Aventuras en la Marca del Este, un retroclón español de la caja básica de D&D.

El Clan del Lobo Gris, aventureros proscritos, los últimos de su clan.

Estas son las crónicas de nuestras aventuras, con este magnífico sistema.

jueves, 5 de enero de 2012

La Hija del Gigante de Hielo


Buenas,

Al final hemos recuperado al mermado Clan del Lobo Gris, que quedó muy tocado tras su aventura en Lyrhost. Tras una aventura corta en la que cruzaron Ungoloz, me decidí por hacer La Hija del Gigante de Hielo del ínclito Contemplador, basada en el relato de Conan, los dos personajes tenían nivel 8, así que jugamos solos los tres (yo como narrador). Acción desenfrenada y algunos cambios, porque la verdad para sólo dos AJs se hizo bastante dura. Resumo ambas aventuras.

Tras la funesta aventura dentro de Rocaverde, realizaron un funeral por Alexia y Kael. Incineraron el cuerpo de Alexia en el Bastión Exterior y las pertenencias que tenían de Kael. Reposaron y bebieron tristes por las perdidas.

Sir Crowly les recompensó holgadamente (dinero, credencial para marchamo de entrada, dos buenos caballos de Alameda). Con todo ello partieron hacía Ungoloz siguiendo los rumores de la Legión Púrpura. Tras dos días llegaron a la Puerta Negra, consiguieron el marchamo y la atravesaron. Llegaron a Cricava dónde descansaron. En Augelmir buscaron a la Legión, que ya no estaba en la ciudad, pero se encontraron en problemas por preguntar y tuvieron que salir huyendo (por las cloacas, donde se enfrentaron a un bocón borbotante). Haciendo gala de una gran supervivencia, bordearon el Bosque Umbrio, saliendo de los dominios directos de Ungoloz, llegaron al Bosque del Norte, bordeándolo hacía el este, hacía el noroeste de la Tundra de los Ancestros (dónde se encontraba su hogar, Refugiolobo, sopesando la idea de visitar las ruinas del castillo donde se criaron).


Tras cinco días de marcha remontaban unas pequeñas estribaciones llenas de pinos, el tiempo era helado, nevaba y ya se hacía difícil seguir con las monturas. La nieve cubría hasta allá donde alcanzaba la vista. La estación del Cazador iba a ser fría, muy fría y más, tan al norte. De repente un grito de mujer rompió la calma. Una joven rubia con un niño el brazos era perseguida por varios hombres de aspecto salvaje y cabelleras coloradas, por lo que gritaban, parecían querer violarla. Elgo le dijo a Derek –“Cubreme”- y cargó al galope. Derek comenzó a disparar al perseguidor más avanzado y antes de que éste se diera cuenta de que le atacaban, ya tenía dos flechas clavadas profundamente. Elgo cargó y gracias a la ventaja de ir a caballo y la sorpresa mató a un pelirrojo de dos rápidos tajos. La pelea se extendió algo menos de un minuto. Ambos héroes recibieron heridas pero de menor gravedad, los cuatro asaltantes yacían en el suelo destripados. Elgo los registró repartiendo con su compañero algo de oro y un par de pociones.

Se acercaron a la joven que yacía en el suelo aturdida, rápidamente recogió al bebe, mirando a los aventureros dijo: -“Gracias a todos los dioses del norte. Si no hubieseis llegado habría acabado como mis hermanas... Algunas de esas bestias aun siguen en el campamento. Por los Dioses, ¿Nos ayudareis?”- la mirada de la joven señalaba más allá de un altozano, Elgo no se lo pensó y subió a la muchacha a su negro caballo. Derek recuperó algunas flechas y su espada corta caída y dijo: -“Si todas tus hermanas son tan guapas como tú, más vale que nos demos prisa”-.

