Buenas,
Pues parece que la gente del Clan vamos volviendo de nuestras vacaciones y la cosa se va normalizando, el otro día continuamos con la partida “Aciago encuentro a las afueras de Robleda”, volvimos a jugar los habituales.
Así aconteció:
Los aguerridos héroes vendaron sus heridas... las de Luzandoriel y Alexander parecían especialmente graves y purulentas. Al poco de caminar se dieron cuenta que no les daría tiempo de llegar a la posta. Así decidieron acampar entre varias piedras a resguardo, y haciendo las guardias de la manera más escrupulosa posible. Por la mañana querían partir raudos hacía Robleda y hablar con los clérigos de Valión de la ciudad, con los que Robbert y Kinino tenían buen trato, para ver si podían curar la maldición de sus dos compañeros.
A la mañana siguiente comenzaron a avanzar campo a través hacía Robleda, tras un par de horas caminando llegaron a una posta de camino “Las Cinco Jarras”, alrededor de la pequeña posada habían construido un puñado de casuchas y alguna granja. Parecía un lugar apacible. Entraron en la posta, que a tan temprana hora estaba casi vacía, en una mesa dos ricos (por sus atuendos y joyas) mercaderes atendían sus asuntos, oculto en las sombras había un hombre anodino vestido de gris, del que todo el grupo se percató. En la barra un fortachón posadero limpiaba la barra. Saludo con un lacónico –“Buenos días”-, casi todo el grupo (menos Kinino que se puso a revolotear sin demasiado disimulo entre los mercaderes) se dirigió a la barra y tomaron unas gachas para desayunar, seguidas de un buen licor.
Tras ingerir el tentempié Gaedros pregunto al tabernero con toda la intención y fijándose en la reacción de este y la del tipo “gris” –“¿Parece que anoche hubo lobos?, pasamos la noche al raso y toda la noche el viento nos trajo sus aullidos”-, el tipo “gris” dio un leve respingo y siguió disimulando, el posadero por el contrario frunció el ceño y dijo –“Suele haber lobos por aquí”-, -“¿Tan cerca de la ciudad? Alguien debería avisar a algún alguacil de la Guardia de Vecería y que se encargue de ellos”- dijo Gaedros. El tabernero asintió, -“Así se hará, me encargaré de hacer llegar un mensaje”-.
Luzandoriel, nervioso, y Gaedros no se anduvieron con chiquitas. Se acercaron directamente a la mesa del individuo encapuchado. Gaedros le ofreció una copa de brandy y se sentó. –“Veo que le interesa el tema de los lobos”-, -“Y yo veo que vosotros sabéis más de lo que parecéis”- el tipo parecía perspicaz y directo. Los héroes creyeron entrever un tabardo blasonado con un símbolo igual al del medallón que quitaron del hombre lobo.
No hicieron falta muchas palabras para que Hugh, extremadamente apenado pero guardando la compostura les relatara los sucesos acontecidos: -“Mi señor era Dorian Corven, un mercader de Marvalar que hizo fortuna viajando por todo Reino Bosque. Su orgullo era su hijo Vassil, un muchacho rubio y fuerte que empezó a acompañarle en sus viajes en cuanto pudo. Vassil aprovechaba sus viajes para poder dar rienda suelta a su mayor pasión: la caza. Hace algo más de una luna, el joven fue atacado por un lobo mientras rastreaba a una presa y ya que las heridas no parecían ser de gravedad nadie le dio mucha importancia.
Llegamos a las Cinco Jarras con la caída de la tarde, el señor Dorian decidió que hiciéramos noche. Ya de madrugada me despertaron los gritos... mi señor y yo salimos medio desnudos, preocupados porque no encontrábamos a Vassil... seguimos los ya agónicos alaridos, hasta una pequeña cabaña... quería a Vassil como si fuera un hijo así que me limitare a decir que se había convertido en el monstruo con el que habéis acabado y que tras poner fin a la vida de una familia inocente huyo al bosque.
Mi amo removió cielo y tierra buscando una cura al mal que padecía su hijo, pero ni los clérigos de Robleda pudieron ayudarle, finalmente llegó hasta un Círculo druida no lejos de aquí. A mí no me permitieron entrar en el Círculo pero un día después mi señor apareció con una cura y me ordeno adelantarme para preparan la búsqueda de Vassil. Deje al señor Corven hace casi una semana y no estaba a más de una jornada a caballo así que me temo lo peor.”-
Viendo la posibilidad de una cura para Luzandoriel y Alexander, el grupo le pidió a Hugh que les guiase hasta el Círculo Druídico. El hombre, tras sobreponerse un poco a su desgracia, accedió.
