Aventuras en la Marca del Este, un retroclón español de la caja básica de D&D.

El Clan del Lobo Gris, aventureros proscritos, los últimos de su clan.

Estas son las crónicas de nuestras aventuras, con este magnífico sistema.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Expedición a Ig-Nagor


Buenas,

Pues nada, después de explorar las Cuevas del Caos, nuestros aguerridos héroes habían regresado a Robleda. Disfrutaron durante un par de días o tres de las mieles del éxito, sus bolsas mermaron mucho más fácilmente de lo que les había costado llenarlas. Disfrutaban de descanso en una de sus posadas favoritas, La Hidra sin Cabeza, cuando un antiguo reino enano, ahora llamado Ig-Nagor, iba a cruzarse en sus destinos... Os dejo con el “rolato” de Miri, con algo de retraso, porque hace casi dos meses que la jugamos, pero más vale tarde que nunca:

Era una noche cerrada, nuestros intrépidos héroes estaban en una taberna tomando unas cuantas cervezas (algunos unas cuantas de más), cuando entró un enano, Erik Hunar que les ofreció una nueva misión para demostrar su valía: Ir a Ig-Nagor, antigua ciudad enana, ahora conquistada por goblins y trasgos, y recuperar la corona del Clan de Mordin, del cual Erik era el último descendiente.

Nuestros héroes aceptaron tal reto. Pero, Kinino, que esa noche campaba por la ciudad en turbios asuntos, no estuvo presente cuando partieron al alba. Para llegar a su destino, decidieron contratar a un pescador pueblerino para que les llevara con su barca por Arroyo Sauce hasta Villorrio del Estrecho por 4 monedas de oro. El pescador junto a su hijo manejaron hábilmente la barca para en apenas dos días llegar a la ciudad costera. En el camino intercambiaron cientos de anécdotas. Y Erik contó la historia de Ig-Nagor: “Hace ya cerca de 60 años, el reino enano de Kur-Argor, situado en las Montañas de Lomas Brunas, cayó bajo asedio de un poderoso ejército de trasgos, venidos desde las tierras de Cuenca Troll aunados bajo el emblema de Jug an Gaujur (“Jug el grande” en idioma trasgo). Koraz “barba de Sauce” soberano del reino enano estableció una dura defensa que mantuvo en pie a su gente durante una guerra que duró más de dos años. Pero finalmente, la ausencia de suministros, y la imposibilidad de salir al exterior debido al asedio, supusieron el punto y final para la dura contienda. Dos años, tres meses y veintiún días después (según el cómputo de La Marca) los trasgos consiguieron acceder a la cámara real donde el rey cayó abatido por un descomunal troll. El reino de Kur-Argor fue conocido desde entonces por los enanos como Ig-Nagor (“la montaña robada” en el idioma enano), mientras que los trasgos la refundaron como Garaj og Brofor (“la caída del enano” en idioma trasgo). Sus riquezas se perdieron para siempre y sólo unos pocos enanos consiguieron escapar arrojándose desde más de 50 metros de altura al cauce del río Onel, que dirige sus aguas por debajo del gran puente de entrada. Muchos murieron en el intento, pero los que consiguieron llegar hasta las tierras de Castalar y más allá, hasta las mismísimas tierras de Malvalar, hablaban de un reino perdido para siempre y de la derrota del rey en su propio salón del trono. Ahora, cerca de los cincuenta y ocho años después, los rumores que los comerciantes traen desde la zona, hablan de un gran ejército trasgo que huye de Lomas Brunas, y del posible abandono del antiguo reino enano...”

Tras cuatro largos días de camino, llegaron a Barrio Hirviente, donde decidieron hacer noche. Ya en el quinto día, se dirigieron a Lomas Brumas, donde, en la espesura, se encontraron con cuatro goblins y un gigantesco ogro con ganas de pelea.

El valiente clérigo, Alexander, cargó sin dudarlo contra los enemigos, llevándose al otro mundo a uno de ellos. Siguiendo a su compañero, nuestro paladín, Omadón, embistió al grupo de goblins y consiguió derrotar a otro con un hábil movimiento de espada. Robbert, el mago, también mató a otro goblin con uno de sus rápidos virotes. Luzandoriel, nuestro querido y afamado elfo, quiso probar su presteza contra el ogro, pero éste consiguió esquivar su afilada espada, por suerte para él. Alexander, más valiente que ninguno, agarró por la espalda al ogro y le retuvo con conjuraciones divinas para que Omadón le acertara un rápido espadazo en la tripa. Keldon, el explorador, quiso sorprender a los atacantes, por lo que se adentró en el bosque, desapareciendo de la vista de amigos y enemigos.

