Aventuras en la Marca del Este, un retroclón español de la caja básica de D&D.

El Clan del Lobo Gris, aventureros proscritos, los últimos de su clan.

Estas son las crónicas de nuestras aventuras, con este magnífico sistema.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Guardianes de la Codicia

 


Buenas,


Y otro rolato más de la campaña de Symbaroum con Savage Worlds, comienzo, por así decirlo, de la “Temporada 2”. Y para comenzar esta segunda temporada (cerrados ya bastantes hilos en las últimas de la anterior temporada), una aventura cortita (5 horas jugamos) y personal, basada únicamente en el trasfondo de dos de los personajes.


El “rolato” le toca hacerlo a Óscar, y lo hace desde el punto de vista de su personaje Angar de Styrkia, y desde el de Dakeyras llegado cierto punto.


Me encantan estas aventuras con pocos jugadores y sobre temas del trasfondo de los mismos, porque ayuda mucho a explorarlos (historial, motivaciones, relaciones entre ellos, etc.). Bueno os dejo con la lóbrega aventura que les aconteció a estos dos en la ciudad de Kurun, Ciudad de las Siete Calles.


... ... ...


PRÓLOGO


“Hay en nuestras sociedades enemigos muy espantosos, a saber:

la especulación, el agio, la metalización del hombre culto, el negocio;

pero sobre éstos descuella un monstruo que a la callada destroza más que ninguno:

es la codicia del aldeano”


... ... ...


ANGAR


Qué magnifico animal, propio de un gran caballero, pero no sirve parecerlo, sino demostrarlo con hechos, pocas horas me separan de mi objetivo, pronto encontraré la espada del Conde Johannes, el mandoble de mi abuelo.


Un sonido de cascos me pone en alerta, la figura de un hombre encapuchado hace presencia detrás de mí.

–Dakeyras, ¿eres tú? La providencia guía nuestros pasos y nos hace compartir camino, me dirijo a Kurun ¿y vos?

–A las buenas de Prios Angar, casualmente negocios guían mis pasos hacia allí, si no tiene inconveniente compartiremos camino, mi arco le será útil en el camino igual que su espada me servirá a mí, si le parece bien.


Y por la casualidad o por la providencia de Prios, dos comparten el camino Dakeyras me pide desviarse del camino, será poco tiempo, pues tiene asuntos que solucionar en la comarca donde se encuentra la aldea de Arruga, me da la impresión de que por alguna razón Dakeyras no gusta de dejarse ver, parece como que oculta algo, pero no me ha dado motivos aun para desconfiar de él. Llegamos Arruga a una humilde posada, como me comentó Dakeyras se puso manos a la obra con sus negocios que al parecer comparte con el tabernero, el asunto trata de vender unas tierras que tiene en propiedad y pretende sacar un buen dinero por ellas, me pareció lícito y que no tenía nada que esconder.





Calentamos nuestros estómagos con unas humildes pero sabrosas salchichas, y probamos una sidra local que no estaba del todo mal, no fue una mala noche. Dormimos a resguardo en la vieja granja propiedad de mí compañero. Sucia y polvorienta, pero cómoda.


Al día siguiente partimos con premura y nos pusimos rumbo a Kurun la ciudad de las Siete Calles. Al llegar tuvimos que descabalgar pues el tumulto de gentes era enorme, una voz se alzaba sobre todo el bullicio, era una voz seria, fuerte, y tajante.


Estábamos siendo testigos de un ajusticiamiento. En una de las plazas se había construido un patíbulo, en el arrodillados con las cabezas en tocones había tres personas, una vieja, un hombre de mediana edad y un joven de unos 18 años. Además, sobre el patíbulo, estaban el Manto Negro Nicomo Lanseli y su verdugo, Argolai. El Manto Negro estaba relatando los pecados de los tres ajusticiados: pactos con las fuerzas corruptas, hechicería, demonología y otras vilezas. Abajo, entre todo el gentío, se podía ver a una comitiva de guardias que controlaban al populacho. De los tres ajusticiados, solo la vieja parece estar calmada y tranquila, el hombre de mediana edad lloraba y vomitaba y el muchacho no hacía más que gritar que era inocente y, tardíamente, renegaba de falsos dioses y solo decía “creer en Prios”.