Resueltos, el grupo y Hugh salieron de la posada (para alivio del posadero, que no miraba bien al heraldo), tras que este recogiera sus cosas de su habitación. El tipo miró a ambos lados y murmuró –“Por aquí”-, el grupo se interno en la espesura del bosque siguiendo al mayordomo del señor Corven.
Tras más de media mañana caminando, llegaron a un recodo del camino que bordeaba un enorme peñón. Casi todo el grupo vio una mancha de sangre seca y enorme en el camino. Comenzaron a examinar la zona en busca de señales y pistas. Sea lo que fuera que había sangrado, la cantidad de sangre era enorme. La investigación fue infructuosa, pero tanta sangre no podía ser de un hombre..., -“Mi Señor iba a caballo”- murmuró resignado Hugh. Mientras Gaedros comenzó a examinar la parte de enfrente al peñón del camino, como asesino había emboscado cientos de veces y algo le decía que por el contrario a toda lógica el ataque había venido de ese lado, de entre los matorrales y árboles. Tras un examen minucioso encontró un viejo camino lleno de matojos y zarzas, y por él parecía que habían arrastrado un gran peso, no hacía muchos días.
Así pues tras deliberar llegaron a las siguientes conclusiones: alguien había emboscado a Lord Corven y se le había llevado, junto a su caballo, por el viejo camino. Algunos del grupo pensaron que quizá los mismo druidas, o tal vez su hijo antes de ser muerto por el grupo. Se abrían ante ellos dos posibilidades, ir hacia el Círculo Druídico y solicitar la cura para sus dos amigo, aunque no sabían que precio podían exigirles los druidas o seguir el rastro del viejo camino e intentar encontrar (vivo o no) a Lord Corven, que seguramente llevará encima el remedio contra la licantropía (aunque no sabían si con dosis suficientes para dos). El tiempo apremiaba, pues la hora de comer estaba cerca, y si las leyendas estaban en lo cierto, en esta noche el clérigo y el elfo se transformarían. Así pues votaron: Alexander se mantuvo neutral, Luzandoriel, Robbert y Omadon votaron en acudir rápidamente al Círculo. Gaedros y Kinino en seguir el rastro del supuesto secuestro del señor Corven. Se disponían a partir hacia el Círculo siguiendo el camino principal, cuando para sorpresa del resto Kinino y Luzandoriel comenzaron a discutir, Kinino le propuso al elfo comprar su voto y tres monedas de oro en una partida de póker-dados. Ante el asombro de todos, el elfo acepto, y anonadados vieron como se sentaban en medio del camino a jugar... tras cinco minutos de partida, Luzandoriel ganó y recogió sus ganancias, siguieron el camino hacia el bosque del Círculo. Hugh mientras guiaba volvió la vista hacía el oculto sendero...
Como había dicho Hugh, no tardaron mucho en llegar a un denso bosque de robles y olmos. Estaban entrando en el territorio druida. El grupo se movía en silencio, temeroso y precavido a la vez. De entre la espesura salió un hombre mayor, con una raída túnica marrón de gruesa y basta tela, atada con una simple cuerda, -“¿Qué os trae por aquí, viajeros?”- el druida no pudo evitar mirar al heraldo de los Corven. Alexander se adelantó, -“Ha llegado a nuestros oídos que tenéis cura para la maldición de la licantropía. Y mi compañero (señaló a Luzandoriel) y yo la necesitamos con prontitud...”-, Luzandoriel también se adelantó –“Os estaríamos enormemente agradecidos, más poco os podemos ofrecer por la cura”-. El druida les miró analizando su aspecto y sus palabras. –“¿Puedo examinar vuestras heridas?”- tras unos minutos haciéndolo, el druida les contó que por suerte tenían casi todos los componentes de la poción (pues hacía poco que la habían hecho), pero les faltaba el más importante, la Flor Kadaria, parecida al Edelweiss, que sólo brota cada cien años, en montes rocosos. Posiblemente por la zona haya, pero sólo con horas para buscarla, era algo aventurado... Comenzaba a atardecer así que la inquietud de los héroes aumentó.
Robbert, sorprendiendo a todos, preguntó al druida si podía enseñar una imagen de la flor, o una descripción detallada de ella. El druida les pidió que le acompañaran. Se internaron en el bosque y llegaron hasta un claro. Allí el druida pidió a un novicio un libro. Así le enseñó una imagen al mago. Que acto seguido lanzó un conjuro, sabiendo el nombre de la flor y su descripción, comenzó a sentir un impulso fuerte en dirección sureste, -“Por allí”- señaló Robbert. Rápidamente el grupo se puso en marcha, dejando a Hugh al cargo de los druidas. Caminaron un par de horas por colinas y bosques, luego comenzaron a subir un por encrespado risco boscoso, tras un trecho dificultoso se internaron entre dos rocas a pico apoyadas entre ellas, formando una concavidad estrecha. La señal que percibía Robbert era cada vez más fuerte, ascendieron entre las dos rocas y finalmente salieron a una balconada natural, desde allí había una vista preciosa de los valles y bosques cercanos, y en la lejanía Robleda. Pero la tarde comenzaba a declinar, y el cielo por el oeste comenzaba a tomar un tono rojizo.
