Buenas,
Últimamente por temas complicados estoy jugando menos de lo que me gustaría, pero bueno, por fin continuamos con penúltima aventura de la campaña de “El Anillo Único, Segunda Edición; Relatos de las Tierras Solitarias”. Con el Ojo del Arquero cruzando todas las noches el cielo, nuestros héroes comienzan a encontrar pistas que les ayudaran a localizar Amon Guruthos, la Colina del Miedo. Eso sí, el periplo no estará exento de peligros.
Disclaimer: Si vas a jugar esta campaña como jugador, no sigas leyendo, por favor, o te arruinaras buena parte de la experiencia.
Este rolato lo realiza el bardo enano Kvarek:
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PRÓLOGO I:
Las heridas sufridas en la guerra de los enanos y los orcos aún están abiertas y sangrantes. Hace doscientos años, los orcos de Moria mataron injustamente a Thrór, que había sido Rey bajo la Montaña. En respuesta, las siete Casas de los Enanos se reunieron para vengarse en nombre del heredero de Durin, y durante seis años libraron una guerra sangrienta en los lugares oscuros bajo las montañas.
Desde Gundabad hasta los aleros de Fangorn, desde las Montañas Azules hasta las Colinas de Hierro, resonó el grito: ¡BARUK KHAZÂD! ¡KHAZÂD AI-MÊNU!
Pero a medida que ha crecido el poder de Mordor, los orcos han regresado a sus guaridas y fortalezas en las Montañas Nubladas y en los malhadados confines del Bosque Negro. Y no han olvidado las heridas que les infligieron los enanos…
PRÓLOGO II:
El Ojo del Arquero seguía cruzando el cielo del norte al suroeste. Su fulgor verde emanaba la proximidad de un mal acechante y nefario. Su estela arrastraba consigo la proximidad del cumplimiento de la Profecía de Rael, que hiciera casi mil años atrás... “Cuando la primavera llegue a la tierra, pero el invierno la tenga aún agarrada con gélida mano...”.
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Kvarek, hijo de Kaldun, ministril enano, ascendió de un brinco al altillo de piedra, donde las antorchas daban luz y las sombras danzaban al compás del fuego. Su tambor reposaba junto a él, presto a ser golpeado con la fuerza de sus manos, para acompañar con grave retumbar las palabras que a punto estaba de pronunciar. Y clamó con voz firme, como quien tañe un cuerno en la llanura:
—¡Escuchad, escuchad, hijos de la Roca y amigos todos! Oíd la gesta de los Héroes de Bree, que por segunda vez conquistaron nuestro favor. Creed en mis palabras, pues no son rumor ni fábula: yo mismo fui de los voluntarios que acudimos al sombrío Rath Sereg.
Los héroes eran Jarno, hombre de Bree de alma ardorosa; Ramnulf el Joven, llegado de más allá de las Montañas Nubladas; Durthor, recio hermano de nuestra estirpe; Bruno, pequeño hobbit de paso ágil y corazón inmenso; y el sabio elfo Naelorin, cuya mirada parecía abarcar más de lo que otros podían soñar. A ellos llegó en Bree una carta: era de su amiga y mecenas, Dîs hija de Thráin. Les llamaba a sus Salones, pues una charla con Tarkûn —a quien los Hombres llaman Gandalf— le había despertado la memoria de un objeto antiguo, guardado entre sus tesoros, que también tocaba la suerte de aquellos aventureros. Mas, antes de acudir a su llamada, les pedía prestar ayuda a Floki, enano que viajaba desde el Este, portador de encargos importantes.
Tres días después arribó Floki, desde Erebor, trayendo mensajes para los suyos en las Montañas Azules. Les encomendó llevar una carta sellada a su hermano Flonar, señor de un pequeño asentamiento en las Colinas del Crepúsculo, en el Valle de Oro. Los héroes aceptaron, y partieron por el Camino del Este. Atravesaron la Comarca, donde el encuentro con un mercader hobbit alivió sus fatigas; mas al internarse en los páramos del norte, casi fueron perdidos por una niebla corrupta que parecía brotar de antiguas maldiciones. Solo gracias a la destreza de Ramnulf hallaron refugio y sustento en aquellas tierras brumosas.
Al fin alcanzaron las Colinas del Crepúsculo. Mas lo que debía ser el apacible Valle de Oro, una aldea enana erigida sobre ruinas de númenoreanas, se alzó ante ellos en negra humareda. Jarno, en sigilo, avanzó, y sus sospechas se cumplieron: la comunidad había sido arrasada. Entre cenizas ardían cabañas de madera y barro, y cuerpos de enanos —junto a algunos orcos muertos— yacían sin honra en las ruinas. Flonar, líder del asentamiento, estaba atado a una estatua dúnadan, torturado de modo indecible: sus ojos arrancados, su barba rapada, y del cuello le habían robado un colgante de mithril que no pudieron quebrar. Jarno halló también a una docena de trasgos rezagados, y gracias a la emboscada de los héroes, todos fueron abatidos salvo uno. De él y por boca de Durthor y Jarno se supo la verdad: la partida provenía de Rath Sereg, la fortaleza orca en las Landas de Etten, contratados por Snava, orco sureño de oscura hechicería, aliado de Hultmar Cortamanos.