Una tras otra las cabezas de los condenados rodaron por el suelo, hasta que el arma del verdugo se alzó para dar el golpe de gracia al joven imberbe y fue en ese preciso instante cuando otra voz se elevó sobre las demás... -¡Nicomo Lanseli! ¡Mantonegro Nicomo! ¡Pare esto un momento!


El verdugo detuvo su golpe mortal, y se quedó mirando al Mantonegro. –Disculpe mi atrevimiento, no sé si me recordara, ya nos conocíamos, y me pregunto si no hay cabida para el perdón para una joven alma que se arrepiente de una equivocación- era Dakeyras el que había hablado interrumpiendo la ejecución. -Si, me acuerdo de ti, pero yo soy quien erradica la corrupción allí donde reside, y ya he tomado una decisión- contestó el inquisidor.


Al ver el ímpetu de Dakeyras por salvar al joven del ajusticiamiento, y la negativa por parte del Mantonegro, que si soy sincero no me terminaba de dar buena espina, un verdadero siervo de Prios ha de asegurarse antes de actuar y quitar una vida, intervine, y no sé si fue por mis palabra, o las de Dakeyras pero el populacho se puso de nuestro lado exigiendo y aplaudiendo ante una nueva oportunidad para el joven reo. El Mantonegro no tuvo otra opción que conmutar la pena y liberar al joven bajo juramento de solo adorar a Prios y abandonar falsos ídolos, mantenerle vigilado, so pena de volver con sus huesos al cadalso.


El bullicio del populacho fue inmenso, mi corazón se enorgullecía de un acto tan noble llevado a gran puerto.


Nos despedimos de Nicomo con gran respeto, y la promesa de compartir unos vinos.


Quedaban pocas horas para que el sol se escondiera, Dakeyras estaba interesado en el mercado de la población, pero tendríamos que esperar hasta la mañana siguiente, que según nos comentó una vecina, era día de mercado.


Buscamos un alojamiento, la posada El León Rampante nada demasiado lujosa pero tampoco un cuchitril, no como el lugar donde había quedado con mi contacto. Cuando pregunté por la taberna La Rata Gris, el posadero me miró de arriba abajo y supuso que me importaba su opinión, decidió aconsejarme que no me acercara a ese antro ni a la barriada en la que se encontraba a no ser que buscase problemas, Dakeyras me sonrió y se ofreció a servirme de escolta entre las sombras.


Mi contacto era un tal Vaglio, en una posada de mala muerte “La Rata Gris” por un par de táleros me contó que una tal Giskay sabía algo de la espada, o al menos presumía de ello, “se la puede encontrar en el Borracho del Río, una taberna que al parecer tiene gran afluencia de personas distinguidas” me dijo. No me impuse de una forma tajante y esto hizo que Dakeyras me preguntara por qué no utilicé mi influencia y estatus de noble cuna, le confesé que, aunque de noble cuna no dispongo del favor de mi padre y no me gustaría arrastrar su apellido por lugares como La Rata Gris.


La noche estaba ya muy avanzada y decidimos volver a descansar, había sido un día ajetreado y el camino había sido largo, mañana iríamos al mercado y por la noche veríamos a la enigmática mujer en “El Borracho del Río”.


Con la fresca, nos levantamos, desayunamos algo ligero y nos pusimos en camino, pues no habíamos venido a Kurun a descansar. Acompañé a Dakeyras al mercado, estaba obsesionado por encontrar a un par de mujeres acompañadas por una niña y un bebé, al principio Dakeyras era reacio a contarme quienes eran, pero tras buscar y buscar, me confesó de que se trataba de su mujer y de su hija, acompañadas por una amiga con su bebé, por lo que entendí estaban en peligro. Tan concentrado estaba en la búsqueda que deje que me sobresaltasen las palabras de una voz conocida...