Robbert completó su conjuro, en un lateral de la balconada encontró un arbusto con varias flores. Pero algunos de los héroes, de repente, escucharon una especie de aletear. El miedo se instauró en su cuerpo y desenvainaron las armas. Robbert corrió presto a coger varias flores, Gaedros le acompañó y cogió otras tantas. De repente se escuchó un ensordecedor chillido, y un león gigantesco, con cara humana y alas correosas sobrevoló al grupo. –“¡Manticora!” chilló Omadon mientras sacaba el arco y disparaba a la criatura, lo mismo hicieron Luzandoriel y Kinino. La se agitó en el aire y girando su cola con rapidez disparó a púas del tamaño de antebrazos a Luzi, que ágilmente las esquivó. Robbert se cubrió y comenzó a sacar su ballesta. Alexander invocó a Velex para que protegiera al grupo en tan magnífica batalla y Gaedros comenzó a trepar por las rocas para ganar altura, lo hico con extremo sigilo. Los arqueros siguieron disparando flechas, pero a Kinino se le descordó el arco y comenzó a subir también las rocas. Alexander disparó con su honda, pero no alcanzó a la criatura. Tampoco Robbert, así que invocó un haz de energía mágica que inequívocamente impactó en el ser. Luzandoriel imitó al mago, y justo tras eso, Gaedros saltó oculto desde arriba a la grupa del ser, milagrosamente se agarró al nacimiento de las alas y clavó superficialmente su espada en un costado.
Kinino y Luzandoriel fueron heridos por las púas de la bestia. Omadon apuntó con cuidado de no dar al asesino, pero aumento el fallo de su amigo Kinino, partiendo la cuerda del arco. En ese momento Alexander impactó una buena pedrada en la manticora, y Robbert agotó su magia con otro proyectil explosivo. Kinino trato de capturar con un lazo a la bestia, pero por suerte para él, falló. Gaedros esquivó un zarpazo de la bestia y clavó, esta vez muy profundamente, la espada en la grupa del ser, la bestia gruño y se dejó caer de espaldas contra el suelo. Gaedros cayó dislocándose levemente el tobillo, pero gracias a una voltereta, sin más perjuicio. Alexander cargó sin pensar y su mazazo falló por milímetros, Omadon, ahora espada en mano, hirió a la bestia en un ala, Luzandoriel también descartó el arco o la magia y ataco de levedad al ser. Kinino descendió y hacha en mano también atacó. Finalmente Gaedros se levantó cojeando y atravesó el cuello de la criatura, matándola finalmente.
El grupo herido y magullado apenas paró para recuperar el aliento, y comenzaron a descender hacía el Círculo. El atardecer declinaba, rojo sangre, en el horizonte, la noche comenzaba y la luna llena amenazaba con salir. Todo el resto del grupo miraba con suspicacia al clérigo y al elfo, que en la vanguardia del grupo corrían con más ganas que nadie.
Nerviosos llegaron al Círculo y allí varios druidas les esperaban, cogieron la flor con prontitud (desechando las inservibles) y en una marmita sobre un fuego, en medio del claro, comenzaron a realizar la poción. Una claridad mensajera de la luna, se insinuó en el cielo, y el nerviosismo creció en todo el grupo. Pero rápidamente los druidas ofrecieron en un cuenco de madera el espeso y caliente líquido a los dos héroes. Tras recibir la cura, tarde como era, todo el grupo durmió en sacos en el claro del bosque.
A la siguiente mañana el grupo se ofreció a deshacer el enigma de la desaparición de Lord Corven y seguir el rastro que el día anterior habían descartado. Resumiremos la trepidante aventura de nuestros héroes. El grupo siguió el rastro hasta una gruta entre rocas, la caverna de dos enormes ogros. El grupo peleo con bravura y mató a ambos, recuperaron el colgante de Lord Corven y algo de tesoro de ambos brutos. Hugh les estuvo muy agradecido y se separaron en “Las Cinco Jarras”, él partía hacía Marvalar, y ellos estaban invitados el sepelio por el difunto anterior Duque. Así que partieron raudos para llegar a Robleda antes de comer.
Marcados saludos.-
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