Siguieron el camino, aún marcado por las huellas de la joven y sus perseguidores, sobre la caída nieve. Ante ellos bajo el altozano, se encontraba un pequeño campamento/aleda. Unos pocos guerreros pelirrojos continuaban con el saqueo. Una hoguera ardía en el centro del poblado, avivada por media docena de cadáveres. Elgo dejó bajar del caballo a la joven rubia, él cargaría colina abajo mientras Derek escondido iría disparando con su certero arco mágico. La muchacha se escondió junto al ladrón y Elgo cargó, llevados por la sorpresa y el ímpetu inicial, los héroes no tardaron en matar a cuatro saqueadores, pero luego los salvajes pelirrojos se hicieron fuertes y la cosa se complicó, Elgo sufrió algún corte menor y cuando ya casi habían acabado con todos los enemigos y la mayoría de éstos gemían entre una amasijo de nieve teñida de rojo, colina arriba aparecieron diez jinetes rubios.

Ayudaron a los héroes a acabar con la escasa resistencia. Parecían los hombres de la tribu, habían regresado de una partida de caza. La joven con el bebe, acercándose, terció: -“Mi señor, Mijerkahden, estos hombres han salvado el campamento. Fueron esas bestias de los Vanirh, quienes nos atacaron”-. La joven con los ojos anegados en lagrimas murmuró: -“Mi señor, el grueso de su banda de saqueadores se marcharon hace un par de horas hacia el norte, aun quedan posibilidades de darles caza”-.

El cacique rubio dijo con gesto serio: -“Hela se los lleve... Esas ratas, pagaran muy caro lo que han hecho, Humm... Ciertamente las huellas están frescas aun. Su captura no nos llevará más de un par de horas a caballo. Sea, marcharemos en su búsqueda. –El viejo guerrero señaló con su espada a los héroes y añadió. -Os pido ayuda en ésta empresa guerreros. Toda la ayuda será poca”-.

Elgo y Derek accedieron de buena gana, y raudos partieron. La partida la formaban el cacique Mijerkahden, tres de los guerreros rubios (Elvoron, Aegi y Jonhsen) y los dos aventureros. Comenzaron a seguir las huellas y gracias a la habilidad de Elgo y de uno de los guerreros avanzaron, pese a la fuerte nevada. Más cayendo la tarde, se dieron cuenta de que no iban a poder alcanzarlos tan rápido como creían. Así que hicieron campamento al abrigo de una enorme roca y varios pinos. La noche fue fría y difícil, y más cuando recibieron el ataque de un enorme Oso-lechuza, casi mato al joven Jonhsen, pero gracias a los compañeros consiguieron eliminar a la bestia.

La mañana del día siguiente amaneció tan fría y húmeda como la noche anterior. Pronto tuvieron que descabalgar, pues el terreno no permitía avanzar a los jacos. Uno de los hombres de Mijerkahden se quedó con las seis monturas mientras los cinco nórdicos restantes continuaron avanzando. Tras unos difíciles minutos avanzando por terreno abrupto, llegaron a una gran llanura rodeada de afilados escarpados. En el centro de la llanura una docena de guerreros vanirh se obcecaban en continuar, con la nieve por las rodillas, miraron a los perseguidores y profirieron insultos desde la lejanía. Mijerkahden miró a sus hombres: -“Nada de arcos o ballestas”-. Dijo sin apartar la mirada de su enemigo. –“Ésta debe ser una lucha con honor, sólo combatiremos con la espada y el hacha. Y que los Dioses las guíen”-. Derek rió para sí mismo, mientras se deslizaba en silencio por un lateral que ascendía hacía uno de los riscos. Se movió tan en silencio y rápido, que sólo Elgo, compañero de multitud de aventuras en multitud de años, pudo intuir donde estaba.

