Buenas,
Otro rolato más de nuestra
campaña de “El Anillo Único, Segunda Edición”. Alcanzamos ya casi cuarenta sesiones
a esta segunda edición, y hemos concluido la segunda aventura, que más me gustó
al leerla de “Relatos de las Tierras Solitarias”, ya que se visita la tumba de
mí personaje favorito del Silmarillion...
Si vas a jugar esta
aventura/campaña como jugador, no sigas leyendo, por favor, o te arruinaras
parte de la experiencia.
Vamos allá con este rolato,
una carta escrita de Jarno Salvanilla a su hijo y heredero, Pietro:
... ... ...
PRÓLOGO
En la Escuela de Bree, la
profesora Lucía, madre de Jarno, daba clase a los más pequeños cuando una voz
llena de entusiasmo rompió la calma:
—¡Maestra, maestra,
cuéntenos un cuento!
Lucía sonrió, apartando un
mechón cano y rebelde de su rostro.
—Está bien, pequeños —cedió
con dulzura—. Pero solo uno. Hace un día precioso, y después saldremos a jugar
bajo el sol.
Y comenzó:
"Érase una vez tres
gigantes malvados que habitaban un castillo más allá del Viento del Norte.
Por ser tan enormes y
fieros, aquel castillo, aunque imponente, no podía albergar a los tres.
Decidieron, entonces, hacer una apuesta: el gigante que realizara más maldades
se quedaría con el castillo.
El primero, alto como un
roble centenario, descendió a Bree y, con malicia en sus ojos, se sentó a
horcajadas sobre el camino. Cuando algún viajero pasaba, el gigante se agachaba
y lo engullía sin piedad. Además, atrajo a su lado a forajidos y ladrones que,
felices de tener a un gigante como aliado, asaltaban junto a él a todo aquel
que osara cruzar el camino.
En las tierras de Bree
vivía un joven llamado Jaco, mozo del Poni. (¿Acaso no sabéis que el Poni es
más antiguo que la misma Colina de Bree?) Al enterarse de las atrocidades del
gigante, Jaco tomó su hacha y partió decidido a enfrentarlo.
Cuando se encontró con el
coloso, este inclinó su enorme cabeza para devorarlo de un bocado, pero Jaco,
rápido de mente y palabra, gritó:
—¡Espera, no me mates!
Déjame unirme a tus forajidos. Tengo los ojos más agudos que cualquiera que
hayas conocido. Si me subes a tu hombro, seré tu vigía y te ayudaré a encontrar
aún más presas.
El gigante, entusiasmado
por la posibilidad de causar más maldad, accedió. Levantó a Jaco y lo colocó
sobre su hombro, junto a su cuello. Pero apenas se acomodó, el muchacho, con la
destreza de un cazador, desenvainó su hacha y... ¡chop, chop, chop!".
La profesora interrumpió su
relato para observar las caras expectantes de sus alumnos, y con un guiño
continuó, narrando cómo Jaco, astuto y valiente, se convirtió en rey de los
forajidos. Lideró a su banda en una épica batalla contra los ejércitos del segundo
gigante, que había reunido orcos y trasgos a su mando desde las montañas.
El tercer gigante, aún más
temible —"alto como una colina oscura y más imponente que una nube de
tormenta"—, reclamó el castillo más allá del Viento del Norte y desató
un soplo de malicia sobre las tierras de Bree. Decidido a acabar con él, Jaco
partió hacia el norte... pero nunca regresó...
... ... ...
Avivó el fuego de la
chimenea. En la calle el frio helaba los huesos. La casa estaba en silencio y
solo se oía el crepitar de las llamas en el hogar. Mojó la pluma en el tintero
y empezó a escribir:
Querido Pietro,
Algún día, hijo mío,
deberás enfrentar una decisión que marcará tu vida para siempre. No temas, pues
no existen elecciones acertadas o erróneas, solo caminos que se abren ante
nosotros como ramas en el bosque del destino. Hoy quiero contarte cómo tomé la
mía, para que quizás encuentres en mis palabras algo de guía...
Todo comenzó con un viaje a
Lond Daer. Viajábamos junto a una familia de granjeros que había sufrido por
culpa de unos troles (pero esa es otra historia, una que algún día te narraré,
si es que no lo he hecho ya). Al llegar, fuimos recibidos por el castellano de
la reina Nimue, un hobbit pomposo que, tras mirarme fijamente, me llamó el
Heredero.
El Heredero, sí... ¿pero de
qué? Aquellas palabras encendieron una chispa de curiosidad en mi pecho que
pronto se convirtió en un fuego insaciable. Fuimos conducidos al salón de la
reina, donde Nimue llamó a su astrólogo, Aglaen. Aquel anciano, al verme,
proclamó ante todos los presentes que yo era, sin duda, el Heredero que su
visión había anunciado.
El astrólogo relató su
sueño: me vio de pie entre las olas, en la orilla de una isla solitaria.
Empuñaba una gran espada de hoja ennegrecida, enfrentándome a un ejército de
sombras bajo el azote de una tormenta, con majestuosas ruinas alzándose tras de
mí.