-Angar... ¡Qué sorpresa!, te hacía en Fuerte Espina... hijo mío.- El resto de la comitiva se acercó, entre todos eran como doce personas (dos de ellos esclavos trasgos con la boca cosida -costumbre de mí padre-, seis guardias y dos siervos), los otros dos eran el Conde de Styrkia, mí padre, y abriéndose paso apareció un hombre con aspecto oscuro, peligroso, pero ropas nobles y lujosas.

-Hijo mío, permíteme presentarte al Barón Maximiliam de Yndaros, con su nobleza y sus tierras recién adquiridas, en parte gracias a mí apoyo, para, así, contar con el suyo en la capital, donde es un tipo con habilidades muy... socorridas. Maximiliam, permíteme presentarte a mí hijo, me gustaría decir que mí mayor orgullo, pero en realidad, mí mayor vergüenza...-

Tras un silencio incómodo, Maximilian me saludó y se quedó mirando con altivez a Dakeyras que ya había dado dos pasos atrás y tensado el arco, los soldados de mí padre le rodearon y le ordenaron que tirase el arma, reconocí esa voz, era el capitán de la guardia privada de mi padre, “Dakeyras por Prios desiste de esta locura o te quedaras sin manos para poder tensar de nuevo tu arco”, Dakeyras desistió en su empresa autodestructiva, y al saludarme el conde añadió: -¿Os conocéis? bueno, pero que pequeña es Ambria.


Me arrodillé ante mí padre, le expliqué que estaba aquí por asuntos de gran importancia, pero con su indiferencia y bajo su severa mirada prácticamente hizo caso omiso a mis palabras. Pareciera que lo único que le motiva a hablar conmigo es humillarme en público, al menos se dignó a invitarme a cenar para ponernos al día, cosa que acepté sin dudar.


Algo más tarde y esperanzado, me dirigí junto a mi improvisado guardaespaldas a “El Borracho del Río”, Vaglio no mentía, el establecimiento estaba abarrotado, y los parroquianos ostentaban un estatus superior a la media de las gentes comunes con las que hasta ahora habíamos tratado, me dirigí directo hacia la tabernera, una mujer ya entrada en la cuarentena, ella y su marido llevaban el local y como es evidente de una forma activa y eficaz. La mujer se dirigió a mí para preguntarme que deseaba, pedí una botella de su mejor caldo, y con le vino en la mano le pregunté por la mujer que respondía por el nombre de Giskay, ya que por mi inexperiencia en tratar con tipos como Vaglio tan solo saque su nombre y donde podría encontrarla, pero de hecho desconocía su aspecto físico. Por lo que a mí respecta podría ser esta hermosa tabernera la mismísima Giskay y no saberlo. La tabernera me indicó un reservado de la planta superior y hacia allí nos encaminamos Dakeyras y yo.


Tras dar un par de golpes en la puerta, la voz de una mujer surgió para autorizarnos a entrar en la estancia, prácticamente sin iluminación, estaría prácticamente a ciegas si no fuera por el don que mi maldición de trocalengo me concede, vi a esa mujer pálida como la luna, sus ojos extraños, ojos de un brillo malicioso, con una esclerótica negra como la noche, y un iris de un refulgente amarillo, con un cierto toque serpentino.


-Adelante, adelante. ¿Qué motivos os traen a mi presencia?

-Vaglio me prometió que usted tiene información sobre el paradero de una antigua arma que pertenece a mi familia, a la casa Styrkia, mi nombre es Angar y soy el nieto de Johannes de Styrkia el último portador de Stotandust.

-Eso tiene un precio... Diez táleros, que no son nada para el heredero de tan magnífica casa... Pero antes de negociar, ¿queréis aliviados la sed?

Giskay sacó copas para tres, derramó en una de ellas un líquido rojo carmesí, espeso, demasiado espeso para ser vino...

-Traigo un obsequio una botella de un vino excelente, si quiere degustarlo, por mi parte beberé de este si no le resulta una ofensa, Dakeyras tu ¿Qué opinas?

Giskay olfateo levemente, con un gesto marcado, pareciéndome su nariz respingona más un hocico -Dakeyras creo que este manjar que yo te ofrezco no te es desconocido, y creo que es de tu gusto...