Mientras tanto, a pesar del duro golpe asestado por la espada, del paladín, el ogro seguía en pié e intentando liberarse de la dura presa mágica que Alexander ejercía sobre él, así que Luzandoriel, raudo y veloz, se dispuso a atacar con su espada donde más le puede doler a cualquier ser viviente varón, en sus testículos. Viendo que sus amigos tenían controlado al ogro, Robbert decidió atacar al único goblin que quedaba vivo. Preparó su ballesta y acertó su diana, pero tan sólo consiguió herirle en una pierna. De repente, y sin que nadie lo esperara, apareció desde la espesura del bosque una flecha que acertó de lleno al ogro, dejándolo moribundo. Era una flecha de Keldon, que reapareció en la escena en el mejor momento. Viendo la situación, Alexander se dirigió hacia el único enemigo aún vivo, el goblin, asesinándolo de un mazazo. Para asegurarse de que no les diera más problemas, Omadón remató al ogro, venciendo así definitivamente al grupo enemigo.

El enano, después de la batalla, se sinceró con el grupo diciéndoles que ese clan de goblins eran los que les habían arrebatado Ig-Nagor. El grupo en concreto, parecía venir de esa dirección. Tras la pelea, nuestros héroes estaban cansados, mas no pararon y siguieron su camino. Cuando entró la noche, durmieron por turnos, no querían estar desprevenidos si aparecían más goblins.

Salió el Sol y volvieron a reanudar la marcha guiados por el enano, quien les guió hacia un paso de montaña coronado por un acantilado por el que consiguieron pasar con destreza. Era la forma de llegar a Ur-Anagar, una puerta de vigilancia y secundaria de la antigua ciudad enana, pero... no iba a ser todo tan sencillo. Una vez en la pequeña explanada que daba entrada a Ur-Anagar, de repente oyeron un ruido, parecía que alguien iba corriendo hacia ellos. Todos sacaron sus armas y se prepararon para atacar cuando, para su sorpresa, vieron que cuatro goblins se dirigían hacia ellos, pero no parecía que corrieran a por ellos, sino más bien que huían de algo. Pero, después de la anterior experiencia con los de su especie, no se fiaron y Robbert intentó dar a uno de ellos con su bastón, mas el goblin iba tan rápido que consiguió esquivarlo. Éste, sorprendido, devolvió el golpe hiriendo al mago. Alexander sí que consiguió golpear a uno de los pequeños y traicioneros goblins, que cayó sin más por el acantilado. Keldon defendió a su amigo y disparó al enemigo que estaba enzarzado con el mago. Omadón, con un sublime espadazo, dejó con un brazo colgando a uno de ellos, al que remató con su bastón Robbert. Ya sólo quedaba uno de los contrincantes. Estaba peleando con el enano, pero al final fue Keldon quien consiguió vencerle.

Una vez pasado el acantilado, en un terreno más seguro, Alexander, con su magia curativa, sanó las heridas de Robbert. Una vez estaban todos recompuestos, se adentraron en las profundidades de Ig-Nagor. Repartieron unas antorchas y comenzaron el descenso.

Volvieron a la aventura y abrieron una puerta que daba a una sala. En ella se adentraron el clérigo, Luzandoriel, Omadón y Robbert, mientras el enano y Keldon esperaban fuera. La sala daba a otra contigua que también investigaron. Era una sala de vigilancia con ventanas labradas que permitían observar desde el acantilado el valle de abajo. Por el olor, descubrieron que hacía mucho tiempo que nadie había entrado en ella. Su salida daba al pasillo donde se encontraban Erik y Keldon. Robbert y Luzandoriel fueron hacia el pasillo, pero Alexander y Omadón, decidieron examinar una nueva sala que estaba llena de telarañas. Oliéndose lo que sucedía, Alexander decidió tirar la antorcha y prender fuego a las telarañas de la sala, lo que provocó que 4 arañas del tamaño de ponis aparecieran corriendo por el techo. Como es de esperar, las arañas atacaron. Una de ellas consiguió herir a Robbert, que quedó paralizado. Entre Luzandoriel, Omadón, Alexander y Erik consiguieron matarlas.

A Robbert se le pasó el efecto del veneno de la picadura y volvió a estar consciente.

Alexander y Luzandoriel, una vez se apagaron las llamas, se adentraron en la sala donde se encontraban las arañas y encontraron un cofre. Tras activar la trampa que lo guardaba desde una distancia prudencial, se dispusieron a investigarlo. Éste guardaba un yelmo, un pergamino, 30 monedas de oro y un vial con un líquido negro que Omadón consiguió identificar como veneno Argo, que actuaba al contacto.