Los héroes debatieron entonces con ardor: ¿perseguir a los orcos y rescatar a los cautivos, o volverse a los Salones para dar aviso? La palabra de Jarno inclinó el juicio, y partieron con presteza hacia occidente. En tres días y medio recorrieron los más de trescientos sesenta kilómetros que separaban el valle de los Salones, vadearon el río Lhûn y hallaron atajos gracias al instinto cazador de Ramnulf. Su viaje fue hazaña en sí mismo.
Allí fueron recibidos como reyes, mas sus nuevas eran sombrías. Floki, al conocer la cruel muerte de su hermano, lanzó un juramento por Aulë y los Poderes del Oeste. Y todos supimos entonces lo que yo repito ahora: los juramentos son hojas de doble filo, que hieren también la mano que los blande.
Dîs entregó lo prometido a los héroes, un medallón orco, una especie de brújula para encontrar Amon Guruthos, en los días de antaño, Pétalo, ancestro de Bruno había encontrado uno igual, y así los héroes de hace un milenio encontraron la Colina del Miedo...
Dos días después se celebró un concilio de señores enanos. Los héroes hablaron, y con gran elocuencia por parte de Jarno casi se decidió olvidar el agravio, pero Bruno, el hobbit, se levantó, y sobre su frente resplandeció la corona de los príncipes de Fornost Erain. Sus palabras sonaron como voz de antaño, inspirando a todos los presentes. Hasta la reticente Dîs cambió su parecer. Así se resolvió que cincuenta enanos jóvenes y briosos marcharan junto a los héroes, con ponis y armas de guerra, para seguir la huella de los orcos.
Así fue, y en otro viaje memorable cruzaron Eriador con rapidez, guiados por el rastreador Ramnulf, hasta llegar a Rath Sereg. Era fortaleza sombría, levantada sobre ruinas de Angmar. Hicieron campamento oculto, y planearon su ataque.
Y así comenzó el asedio y asalto de Rath Sereg. Jarno y Bruno rastrearon la base de la colina en la que se asentaba la fortaleza en busca de túneles o entradas secretas, mas la fortuna no les favoreció. Naelorin y los vigías enanos vieron y contaron entre treinta y cinco y cuarenta y cinco orcos y vieron como nuestros hermanos enanos eran obligados a trabajar en las forjas o en la funesta torre imitación de Barad-Dûr. También vieron en el adarve a Hultmar y a Snava, discutir sobre algún asunto. Dejamos pasar un día y medio y trazaron un plan. Veinte de los enanos necesitarían una distracción para comenzar a escarbar un túnel en la base de la colina que los llevaría en algo más de un día, a los cimientos de una de las partes más endebles de la muralla. Esa distracción se la dieron Ramnulf y Naelorin fingieron un incendio en el norte, mientras Floki, Durthor, Bruno y algunos más —entre ellos yo, Kvarek, vuestro narrador— nos presentamos ante la barbacana. Retamos a Hultmar a que rindiera prisioneros o se enfrentara a la espada de un ejército que se acercaba. Mas el orco se rió de nosotros, parecía confiado y saber algo que nosotros desconocíamos y degolló al pobre Vigni ante nuestros ojos, para aterrorizar con su crueldad.
Hubo otro pequeño descanso y concilio, los enanos zapadores habían conseguido empezar el túnel, la distracción había servido, pero a un alto precio, Aule le tenga en su gloria. Floki no quería arriesgarse a que mataran a más enanos, así que esa tarde decidimos a atacar. El asedio y las escaramuzas fueron continuas esa tarde, paramos por la noche y el día siguiente se tiñó de rojo, desde el amanecer al anochecer. Los actos heroicos de ese día son tantos que solo puedo resumirlos, canciones, asaltos a las murallas, peleas, épicos discursos, replegarse y volver a atacar, hora tras hora, palmo a palmo...