Mi cara debió ser un poema, perpleja cuando vi a mi compañero aceptar una copa de lo que, estoy casi seguro, que se trataba de sangre, y más aún cuando creo que él también conocía de lo que se trataba, y de que lo que nos ofrecía no era vino... aun algo sorprendido y contrito, Dakeyras aceptó con un leve asentimiento, y bebió de su copa el espeso néctar. Para cambiar de tema retome lo que me había traído aquí:

-No dispongo de tal cantidad ahora- Era cierto, pues mis ahorros habían menguado entre comprar caballo, provisiones, posadas y comidas...

-Te daría la información sin que me dieras tálero alguno, pero me deberías un favor, y siendo un caballero estarías obligado a cumplir tu palabra- la oferta estaba sobre la mesa.

-Te ofrezco seis táleros son todo lo que llevo, una pequeña fortuna- mí contraoferta también.

-Acepto las monedas si las acompañas de un par de tus bellos cabellos blancos que brillan a la luz de la luna. Seis táleros y dos cabellos largos que yo misma te quitaré.

Tras unos momentos de reflexión acepté el trato, no sin estar crispado por el hecho de pedirme cabellos, ¿para qué quería este ser claramente ya no humano mis cabellos? Las dudas me seguirán asaltando una temporada hasta que logre comprenderlo o lo olvide...


Al menos este ser bebedor de sangre cumplió su palabra, el mandoble estaba en poder de un cazador de monstruos, que al parecer se a granjeado una buena reputación como tal, el nombre de este cazador de monstruos es Gaedros, se hizo con ella en un túmulo de Davokar, al cazar a una abominación muy peligrosa. Al parecer es de origen bárbaro. Callado, misterioso, pero muy eficiente... no supo decirme más, sobre posibles localizaciones, o viviendas... (aunque más tarde cenando con el mantonegro me dijo conocerle, y que se movía entre Fuerte Espina y Kastor).


De regreso al León Rampante a solo unos cientos de metros de allí, mi atención se posó en un individuo que me chistó pidiéndome fuego mientras trata de encender su pipa, me acerqué a él, claramente era una emboscada. Rápidamente nos vimos rodeados por otros cuatro asaltantes y un sexto que según se acercó venía vociferando a mi compañero Dakeyras. Se trataba de un tal Karlio, al parecer un secuaz y matón de Maximilian, gritaba que de nada le  servirá huir, que había llegado la hora de pagar sus deudas.


Dakeyras no dio tiempo a más estupideces de su arco salió una flecha que fugazmente impactó contra el objetivo, Karlio era una pequeña fuente que intentaba escupir improperios entre borbotones sanguinolentos, ya que la flecha se había clavado en el cuello, no matándole por muy poco. Yo no pensaba en otra cosa que no fuera que no se cerrara su trampa y para ello tenía que causar bajas rápidas y letales. Por eso me abalancé sobre dos de ellos y lanzando un ataque rotatorio con mi arma hice retroceder a uno de mis atacantes, pero el otro no era tan hábil y perdió la cabeza con mí tajo ascendente. El “gancho fumador” se unió a la fiesta e intentó atacarme por la espalda, pero conseguí zafarme de su ataque traicionero y le arrebaté la vida con un nuevo golpe de mi hoja que seccionó su carótida, y terminó alojada entra las costillas del otro desgraciado, tres fuera, en apenas diez respiraciones. Miré por encima de mi hombro y vi que Dakeyras no había estado ocioso, pues en el suelo se encuentra otro de los dos bastardos que apoyaban a Karlio, este por su parte seguía intentando acercarse a mi compañero, no dudé y me interpuse en su camino, Karlio cometió el error de cruzar aceros conmigo, rechacé su ataque fácilmente y mi contestación no se hizo esperar. Mi hoja entró desde su entrepierna izquierda para salir de su cuerpo por el hombro derecho, Karlio cayó al suelo en dos direcciones distintas, una última flecha de Dakeyras arrebató la vida del último de los contrincantes, o no es así... Pasos, muchos pasos, como de diez o más se acercaban a toda prisa, quién sabe si la guardia o, más probablemente, otra tanda de asesinos...