Tras varios pasillos y estancias más, la compañía siguió investigando y llegaron a una sala donde había agua estancada. Luzandoriel buceó y encontró una salida que daba a otra habitación donde halló el cuerpo sin vida de un enano, que llevaba puesta al cuello una llave que el elfo cogió. De regreso, una serpiente acuática enorme le atacó, pero consiguió evitarla y así escapar.

Al encontrarse con sus amigos, dio la llave al enano, Erik, y siguieron su camino. Avanzaron en la oscuridad, temerosos, pues el mal se sentía en el aire. Otro encuentro con trasgoides dejó claro que había algo en las profundidades de Ig-Nagor que atemorizaba a los antiguos conquistadores.

Llegaron a una bifurcación y, tras comprobar que el camino de la derecha tenía el aire menos viciado, decidieron tomar esa ruta. Empezaron a derrumbarse partes del techo, cayendo cascotes, dando al elfo y al mago del grupo, pero sin causarles grandes daños. Tras un rato caminando, encontraron el puente de los enanos, Anar-Khaz, y, para su sorpresa, no grata por descontado, vieron que el techo estaba lleno de estirges. A sabiendas de que la luz les atrae, apagaron las antorchas y echaron a correr en la oscuridad, consiguiendo salir sin una sola picadura, pero evitando caer por el puente por más suerte que otra cosa, pues tras pasar Erik y Keldon, que corrían los últimos, el puente se derrumbo, haciendo imposible salir por esta ruta de nuevo.

El puente daba a una enorme cámara plagada de columnas donde se encontraba un troll. Erik comentó con tristeza la terrible perdida que era la caída de Ig-Nagor, pues en esa sala antes se celebraban fiestas y el oro adornaba toda la estancia.

Luzandoriel le lanzó unos proyectiles mágicos al troll y Robbert una flecha con su ballesta. El enemigo grandullón se revolvió y lanzó un garrazo a Omadón y al enano y un mordisco a Alexander, pero falló en los tres ataques. Luzandoriel lanzó con su arco y Robbert con su ballesta de nuevo, consiguiendo herirle. Erik asestó un golpe con su hacha rompiéndole el brazo, que empezó a regenerarse. Omadón fue el que acabó con él clavándole la espada en las tripas, pero fue Alexander quien se aseguró de que el cuerpo no volviera a la vida quemándolo.

Luzandoriel, en su estilo, saqueó las pertenencias del troll, que tenía 320 monedas de oro, un carcaj con cinco flechas de arco largo negras y un escudo oxidado.

Keldon se adentró en una habitación contigua que daba a un balcón en la montaña. En ella había un esqueleto de un enorme dragón y, al intentar coger la cabeza (para asustar al resto del grupo), hizo que salieran dos gusanos carroñeros de las cuencas de los ojos del esqueleto. Keldon salió corriendo, pero los gusanos le persiguieron. Robbert y Omadón estaban intentando abrir unas puertas de hierro cuando vieron el ataque de los gusanos a su compañero. Salieron en su ayuda, pero Keldon ya estaba paralizado y los gusanos intentaban arrastrarle hacia sí con sus tentáculos faciales. Luzandoriel partió por la mitad con su espada a uno de los gusanos y Alexander dio con la cachiporra al otro. Omadón intentó cortar uno de los tentáculos que atrapaban a su amigo, pero falló y, sin querer, hirió al explorador Keldon. Robbert le dio un flechazo y, finalmente, Luzandoriel mató también a este gusano con su espada.

Una vez recuperados todos (gracias al clérigo y el paladín), abrieron, a la fuerza, las puertas de hierro que Robbert y Omadón investigaban y, tras ellas, había un cofre (que sólo pudieron abrir con la llave que Luzandoriel encontró) con 340 monedas de oro, un pergamino, una armadura de bandas, un catalejo de oro, un collar de ámbar y plata y una gema de ónice con forma de lágrima.

Llegaron a una habitación que había sido habitada por los goblins y, de nuevo, buscaron a ver qué tesoros encontraban. Esta vez consiguieron otras 100 monedas de oro, una poción de invisibilidad y un conjuro que Robbert escribió en su grimorio: “Protección contra el Mal”. Ya sin caminos nuevos que recorrer, volvieron a la sala donde habían matado al troll y cogieron un camino de escaleras que descendían en el que había una bifurcación. Erik sólo sabía que el camino de la izquierda descendía hacia las viejas forjas enanas. Decidieron ir por la derecha (un atajo a la antigua cámara real) y encontraron un laberinto hecho recientemente, por lo que el enano y sus viejos mapas no servían de gran ayuda. Continuaron descendiendo en la oscuridad y sin saber hacia dónde se dirigían. Tuvieron una refriega con unos hobgoblins, y por fin Erik se orientó, estaban en la antesala del Salón del Trono.