Cuando atardecía se precipitaron los acontecimientos, Jarno y Naelorin por partes distintas de la muralla intentaron rescatar a los enanos, no lo consiguieron, pero ambos vieron como el orco negro de Mordor mataba a un enano y le quemaba en una pira mientras canturreaba. El cielo se oscureció y desde el norte parecieron venir los espíritus que los héroes ya conocían de su viaje a la Isla de la Madre. En ese momento cayó el muro y entre el polvo y los escombros, los enanos avanzaron, como una cuña de acero que se clavaba en el corazón de Rath Sereg. Pero el oscuro cielo plagado de negros espíritus traía otra cosa... desde el noreste sonaron cuernos orcos, una partida de doscientos orcos bajo el estandarte del Monte Gram acudía al llamado de Hultmar. Cuando la batalla parecía ganada, cuando más sufrían los orcos de Rath Sereg, el conjuro de Snava y la partida de orcos de Gram dieron la vuelta a la situación. Pero la esperanza es lo último que se pierde y premia a los que en ella confían. Desde el noroeste entre la bruma aparecieron unas veinticinco figuras, adustas, vestidas de oliva y gris. Altos e imponentes. Montaraces del Norte, acompañados de los hijos de Elrond, Elrohir y Elladan. Cada uno valía por más de diez orcos y pararon la embestida de los orcos de Monte Gram. En Rath Sereg los enanos y lo héroes redoblaron sus fuerzas, los orcos caían como moscas y los que no morían huían en desbandada. Algunos enanos, Ramnulf y Durthor, salieron ruados para apoyar a los montaraces. Parando en seco a los orcos de las montañas. Mientras Naelorin, Bruno, Jarno, Floki y unos pocos enanos se internaron en las cavernas orcas bajo la torre y la forja. Encontraron a siete de los doce enanos raptados, desgraciadamente los cinco restantes habían sido asesinados en distintos momentos del viaje o del asedio. Los liberaron y Naelorin y algunos enanos los acompañaron fuera. Bruno y Jarno se internaron más en las cavernas y vieron como Snava escapaba con conjuros oscuros y un pasadizo... registrando su habitación llegaron a la conclusión de que se encaminaba al norte, ya que tenía un medallón de amistad losoth (de fastitocalón), abrigos y ropa de invierno, etc., ¿quizá se dirigía a Amon Guruthos, colina de la cual Dîs informó de algo a los héroes?
Jarno y Bruno siguieron explorando y Floki y otro enano se les unieron, llegaron a los aposentos de Hultmar, estaban “protegidos” por una línea de manos cortadas... Aun así se internaron, Hultmar y otro orco iban a cargar para intentar escapar, así hicieron y en un épico combate mataron al enano e hirieron a Floki, pero otros dos enanos llegaron en busca de sus compañeros y entre todos mataron al orco y al líder del clan, el abyecto Cortamanos.
Los orcos de Monte Gram, viendo perdida la fortaleza, huyeron a sus cubiles. Y en el patio de Rath Sereg, enanos, héroes y montaraces se reunieron. Allí estaba Orothel, conocida de antaño, junto a Halbarand, caudillo de los Dúnedain. Decidieron arrasar cuanto quedaba de la fortaleza, curaron a los heridos y levantaron túmulos para los quince enanos caídos en batalla... Luego, partimos hacia las Montañas Azules, donde la llegada fue celebrada con gozo. Dîs otorgó a los héroes oro, armas enanas para acometer la Sombra que se cernía sobre Eriador y los mejores deseos para su búsqueda de la Colina del Miedo...
Así, los Héroes retornaron a Bree mediado octubre. Se separaron con la promesa de reencontrarse cuando las nieves abandonaran los pasos de montaña, para reanudar la búsqueda de Amon Guruthos, donde ya se encaminaba Snava. En Bree Jarno estudió mapas y posibles trayectos a Amon Guruthos y se refugió más que nunca en su mujer e hijo, Bruno investigó sobre los cuchillos de Snava y sobre un colgante élfico que encontró entre las cosas de Hultmar, Naelorin compartió sus historias con su amigo apadrinado del Bosque Negro y consultó a Glorfindel sobre la Colina del Miedo. Durthor y Ramnulf tuvieron un viaje más largo y descansaron en sus hogares, lamiendo sus heridas...
Y así concluye mi relato, con el retumbar de mi tambor y el ardor en mi garganta: —¡Mas la búsqueda de la Colina del Miedo es otro cantar! Si deseáis escucharlo, no me dejéis con el gaznate seco, y haced correr el hidromiel en esta sala, pues la sed de un enano narrador es más fiera que la de un dragón en su guarida.
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EPÍLOGO I:
Y he aquí que llegó el invierno, un invierno acerbo y cruel, cuyos dedos de hielo rozaban cada rostro y presagiaban la venida de sombras sin nombre. Las cosechas se marchitaban, y la primavera no mostraba augurio de pronta ni cálida llegada. Los héroes retornaron a sus moradas para hallar breve reposo; mas en su descanso se armaron de saber y vigilancia, pues la profecía de Rael murmuraba cercana su cumplimiento. Y en aquellas noches en que las nubes permitían vislumbrar el firmamento sombrío, el Ojo del Arquero resplandecía funesto, recordando a todos que se avecinaba una oscuridad encarnada en colina...
EPÍLOGO II:
“Quien en diciembre no tembló, enero le sorprendió.”
Falco Tuk.-
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Y hasta aquí el rolato de “La Maravilla del Norte”, espero no tardar tanto en dirigir la última parte de esta campaña, pero han sido cosas de la “Vida Real”, así que poco se puede hacer… Ya solo queda la parte final que cierra, de forma épica, este conjunto de aventuras. Calculo que en 4-5 sesiones la terminaremos, ya contaré cómo...
Y, como siempre, a continuación los personajes, en el estado actual después de las subidas y cambios de la Fase de Comunidad de Yüle 2.967:
Aventureros de Sombras sobre Eriador V.12.
Marcados saludos.-
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