Dakeyras levantó una alcantarilla y me hizo señas para introducirme en ella, “me fio de este hombre”, está claro que él había visto algo que a mí se me había escapado, me lancé a su interior, pero perdí la concentración por un segundo, un segundo que me costó caer de bruces entre las aguas fecales de la ciudad, herido solo en mi orgullo, miré hacia arriba con la esperanza de que mi compañero no hubiera visto tal torpeza por mi parte, una figura enjuta apareció entre la oscuridad de las cloacas.


-Rápido venid conmigo si queréis salvar la vida- este tipo había llamado a Dakeyras a escapar por las alcantarillas desde unas rejillas al píe de la pared del callejón.


Cloc, cloc, cloc, ese sonido nos acompañó, claramente el individuo necesitaba muletas o unos bastones para moverse, eso es lo que creía Dakeyras. La realidad era mucho más impactante pues se trataba de miembros de madera, ambas piernas seccionadas eran de palo, y con todo una muleta le ayudaba a andar, de ahí el triple “cloc cloc cloc” con cada paso. Este hombre bajito habrá tenido que sufrir una terrible desgracia, pensé.


Finalmente, tras recorrer las laberínticas alcantarillas llegamos a una puerta que guardaba su escondrijo, las escaleras bajaban empinadas, sin barandilla, abajo se veía una sala diáfana, olía a una mezcla de alcantarilla y productos químicos (cloroformo, éter, etc.). Había tarros con cosas extrañas flotando ¿fetos?, botes, calaveras como pisa papeles, componentes alquímicos colgados por toda la estancia... También había un trasgo, su ayudante al parecer, Manaroo. Él se presentó como Balliostro, era muy bajo (1,58m o menos), calvo, con vendas por todo el cuerpo, lo que le hacían parecer un leproso. Capucha tapando su destrozada cara. Le faltaban ambos píes y andaba apoyado en un cayado. Era médicus, estuvo a punto de entrar en la Ordo, pero se enamoró de una chica, Sianna, se casaron, olvidándose de la Ordo.




Era Médicus del pueblo y era feliz, porque también investigaba, eso llamó la atención de los Mantos Negros. Le investigó Nicomo, le atrapó y torturó, también a su mujer e hija (de apenas dos años), las cortó en trozos y se las comió delante de él... luego empezó con él, tras deformarle la cara y el torso, se comió sus pantorrillas y gemelo derecho. En ese momento llegaron más Mantos Negros y escapó, gracias a los conocimientos de medicina, sobrevivió. La historia que nos contaba era espeluznante.

-Nicomo Lanseli es un caníbal, se comió mis dos piernas, y parte de mi cara... he visto como mirabais la ejecución ¡Quiero que despedacéis a ese demonio! Ese tipo... Lanseli... No es humano, sino un demonio. Mira mis piernas, ¡mi rostro! ¡Él me destrozó, me desfiguró…! ¡Me devoró! ¡A mí familia también!-, poco a poco respiró tranquilizándose, -Obviamente tengo algo que ofreceros a cambio, yo tengo ojos y oídos por todo Kurun, y hace algo más de una semana vi como una mujer muy bella partía junto con otra también, pequeñita y guapa, junto a una niña y un bebe. En un carro... os diré hacía dónde, si matáis a Nicomo Lanseli y a su verdugo por mí.


Tras la descripción de su desgracia y como hombre de honor no podía pasar por alto las súplicas de este hombre que, momentos antes, nos salvó la vida, pues fue él, el que puso sobre avisó a Dakeyras y le indicó la ruta de escape por las cloacas. A pesar de todo yo tenía una cita con mi padre y no podía asistir de esta guisa, lleno de restos de barro, heces y mal olor, me dispuse a marchar con la promesa de regresar al alba, Dakeyras si hizo noche en compañía de Balliostro y su criado trasgo.


Me dirigí a la posada y a asearme de la nauseabunda inmundicia en la que momentos antes me había impregnado en las cloacas, la solución fue darme un baño en el río, y de esa guisa llegué al León Rampante, me cambié con la única muda que poseía, modesta, pero al menos limpia, por suerte, al menos, llegué a la cita a tiempo.