Entraron en la Sala Real, había multitud de túneles secundarios y nuevas y extrañas excavaciones. Finalmente, encontraron en la antaño gran y esplendorosa sala donde se encontraron cara a cara con el terror que ahuyentaba a los trasgos de Ig-Nagor, un inmenso gusano purpúreo que, con su corpachón, rodeaba el antiguo trono enano. A pesar de tal monstruosidad intentando atacarles, nuestros valientes héroes no cayeron en las garras del miedo y decidieron terminar con él. Fue Luzandoriel quien dio el primer golpe con una flecha de su arco largo. Robbert lanzó sus proyectiles mágicos y Erik y Keldon fallaron en sus ataques. El gusano, enfadado por las heridas que le habían causado, picó con el aguijón a Alexander y mordió al enano, quien le devolvió el golpe con su hacha. Robbert volvió a lanzar proyectiles mágicos y Keldon lanzó una flecha que esta vez sí hirió al monstruo. El gusano volvió a morder al enano y volvió a dar también con el aguijón a Alexander, que de nuevo superó el veneno. Omadón intentó darle con su espada, pero falló y Luzandoriel lanzó una de las flechas negras que habían encontrado.

Robbert, preocupado por su amigo clérigo, le lanzó el conjuro de imagen reflejada y, de repente, aparecieron otros dos Alexander ilusorios para despistar a la gargantuesca criatura. Omadón pensó en reventar el vial de veneno Argo contra la criatura, pero cuando lo fue a lanzar, lo golpeó con una estalactita y el negro veneno le cubrió el brazo. Por suerte y gloria de los dioses, el paladín aguantó el veneno y sólo quedó aturdido.

Keldon le lanzó otra flecha que también le hirió, y el gusano, ya malherido y muy enfadado, se tragó de un relampagueante ataque a Omadón y dio con el aguijón a Keldon, que quedó malherido y paralizado. Pero, para sorpresa de todos, el gusano se quedó quieto y hasta parecía asustado en rus rasgos inhumanos, cuando de repente se vio una espada atravesar su piel purpúrea partiéndole en dos. Nuestro amigo Omadón seguía vivo y, a pesar de estar muy malherido por los ácidos gástricos, sacó fuerzas de flaqueza y mató desde dentro al monstruo purpúreo.

Erik recuperó la corona de Mordin y con una reverencia la guardó en su jubón. Tras la aventura vivida, nuestros héroes partieron del antiguo reino enano. El viaje de regreso a Robleda mezcló sentimientos de pérdida y felicidad, y todos compartían una misma esperanza: que algún día, Ig-Nagor, se llamara de nuevo Kur-Argor.

Y he aquí el final de nuestra última aventura. Sorprendente, inquietante y con un final inmejorable. Espero que hayáis disfrutado leyéndola tanto como yo relatándola. Sólo queda decir una cosa: Continuará...

Conclusión subjetiva (Narrador): Nos gustó bastante a todos, sólo nos atascamos un par de veces y salimos rápido del atolladero. El final fue épico y como tal todos los jugadores se quedaron con ganas de jugar la siguiente :)

Marcados saludos.-

3 comentarios:

  1. Una aventura magnifica! hay ganas de ver la próxima desde el Contemplador.

    Me encantan las reseñas de partidas :-P

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  2. Me ha encantado compañeros, y me alegro mucho de que os haya gustado jugarla :). el momento de robar la cabeza del dragón para asustar a sus compañeros me ha gustado jeje.

    Gracias por tomaros la molestia de reseñarla. Un abrazo chicos.

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  3. Gracias a ambos :)

    Si, ese momento fue glorioso: -“¿Puedo levantar la calavera del dragón y cabe por el estrecho pasillo?”-, miro la aventura, tiro para ver si descubre los gusanos entre los huesos acechándole..., -“Sí, bueno, pesará unos 80 kilógramos (no era un dragón muy grande), más que levantarlo puedes empujarlo o tirar de él. Y sí, cabe por el pasillo”-, -“Vale pues empujo para asustarles un poco, a ver si se creen que es un dracoliche :P”-, -“Je, ¿cuánto tienes en CA sorprendido?”-

    xDDDDDDDDDDDDDDDDDD

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