Aventuras en la Marca del Este, un retroclón español de la caja básica de D&D.

El Clan del Lobo Gris, aventureros proscritos, los últimos de su clan.

Estas son las crónicas de nuestras aventuras, con este magnífico sistema.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Un encuentro en el camino, una sombra a las puertas y un viaje al hogar

 


PRÓLOGO:

La confianza es como el cristal. Encantadora, pero sólo un necio apoya demasiado peso en ella.

... ... ...

Un pequeño grupo viaja por los caminos, un pequeño trasgo acompañado de, una también, pequeña cerda jabalí y un mantonegro que monta junto a una joven encapuchada, parece que la pequeña criatura guía la comitiva, se dirigen a la ciudad conocida como Fuerte Espina ciudad de buscatesoros y otros de su calaña, al parecer allí han establecido su hogar y su forma de ingresos cuando necesitan táleros. Pero algo les acosa, una bestia del bosque de Davokar les da caza, y no son suficientes para vencer a tal amenaza, las bestias de monta están nerviosas y desvelan fácilmente su posición, pero la abominación del bosque, que sigue sus pasos, no necesita esa ayuda, ya que su olfato es más que suficiente para dar caza a su presa.

El trasgo percibe la trampa de la bestia, pero es demasiado tarde el enorme cerdo salvaje hace acto de presencia, el gran abojalí renacido de seis patas los embiste, las monturas de los desdichados se encabritan el mantonegro yace en el suelo junto a la dama, no han sufrido daños por la caída pero han quedado demasiado expuestos al ataque de la bestia, el valeroso trasgo carga con su lanza junto a su fiel animal, el ataque es infructuoso, la bestia se revuelve y por un instante cambia de objetivo, todo parece perdido... Es entonces cuando una figura desconocida hace acto de presencia, se interpone en el ataque llevándose un tajo en el hombro del escudo por uno de los colmillos del animal, la mujer sonríe y un extraño fuego brilla en sus ojos.

Con una salvaje reacción, salta hacia la bestia con un solo objetivo, dar un tajo mortal que separa la cabeza del animal de su cuello, el cuerpo de la bestia se desploma segundos después de que su cabeza yaciera en el suelo, los espasmos del animal siguen agitando sus extremidades mientras que la extraña joven mira a los viajeros con sed de sangre en sus ojos... Se dirige hacia ellos y el mantonegro conjura el fuego de Prios entre sus manos pero justo cuando Tanis Medianoche va a liberar su poder contra la mujer, esta parece fijarse en los profundos ojos verdes de la misteriosa joven ignorando al mantonegro, la visión de tal belleza hace recobrar la cordura a la salvaje bárbara, se toca el hombro herido, mira a los viajeros y se presenta: -“Mí nombre es Yagaba y mi profesión cazar bestias como esta, llevaba tras ella ya un par de lunas pero la bestia ha demorado su ritmo. Al parecer me habéis servido de cebó para cazarla, esta bestia me proporcionara unas buenas monedas, ¡brindemos por ello!”-, afirma ofreciendo a la dama, en primer lugar, un trago de su pellejo...

Juntos se encaminan hacia la cercana Fuerte Espina...

 


... ... ...

Hoptar se caló aún más la capucha... ¡Era intolerable!, llevaba vagando días sin rumbo tras la desastrosa expedición de caza... sus pasos le habían llevado, quién sabe si al olor de los táleros, a la famosa ciudad ambria de Fuerte Espina, pero... ¡querían cobrarle dos táleros por entrar! Estos ambrios están completamente locos, pensó. Y eso que había ocultado con el manto sus rasgos trocalengos...

Un amable comerciante le dijo que a una hora a buen ritmo podía encontrar Brezoscuro, donde no le “robarían” por entrar. Hoptar probó suerte, y tras días de dormir a la intemperie, de comer lo que buenamente cazaba o de lavarse en las heladas aguas invernales, pudo dormir en un lecho, comer un buen cuenco de guiso y un pichón al horno y lavarse en una tinaja de agua tibia.

Pero hasta ahí dieron sus exiguas monedas. Así que al día siguiente volvió a Fuerte Espina, todo el mundo decía que no había sitio igual para hacer fortuna. Había mucha gente para entrar por la Puerta Sur, así que se dirigió a la Puerta Este, la fila de granjeros, viajeros y comerciantes no era tan numerosa. Aunque... Hoptar vio con desilusión como mostraban un anillo y entraban o pagaban religiosamente un tálero por pierna, pata o rueda... ¡Qué la Reina Araña me lleve, y luego me llaman a mí avaricioso! Mmmm, entre ambas puertas había un amplio trecho de muralla sin torres de vigilancia. Hoptar no pensó en las consecuencias de que le pudieran coger, actuo por impulso llevado por la curiosidad... en pocos latidos de corazón estaba arriba de la muralla, a lo lejos se acercaba un guardia paseando entre las torres de ambos portones. Subió la cuerda deprisa y se descolgó por el otro lado sin ella, rápido y silencioso como una sombra.