Con amabilidad y buenos modales, cené con mi padre, al menos la amabilidad que me ofrece mi padre cuando no hay nadie más delante es algo, fría, pero algo. Hablamos de cómo había ido este año que me he distanciado de la que hasta entonces era mi casa, al relatar como me enfrente a la gran bestia del río y como la hice huir, en una misión en Davokar bajo las órdenes del Ordo, me pareció vislumbrar en los ojos de mi padre un atisbo de orgullo, como me miraba antes del cambio, este orgullo se hace patente cuando mi invita a visitar madre y a mi añorada Ysolda, hermana ya queda menos para estrecharte entre mis brazos...


DAKEYRAS


Tras las primeras luces del alba compruebo que mi nuevo compinche ha vuelto al escondrijo de Balliostro. Puede ser un tipo estirado, un tanto racista, cosa que no me extraña tras el encuentro con su padre en el mercado, pero bueno, parece “hombre de palabra" no sé aún si fiarme totalmente de él, pues su padre parece tener un acuerdo con el odiado Maximilian, pero el hecho es que esta aquí, para ayudarme en la búsqueda de mi pequeña familia. Parece que para él la familia es muy importante, eso me da confianza, pero a la vez siembra en mí la semilla de la duda, pues ¿de qué parte se pondrá si por desventura nos enfrentamos a las fuerzas conjuntas de Maximilian y el Conde de Styrkia?


Planeamos el próximo movimiento para asaltar la casa del Manto Negro Nicomo con ansias de carne humana, es increíble pero mis habilidades no dan el fruto deseado callejeando por la ciudad, pero la información de Angar es precisa, y su disposición para la tarea total, no sé qué cenó con su padre, pero parece acudir a mí con fuerzas renovadas.


El plan está trazado, cenaremos con el Manto Negro, nos autoinvitaremos, y espero que no seamos nosotros la cena del infame Nicomo Lanseli.


Hemos vigilado su casa, tenemos puerta delantera y trasera controladas. Incluso una ruta de escape. Valoramos muchos cursos de acción, pero nos decidimos por el directo...


Nos plantamos en la entrada de la casa de nuestro anfitrión, un siervo nos abre la puerta y, tras la autorización de su amo, entramos en su hogar. Escudándonos en cuando nos conocimos en la campiña cerca de Pozohondo, y en cuando hablamos hace unos días en el patíbulo, logramos convencerle para “charlar”. Todo parece normal, la conversación en principio banal, se dirige en un momento hacia el caso del proscrito Balliostro, la expresión de los ojos de Angar en un momento dado me indican duda en mi compañero, ¿será el Manto Negro inocente de las acusaciones? Tengo que asegurarme antes de actuar, con la excusa de ir a la letrina, me escabullo y registro la casa, en la segunda planta, en un despacho, encuentro documentación donde Maximilian le pide ayuda para localizar a mi mujer e hija, no hay tiempo que perder, tengo que proteger a mi familia de este monstruo... Al regresar a la mesa Nicomo Lanseli se ha ausentado, pues suyos era los pasos que escuché y me pusieron en alerta.


Angar me indica por la puerta por la que desapareció, nos aventuramos escaleras abajo con una excusa a uno de los mayordomos. Nicomo nos invita a entrar en esa estancia de tortura y muerte, allí nos espera su vasallo y verdugo, un gran can negro y él mismo, preparados para la lucha. Rápidamente nos envuelve la violencia, mi objetivo está claro, y mis flechas vuelan como halcones hacia el mantonegro corrupto, desgarrando carne y haciendo brotar ríos de sangre, me embriaga una extraña ansia de sed al ver brotar el líquido escarlata, una tras otra las flechas impactan en Nicomo, que pese a tratar de embrujarnos con algún sortilegio corrupto termina refugiándose tras un pilar.