En el salón se alzó
entonces la voz de un marinero anciano, quien juró haber visto esa isla en su
juventud, cuando una tormenta lo arrojó allí junto a su padre. La reina,
conmovida por la coincidencia, ordenó una expedición. Así fue como partí en el
barco Ala de Mar, rumbo al helado norte, acompañado por Ramnulf el beórnida,
Naelorin el elfo, Durthor el enano y el propio anciano marinero, Eagre.
El viaje fue largo y arduo,
pero Eagre, diestro navegante, nos guio con seguridad. Durante las noches de
calma, descubrí que no solo pensaba en las estrellas que nos guiaban, sino en
su hija, Elwing, a quien había enseñado a navegar y transmitido su espíritu
aventurero. Hacía dos años que la muchacha había partido en busca de gloria, y
desde entonces no había sabido más de ella. La culpa de haber sembrado en ella
sueños de aventura lo consumía.
Mientras el barco avanzaba
hacia lo desconocido, mis propios sueños eran inquietos. Una y otra vez
aparecía tu madre, reprochándome por haber abandonado nuestro hogar, y en cada
sueño, la veía transformarse en una anciana demacrada, bajo la sombra de una
gran piedra.
Finalmente, tras semanas de
navegación, avistamos un grupo de islas misteriosas. De una de ellas surgió una
manada de murciélagos gigantes, que nos atacaron con ferocidad. Luchamos con
valentía; incluso Ramnulf mostró su lado más salvaje, arrancando de un mordisco
la cabeza de uno de los monstruos. Por fin, divisamos la isla de los sueños de
Aglaen, pero no sin desafío: una tormenta de espíritus nos impedía acercarnos.
Con el esfuerzo conjunto de todos y mucho valor, logramos llegar.
Al desembarcar, encontramos
tres lugares de interés: un campamento de lossoth, unas ruinas imponentes y un
barco encallado. El anciano Eagre reconoció el barco como el de su hija, y,
tras hallar pruebas de que no había viajado sola, decidimos buscarla.
En el campamento lossoth,
fuimos recibidos amablemente, el líder Jagat nos relató que aquellos hombres
habían naufragado buscando cazar una bestia legendaria. Sin embargo, solo
encontraron fantasmas antiguos que comenzaron a acosarlos tras la desaparición
de Elwing en el bosque.
Como no podía ser de otra
manera, nos internamos en el bosque, donde la oscuridad era tan densa que
parecía oprimir el alma. El miedo y la angustia se apoderó de todos
nosotros salvo de Naelorin. Tal vez su valentía fue la que nos inspiró a todos
y llegamos, tras horas de caminata, a un pequeño túmulo en mitad del bosque. Estaba
rodeado de espectros. Parecía como si algo les impidiese entrar en él y por una
razón desconocida no nos prestaban atención. Dentro,
hallamos a Elwing, su mente estaba hecha añicos y divagaba. Pero
no fue eso lo que llamo mi atención. Un esqueleto ataviado con el escudo y
ropajes de Bree yacía muerto y junto a él una espada. Algo me llevó a empuñarla
y nada más tocar su empuñadura mi mente se abstrajo y unas palabras resonaron
en mi cabeza:
Tres
veces vine a este sepulcro, a esta sagrada tierra.
Una
vez, cuando era joven y audaz, y buscaba aventura. Con mis aventuras gané la
gloria a la diestra del Rey.
De
nuevo, el Rey me encomendó una misión sin igual: Destruir la oscuridad oculta
bajo Amon Guruthos.
Pero
mi coraje flaqueó, y huí al oeste, quebrado cual cristal. Forjé una espada y
recobré el coraje en mi ser.
Hallé
valientes compañeros y retomé la lucha.
Mas
no fue suficiente y la oscuridad nos hizo ceder.
Solo
yo sobreviví, huyendo de fantasmas horribles.
Una
tercera vez regresé, a la tercera por fin la vencida. Vine a morir y a
esperarte a la tumba de los héroes.
Cuando desperté de aquel
trance, sostenía la espada en mi mano. Parecía hecha para mí, como si siempre
hubiese aguardado mi llegada.
Mire al resto de mis
compañeros. Ninguno había oído nada.
Decidimos volver al campamento llevándonos a la muchacha, pero su mente
estaba tan quebrada, que solo la magia élfica de Naelorin pudo, al menos,
recomponerla lo justo para que pudiese andar guiada por nosotros.
Cuando salimos de nuevo al
bosque, todos los espectros nos rodearon. parecían furiosos, atados a una
oscura fuerza que los guiaba a destruirnos. Se abalanzaron y cayeron sobre
nosotros como un enjambre de miedo, sombras y oscuridad. Temían al fuego de
nuestras antorchas, pero su odio oscuro les guiaba a destruirnos. Ni los
juramentos de Durthor por sus antepasados en el combate, ni el instinto salvaje
del beórnida, ni la valentía inquebrantable del elfo parecía ahuyentar, ni mermar
el poder de aquellos espectros. Cada vez salían más y más del bosque. Mientras
combatíamos con ellos intentábamos llegar al campamento lossoth, pero el número
de espectros no decrecía.
