y así rubricar el suculento contrato. Pero, para variar, allí no se encuentra ni saben nada. Me da a mí que éstos de la Mantícora Negra tienen algo que ver. Esta unidad está luchando por el mismo contrato, así que seguro que le han hecho algo a Abmel. Nos dirigimos a su cuartel y les plantamos cara ahí en la puerta, pero sin montar mucho ruido, que están al lado de la guardia de la ciudad, y no queremos problemas. Pero no, tampoco saben nada de Abmel y se ríen bastante de nuestra pinta andrajosa. Malditos perros del desierto, ésto no quedará así.

¡Serpientes! Haytam tiene un fogonazo, y se acuerda de cruzar un puente mientras cantaba a voz en grito con Abmel. Dice que acaba de recordar que iban los últimos al cruzar el puente, y que Abmel se sentó en el puente para dar un trago, cuando se cayó. El muy capullo dice que se partió de risa y siguió con sus compañeros de jarana.

Así que nos acercamos a ver si nos viene algo más a la memoria. Allí en el puente, al apoyarnos para despejar la mente, vemos el cuerpo de Abmel, semi-hundido en las aguas del río, agarrado a un poste del puente. Me cago en todo. Nosotros toda la noche de farra y ni nos dimos cuenta de que perdimos al capitán al cruzar el puente. Hacemos lo posible por recogerle, y vemos que a duras penas se mantiene en pie del frío y la humedad. Seguro que, con lo ordenado que es nuestro cabecilla, tiene el contrato a buen recaudo. ¡Por las escamas de la Serpiente! Pues resulta que no, que el contrato está medio mojado y apenas es legible. Se me ocurre intentar falsificarlo, pues mis años de aprendizaje en Estigia dieron su fruto con la caligrafía, pero no, el plan no fragua en el grupo. Nos planteamos colarnos en el cuartel de los Mantícoras y robar su contrato, pero tampoco se decide nadie. Entre murmullos oigo a Abmel decir no sé qué de no volver a mandar a nadie de no se qué mierda de grupo, seguido de un “Cabrones”. El caso es que pasa el tiempo, no tenemos el contrato, y estos perros Mantícoras se lo van a llevar en lugar nuestra.

Un momento… ¡Nooo! ¡Qué dolor de cabeza de repente! Pero qué…. qué…. ¿qué es ésto que tengo en el bolsillo? ¿Una bolsa con unos pocos hongos deshechos? ¡Pero, cómo! Espera, espera, creo que me viene algo a la mente. No me jodas… empiezo a verlo… espera... salí un momento de la taberna para despejarme un rato cuando un mercader shemita me chistó en un callejón… sí, me vendió algo… que nos iba a hacer pasar una noche loca… y sí, compré los hongos de la bolsa… y sí, empiezo a recordar echarlos de golpe en el barril de cerveza que el dueño de la taberna abrió para los nuevos protectores de la ciudad… ¡La madre del Estigio! ¡Pues no resulta que ahora es todo culpa mía! Jajajaja… ¡Qué más da! ¡Qué buena fiesta nos hemos pegado, total lo del contrato será lo de menos, seguramente encontremos trabajo en otro lugar!

Decido contárselo a Magnus, que se descojona pero no dice nada mientras recogemos nuestras cosas, preparándonos para partir de la ciudad, porque el contrato se lo llevaron esos perros mantícoras del culo. Tendremos que batirnos el cobre por otros lugares de esta Zamora en guerra.

Al final, vamos al cuartel, y entre Alom, el sargento Carus y el capitán Abmel tratan de convencer al comandante de la guardia de que los Mantícoras nos robaron el contrato, ellos lo niegan, claro. Incluso se habla de enfrentar a los dos mejores hombres de cada compañía… jajajaja, por parte de la nuestra y pese a la resaca no faltan voluntarios… pero al final, el comandante zamorio decide juzgar y elegir compañía, tras escuchar sendos alegatos...

 


Por el camino de partida, mientras le recuerdo a alguien las sucias, rucias andanzas de Carus, éste sin mediar palabra decide atacarme y, a sangre fría y con los ojos inyectados en la sangre de la venganza, me raja de arriba a abajo con su filo, susurrándome al oído que lo que pasa en Shadizar se queda en Shadizar. Intento devolverle el golpe utilizando mis artes oscuras, pero tan gravemente herido como estaba, no consigo más que quemarle un poco las vestimentas.

Me vuelvo como puedo hacia mis compañeros, dándole vueltas en la cabeza a algo que me persigue desde que escapé de Estigia, y que motivó mi huida. Ese algo que siempre obliga a los que ejercen el poder, ya sean poderosos brujos, dictadores, gobernantes tiránicos, ricos mercaderes, o sargentos chusqueros, a ejercer el poder por el simple y mero hecho de tenerlo, a demostrar que tienen más autoridad que un individuo raso simplemente por disponer de un báculo, un cetro de mando, o un chapita de metal pegada en el pecho. Eso sí, este tipo de poderosos, a los cuales odio desde lo más profundo de mi ser, saben perfectamente cómo, cuándo y a quién pueden abusar…

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EPÍLOGO I:

“El alcohol puede ser el peor enemigo del hombre. Pero Mitra dice que debes amar a tu enemigo”.

Enaro, sacerdote borrachín de Mitra.-

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Y, nada tras este rolato resacoso, el estado actual de los héroes:

Héroes Era Hiboria

Marcados saludos.-

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