En un momento dado, recuerdo que Angar también está en el combate, miro por encima de mi hombro, hacia los sonidos metálicos que proceden de mi espalda, ese Angar lucha como un titán, me recuerda por un segundo a un gran amigo que perdí recientemente, de hecho y tras ver cómo eliminaba al verdugo, el espanto me sobresalta pues ha pecado de confianza y ha dejado que el enorme perro salido de los infiernos se abalance sobre él, desde mi perspectiva da la sensación de que le va arrancar la garganta de cuajo, pero con un asombroso movimiento, se zafa del ataque y desde el suelo y con el mango del mandoble aplasta el cráneo del animal. Nicomo aprovecha esta distracción para huir a otra habitación, le sigo y entre penumbras atisbo al bastardo, una última flecha acaba con su vida, atravesándole la garganta. Me dispongo a investigar la estancia, cadáveres colgados adornan la infame habitación (los mismos que viera decapitar en el cadalso hace pocos días), a su vez gritos de alarma procedentes de la planta de arriba, Angar haciendo acopio de fuerzas sale como una exhalación del sótano para acallar las voces incriminatorias, recojo del suelo la espada del Manto Negro como prueba para el pobre Balliostro, y que cumpla su palabra, también me invade la duda de si Angar podrá acallar a los dos siervos del Manto Negro.


Parece increíble y pese a la dificultad lo hemos conseguido, sin más muertos. Y parece que nuestra identidades quedarán en el anonimato, no conseguiremos el honor de que se conozca a los héroes que liberaron este mundo del Manto Negro caníbal y corrupto, pero el consuelo de hallar a mi familia sana y salva me reconforta. Acudimos a Balliostro, y tras pasar allí una noche nos preparamos para partir (mmm esa noche tengo pesadillas, oscuras, no duermo, intranquilo, y en ese duermevela, por primera vez me planteo si Balliostro ha podido utilizarnos y ser él el corrupto... ¡No!, ¡tonterías! Me ha dicho dónde está mi querida Valeria...).




Están en Hirot ¡qué imbécil soy! ¿Dónde si no?, mi carta ha llevado a mi querida, y mucho más ingeniosa que yo, mujer a lugar seguro donde mi escrito dará veracidad a su testimonio, y granjeará protección para ella y para el resto. Allí tengo viejos aliados, que si se presenta como mí mujer le darán cobijo...


No obstante parto junto a Angar hacía los peligrosos yermos de Nueva Berendoria, en tres días llegamos a Hirot y los recuerdos se agolpan en mí mente. Allí me reencuentro con ellas, Broegan las ha cedido una de las muchas casas vacías tras la maldición, no se puede decir que en Hirot haya carestía de vivienda. Valeria y Galda están actuando como costurera y partera respectivamente... En fin, abusaremos unos días de su hospitalidad y la de Jarl Broegan, bien merecido lo tenemos...


... ... ...


EPÍLOGO:


Una paloma surca los cielos llevando consigo la esperanza de que llegue el mensaje que porta a su destinataria en Yndaros.





Carta de Angar a Ysolda

(Utilizando un código personal que solo ella conoce, y que usaban de niños

y que sería incomprensible para cualquier otro que leyera la carta)


... ... ...


Bueno y hasta aquí el rolato de esta sesión y el comienzo de una nueva temporada. Según mis cálculos, la próxima también será cortita y sin mucho nexo con la trama que se abrirá poco a poco (aunque saldrá un tema que ya salió en las primeras aventuras) y tras esta, tengo la intención de que visiten cierta colina lodosa que afecta la mente de aquellos que en ella buscan tesoros...


Si el Manto Negro Nicomo era o no culpable de canibalismo, se decidió con una carta cogida por uno de los jugadores al azar y guardada a buen recaudo en una caja al principio de la partida. Si era Negra, sería “el malo”, si era Roja sería “inocente”, si era un Joker sería lo que los jugadores quisieran que fuera... Además, yo sí lo sabría al mirarla, pero ellos decidirían si lo quería saber (jugadores, que no PJs) o no... lo que salió si irá viendo reflejado en las partidas, de momento me lo guardo :) (los jugadores decidieron saberlo).



Y, como siempre tras un rolato, el estado actual de los PJs, muertos incluidos:




Marcados saludos.-

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