Los cuatro perseguidores cargaron hacía abajo, mientras los vanirh que los superaban en número tres a uno, se prepararon para recibir la carga. De repente la cuerda de un arco silbó y un vanirh fue herido en una pierna. La escaramuza estalló y la nevada pradera se tiñó de rosa con la roja sangre de los combatientes. En el cielo los dioses nórdicos se cruzaron de brazos para deleitarse con tan grandioso espectáculo. Aunque en desventaja por número, los perseguidores hicieron valer el atacar desde una zona más elevada, así como la mayor habilidad marcial de Elgo y Mijerkahden. Además Derek, con su arco corto y su habilidad para las emboscadas iba diezmando a los salvajes pelirrojos. Finalmente ceso el ruido de batalla, sólo Mijerkahden y Elgo quedaban en píe, y ambos heridos. Derek se unió a ellos.

-“Hoy hemos luchado bien. Esas ratas Vanirh estarán arreglando cuentas, ahora, ante sus dioses. Más, aun queda sangre por derramar antes de que acabe el día. Observad esas huellas...”– Dijo el cacique nórdico mientras señalaba la nieve unos metros más adelante. –“Esas bestias se dividieron. Parece que algunos partieron hacia el oeste”-.

Los tres héroes dispensaron un pequeño túmulo para Jonhsen y Aegi, que habían muerto en la escaramuza. Acto seguido Elgo se puso a seguir las huellas frescas de los vanirh. Tras un par de kilómetros caminando a muy buen ritmo, los tres aventureros entraron en una zona de hielos eternos, sobre una pequeña colina rodeada de una débil arboleda, grandes placas de hielo, en algunos casos superiores a tres metros de altura, tachonaban la vista. Allí, sin saberlo los compañeros, les emboscaban el resto de los asaltantes vanirh. Más Elgo y Derek tenían costumbre de andar con pies de plomo, moviéndose en silencio (arte en la que ambos eran muy hábiles) y peinando el terreno. Así que primero se encontraron con un pequeño subgrupo a la derecha de la colina, los emboscados se convirtieron en asaltantes y eliminaron rápidamente al sorprendido grupo de vanirh. El siguiente grupo sin llegar a coger desprevenido a los héroes sí que hicieron valer de su posición. Más la habilidad de los tres héroes era superior a la de los asaltantes pelirrojos, estos chillaron para que un tercer grupo saliera de su escondite y les ayudaran contra los tres combatientes infernales.

Tras unos minutos de dura batalla, en los que Elgo casi cayó por un precipicio al partirse una placa de hielo, sólo los tres aventureros seguían con vida. Elgo y Derek estaban bastante heridos, y Mijerkahden estaba sangrando por multitud de tajos. Uno de ellos en la frente, hacía que toda la cara estuviera empapada en humeante sangre, confiriéndole el aspecto de un demonio del norte.

Allí, extasiados, en píe mirando el campo de batalla, comenzó a nevar de nuevo. De pronto una débil risa los envolvió. Una figura femenina, con la piel totalmente blanca, cabello rojo y semi-desnuda apareció en la explanada. –“Valientes son los guerreros que se adentran en las tierras del norte... O quizás no sean más que necios”-. Murmuró. De pronto se acercó, un velo hechizado envolvía la escena. Se acercó más a Elgo, lentamente le beso en los labios. El nórdico impelido por un frío preternatural se aparto de ella. La mujer, divertida, dijo: -“Hombres valientes, que demuestran su estupidez al adentrarse en el hielo y la montaña. Portáis juguetes muy interesantes.”- Su mano mostró el “Cuerno del Lobo” –“Es muy bonito...”- La mujer se giró sobre sus talones y comenzó a correr, mientras su risa resonaba en los oídos de los tres héroes.

Elgo comenzó a correr poseído por una furia ancestral, acababan de robarle el cuerno, símbolo de su clan (y ya sólo quedaban dos), era todo cuanto quedaba, del antaño, orgullos clan del norte. Derek miró rápidamente a Mijerkahden, -“Ayúdanos a recuperarlo... es muy especial para nosotros, y no escatimamos esfuerzos en ayudaros...”-. Mijerkahden estaba como absorto, dentro de un sueño... las palabras de Derek le hicieron reaccionar y comenzó a correr junto al ladrón.