Poco a poco nuestras fuerzas
menguaban. Mirase a donde mirase veía a mis compañeros rodeados de aquellos
espectros, incluso al beórnida malherido. Y fue entonces cuando desde lo más
profundo de mí, juré sobre la espada, juré que cumpliría el juramento de mi
antepasado, fuese cual fuese. Solo entonces fue cuando la sombra que se cernía
sobre nosotros, en forma de espectros, pareció debilitarse. El ánimo y la
fuerza nos alzaron en la batalla, que, por primera vez, parecía que podía
decantarse a nuestro favor, pero mis fuerzas y heridas me fallaron y caí en la
inconsciencia... cuando volví en mí, estaba en el campamento, junto a mis
compañeros y junto a la espada.
Pasaron unos días mientras
nos recuperamos de lo acontecido en el bosque, antes de que nos adentráramos en
las ruinas. Tras recorrer sus salas, llegamos a un gran salón en la que una
hilera de grandes estatuas que representaban a antiguos héroes conducía a una
puerta que llevaba a lo más alto de la isla.
Un temor se apoderó de mí y
fui incapaz de cruzar la hilera de antiguos héroes. Naelorin y Durthor, armados
de valor la cruzaron. El beórnida decidió quedarse junto a mí. A su regreso
ambos parecían apesadumbrados. En la cima de la montaña encontraron el fantasma
de una anciana, la cual les dio un consejo: “Volved a casa. Vivid y reíd.
Abandonad la búsqueda. Solo la fatalidad os espera”. Pero el elfo y el
enano ya habían tomado una decisión, tal vez hace mucho tiempo, al igual que yo
hace unos días también sellé mi destino y que por mi honor he de cumplir.
Tras estos hechos
regresamos a casa. Dejamos a los lossoth en su hogar y regresamos a Lond Daer.
El anciano marinero había dejado atrás la pena tras recuperar a su hija, que
gracias a la magia del elfo recuperaría la cordura y la salud, con el paso del
tiempo.
Tras este viaje tal vez
todos volvimos más sabios y seguramente con nuestro destino escrito. Consciente
o inconscientemente habíamos tomado una decisión para el resto de nuestras
vidas.
Pietro, tras este viaje,
comprendí que nuestras decisiones nos definen. No importa si elegimos el calor
del hogar o el sendero oscuro e incierto. Lo único que cuenta es escuchar lo
que dicta nuestro espíritu y no arrepentirnos, pues no hay camino equivocado,
solo destinos que debemos abrazar con valentía.
Llegará el momento en el que tendrás que
tomar una decisión similar, que la luz y la sabiduría guíen siempre tus
pasos.
Tu padre, que te quiere.
Jarno selló la carta y la
guardó. Aun no sabía cuándo ni cómo se la daría a su hijo, que, poco a poco, se
estaba convirtiendo en un hombre. Antes de dormir miró de reojo su espada que
descansaba en su vaina en un rincón de la estancia. Luego miro como dormía
Beatriz, la paz que emanaba... Pero ya había tomado una decisión...
... ... ...
EPÍLOGO
Nuestros héroes
emprendieron el regreso a sus hogares, cargando miedo y dudas, pero también un anhelo
insaciable de conocimiento. En Yule, hallaron consuelo entre sus seres
queridos, aquellos que habían poblado sus sueños durante el largo y pesaroso
viaje al norte. Parecía que, al calor del hogar, la niebla de sus mentes se
desvanecía poco a poco...
Sin embargo, en la vasta
Tierra Media, el crepúsculo se cernía cada vez más oscuro. En el Este y el Sur,
los hombres, inquietos como un avispero sacudido, murmuraban entre ellos; los
mensajeros de Mordor habían llegado. La propia Tierra Oscura se alzaba con una
fuerza renovada, preparándose para el conflicto.
En el Bosque Negro, la
sombra crecía con cada estación, envolviendo las raíces y las copas con un
manto de temor. Moria, en el corazón de las Montañas Nubladas, se convertía en
el eje de incontables planes: algunos nacidos de los enanos, otros de los orcos,
y otros aún más oscuros e innombrables.
En las ciudades de los
hombres, como Esgaroth y Tharbad, la corrupción se extendía como una plaga,
alimentada por la malicia de corazones torcidos.
Y en el lejano Norte, donde
los vientos cortan como cuchillas, una colina negra, un monte baldío y sombrío,
volvía a latir. Terrible y antinatural, aquella pústula de vil oscuridad
despertaba con una fuerza malsana, como si la misma Tierra se estremeciera bajo
su presencia.
... ... ...
Y hasta aquí el rolato de
esta última Fase de Aventuras, los héroes volverán de sus hogares a Bree, ya
que tienen muchas preguntas sobre Amon Guruthos, y mucho de su tiempo libre en
Yule lo han dedicado a investigar...
Y vamos con los personajes,
tras esta aventura, en el estado tal cual están ahora mismo:
Aventureros de Sombras sobre Eriador V.9.
Marcados saludos.-