Al otro lado, las calles, plagadas de edificios de madera, eran estrechas y estaban atestadas dada la cercanía de la Puerta Este... Y allí los vio, un grupo curioso, un petulante manto negro apoyado en una vara, un trasgo tuerto con un pequeño jabalí, y dos mujeres que parecían charlar animadamente, una bella como el sol del atardecer y la otra, ¡por la Madre Tierra! Más fea que los nudosos árboles de Davokar la Oscura...

 


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Darda tocó otra vez el saquito atado al cuello, allí había guardado un puñado de las cenizas de Vadakh... la incineración había sido a las afueras de Kastor, solo había estado ella y el amigo de Vadakh, Fenyek. Le caía bien el trasgo, ahora analizándolo fríamente se daba cuenta, claramente, de que le salvó la vida ante su obcecación en la mina...

Más tarde y ya más recuperado, Tanis rezó por Vadakh, parecía entristecido y sincero. Y ahí, empezó a ver al manto negro con otros ojos. Cuando cumplió su promesa de no decir nada del Templo de los Muchos a sus superiores comprendió por qué Vadakh confiaba en él.

Ya nada la ataba a Kastor, Garala había sido vengada y la trama descubierta. Así que decidió volver a ver Fuerte Espina después de unos cuantos años.

Viajo con Tanis y Fenyek, la verdad, los estaba cogiendo cariño. Así que poco a poco, durante ese último mes, se había acercado más al manto negro, discerniendo entra la aparente frialdad y una búsqueda de cariño honesta. Finalmente pasó lo que tenía que pasar...

Pero ahora debía emprender un viaje. Frente a las llamas, había prometido arrojar parte de las cenizas de su primer amor a la laguna de las cataratas, donde tanta gozo hubo en el pasado. Se encomendó al Explorador y apretó las cinchas de su mochila, atravesó la Plaza del Sapo y la Puerta Norte, había un largo trecho hasta el norte del lago Volgoma...

 


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EPÍLOGO:

Sebona, capital de Nueva Berendoria. En la modesta fortaleza del Duque Alesaro Kohinoor en la ciudad fronteriza, el Conde de Styrkia disfrutaba de una copa de vino dorado y una meretriz facilitada por su anfitrión.

Sorbio un poco de vino y la joven meretriz se tapó con una piel de oso y salió de la habitación. Hacía frío en Sebona, en toda Ambria hacía más frío que en su añorada Alberetor, pero en Nueva Berendoria la diferencia era mucho mayor... además aquel año el invierno estaba siendo, como los bárbaros decían, un invierno Istaro, especialmente frío...

La puerta sonó pocos segundos después de salir la prostituta. -“Señor, soy yo, su mayordomo, traigo noticias”- Abeldo dio permiso para entrar a su sirviente.

-“Su señoría, han llegado noticias del sur, de su castillo, así como de la ciudad de Kastor”.- Bien pareciera que el mayordomo no quería terminar de contar sobre las noticias...

-“Habla, ¡maldito seas!, no tengo toda la noche”- espetó el Conde.

-“Señor, son sus hijos... ya nos llegó la noticia de la fuga de Ysolda ¿Cierto?, pues nuestro agente la siguió hasta Kastor, donde, al parecer, habría quedado con el proscrito Angar... nuestro agentes a punto estuvo de capturarla, falló inmisericordemente en capturar a Ysolda, pero al parecer mató a vuestro hijo no sin antes haberle cortado el brazo derecho, por osar levantarlo contra vos, quizá eso le sirva como excusa...”.

-“Para empezar no es mi hijo”- dijo Abeldo con desprecio, -“¿No capturó a Ysolda?, ¿qué pasó con ella?”- inquirió el Conde.

-“Al parecer también murió en la catástrofe de Kastor, una intriga, una especie de golpe de estado, al final todo fue controlado por el ejército del sobrino de nuestro anfitrión, el Duque Gadramei, pero al parecer vuestra hija se contó entre las bajas...”.

Abeldo sopesó las palabras, un leve estremecimiento se asomó a su corazón, algo parecido a una calmada tristeza, -“Vete, he de pensar en lo que me has contado”-. El mayordomo se inclinó en un saludo y salió de la habitación.

El Conde de Styrkia sintió la fría brisa proveniente de la ventana, ¿no la había dejado cerrada?, Abeldo se giró y levantándose de la cama en la que había estado sentado durante toda la charla, se dirigió a la ventana... Pero, allí, en el alfeizar de la ventana había una mujer ¡maldita sea, ¿cómo?... Iba poco abrigada, como si el frío de afuera no la afectara, parecía alta y fuerte, y sus ojos... sus ojos tenían el iris amarillo, y su mirada era peligrosa. Pareciera que su piel exudara frío. Abeldo cogió la empuñadura de su daga, pero la mujer levantó las manos para tranquilizarlo, sus palabras parecían hipnóticas.

-“Tranquilo Conde, me llamo Giskay y conozco a su hijo... Nada sé del destino de su hija, pero su hijo no está muerto, se lo aseguro”-, con gestos firmes pero tranquilos sacó algo de un bolsillo interior, parecía un cabello, un largo cabello blanco. –“Puedo encontrarlo... si usted quiere”-.

-“¿Cuántas veces tengo que decir esta noche QUÉ NO ES MÍ HIJO?”-...

 


... ... ...

 

Estado actual de los PJs: Héroes de Symbaroum.

 

Marcados saludos.-

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