La mujer, pese a estar denuda y correr descalza por la nieve, avanzaba a gran velocidad, yendo siempre por delante del grupo. Finalmente llegaron a una gran explanada, se detuvo mientras sonreía con malevolencia. –“¿Os atrevéis a perseguirme? ¿A mí? Necios mortales... Yo soy hija del mismísimo Imir, y vosotros no sois más que hormigas bajo sus pies”-. Dejó caer el cuerno al nevado suelo y gritó: -“¡Hermanos, venid a por mí regalo!”-

De pronto, la nieve comenzó a temblar, hasta que en un violento estallido, se apartó para dejar a la vista la imponente figura de dos gigantes de hielo. –“Ofrid, Hungrelkair, matadlos y devorad su carne, no dejéis a ninguno vivo”-. Grito la nívea muchacha.

Derek pensó rápido y con astucia... gigantes de hielo... ¡Fuego! Rebusco en su bolsa de cinto y con presteza sacó el anillo que había encontrado en el túmulo del Gran Pantano. Lanzaba bolas de fuego, aunque creía que sólo quedaba una carga (si Alexia había acertado con las que quedaban cuando lo encontró). Se lo pasó en el dedo y apunto, murmurando una pequeña orden, del anillo broto una pequeña esfera de fuego que ganó tamaño poco a poco y fue a estallar entre ambos gigantes. Éstos acabaron por el suelo debido a la explosión. Entonces Elgo cargó, impelido a partes iguales por el ansia de recuperar el símbolo ancestral de su clan y por el odio que tenía a los gigantes. Mijerkahden no tardó mucho más en seguirle. Derek sacó su arco y comenzó a disparar como un loco, sin fallar apenas flechas. Entre los tres no tardaron mucho en segar la vida de Ofrid. Pero no sin coste, Elgo recibió un duro tajo en la pierna izquierda y Mijerkahden estaba al borde de la muerte y extenuado. Aun así el rubio cacique dio un tremendo tajo en la pierna del segundo gigante, otra flecha se le clavó a éste en el cuello, Elgo dio dos rápidos tajos en las corvas de Hungrelkair, y el gigante cayó de rodillas. Aún así consiguió alcanzar a Mijerkahden, pero Derek le clavo otra flecha en un ojo, mientras Elgo tajaba su cuello como si se tratara de cortar el tronco de un árbol con un hacha.

La mujer cayó de rodillas visiblemente afectada por la muerte de sus hermanos –“Hermanos... ¡Vosotros, monstruos! ¿De qué lugar infernal habéis surgido?...”– La mujer alzó sus brazos y clamó al cielo –“¡Padre! ¡Mí señor Imir, aléjame de éstos asesinos! ¡Sácame de ésta tierra de locura!”- De pronto, el cuerpo de la mujer comenzó a brillar con el fulgor de un rayo, tan potente, que hubieron de cubrir sus ojos. Por unos segundos los héroes perdieron el sentido.

Cuando recobraron la consciencia, tan sólo estaba el cuerno en la nevada explanada. Ni la mujer, ni los muertos gigantes. Mijerkahden estaba medio muerto, y tuvieron que obligarle a beber dos pociones (que habían cogido de los vanirh muertos) para que recobrara la consciencia. –“La Hija del Gigante de Hielo...”- murmuró anonadado, -“Compañeros, hemos hecho leyenda”-. En ese momento un brillo lejano y un retumbar como de rocas, les hizo mirar al noroeste. Allí, un volcán parecía activo. Mijerkahden parecía visiblemente preocupado, -“Esa es Otkala, la montaña de fuego. Se dice que allí vive la Hija de los gigantes del hielo. Por lo que parece, no está de muy buen humor. Cosa seria, pues se dice que esa mujer es una hechicera de gran poder, capaz de traer a los guerreros caídos desde el propio Vakhala...”- Mijerkahden explicó que cerca del volcán se hallaba el poblado de Finnbogi, un buen amigo. Iba a ir a avisarles y ver si todo iba bien. El cacique recupero su arma y comenzó a caminar... Elgo y Derek se miraron y no tardaron en seguirle. La distancia parecía más corta de lo que realmente era. Pararon para comer y recuperar fuerzas, y pronto debido al frío invierno se les echó el atardecer encima. Encontraron una pequeña gruta para pasar la noche, pero a Derek no le daba buena espina y finalmente acamparon al abrigo de unos abetos y refugiados del viento por unas grandes piedras.

Por la mañana continuaron viaje hacía el hogar de Finnbogi. En el horizonte, la sombra de Otkala se erguía imponente. Un humo negro brotaba de su cenit, mientras un fulgor rojizo iluminaba su pináculo. De repente el volcán estallo y el suelo tembló. Docenas de fragmentos de roca salían despedidos de la montaña de fuego y un río de lava surgía de su boca. Lentamente comenzó a caer sobre ellos ceniza, aunque en un principio pensaban que era nieve. La lluvia de cenizas empezó a ser cada vez más densa dificultándoles respirar. Aceleraron el paso, y de repente del cielo comenzaron a caer trozos de roca. Una, impacto levemente a Elgo. Que tras esto decidió tomar la última redoma que habían rapiñado de los cadáveres vanirh. Corrieron pues quedarse a descubierto era una locura.

Tras esquivar más lluvia de rocas, llegaron a la pequeña aldea, donde descansaron gracias a la amabilidad de Finnbogi y su hija. Pero al atardecer la situación se volvió insostenible, Friedleif, otro hijo de Finnbogi les anunció que decenas de guerreros muertos vivientes resucitados por la Hija del Gigante se acercaban a la aldea. Los dos aventureros, Mijerkahden, Finnbogi, Friedleif y dos hombres de Finnbogi hicieron frente a los zombis. Más una vez acabaron con ellos, los problemas no habían terminado. La misma y malévola muchacha comandaba el ataque. Defendieron la aldea, pero Mijerkahden cayó muerto, la Hija le “resucitó” y además la acompañaban sus dos hermanos, también regresados de la muerte. Elgo hizo sonar el cuerno, y la batalla campal estalló. Mientras Finnbogi y su hijo se intentaban encargar de Mijerkahden y uno de los gigantes, Elgo, Derek y el recién invocado Wullen trataban de acabar con la bruja, pues intuían que si ella moría los conjuros que mantenían con vida a los no-muertos, cesarían.

Wullen, el lobo negro, murió y se convirtió en niebla que volvió al cuerno, Finnbogi estuvo a punto de morir y su hijo Friedlief perdió una mano, pero sobrevivió. Elgo y Derek acabaron muy mal heridos pero dieron buena cuenta de la hechicera, que se derritió como nieve. Los cadáveres animados retornaron a la muerte. En la lejanía, el volcán se calmó.

Finnbogi ofreció la espada de Mijerkahden a los héroes, pero estos se negaron. La cogieron y decidieron volver a píe al poblado de Mijerkahden, entregar la espada y recuperar sus caballos. Habían sido dos días realmente duros y mortalmente helados...

Marcados saludo.-

2 comentarios:

  1. Jeje, gran reseña de la partida. Esperoq ue os gustase jugar esta aventura tanto como a mi crearla... Tengo ñoranza por las tierras de Ungoloz... Quizá deba hacer algo...

    ResponderEliminar
  2. Sí, nos gustó y mucho. Pero le baje un poco la dificultad... eran sólo dos AJs.
    Yo como andan por el norte, a este grupo, me estoy pensando en continuarles con Senderos en la Nieve :)

    Un saludo.-

    ResponderEliminar