Aventuras en la Marca del Este, un retroclón español de la caja básica de D&D.

El Clan del Lobo Gris, aventureros proscritos, los últimos de su clan.

Estas son las crónicas de nuestras aventuras, con este magnífico sistema.

miércoles, 4 de enero de 2017

Crónica Walküre: Little Geisha II



Buenas,

Continuación de la misión "Little Geisha", misión completamente original ideada por Mario que nos traslada a la búsqueda de una conciencia digital denominada "Little Geisha", buscada por multitud de corporaciones a lo largo del planeta, entre ellas Oberon. Está narrada desde el punto de vista de Saburo Sakai, nuevo miembro del grupo y PJ de Manu.

... ... ...

Disparos en la noche
El cadente zumbido de un helicóptero se ve interrumpido en la noche por el impacto de un proyectil que de repente le alcanza de lleno.
El grupo especial de operaciones de Oberon que va dentro del Sikorsky CH-53E Super Stallion, entre el que me encuentro, esperaba que el transporte hasta el punto de llegada, situado en una isla entre Japón y China, fuera más tranquilo. Sin embargo parece que no vamos a llegar a nuestro destino en las condiciones que nos gustaría. Nos atacan.
Mirumoto, miembro de Oberon asociado a Ichiyo Higuchi y a su mega corporación Sakuraoka, nos grita en alemán con marcado acento japonés que tenemos que preservar los contenedores que transportamos. El batir de las hélices del helicóptero casi no nos permite entenderlo correctamente, y el escocés, distraido acariciendo algo en su regazo, se pone rápidamente en pie y salta. Sin más.

Flashback to Zurich
En ese momento mi cerebro evoca el inicio de esta misión. Estamos en las oficinas centrales de Oberon en Zurich, y en la habitación se encuentran Joubert, Ichiyo Higuchi, el japonés que vino conmigo desde Tokio, llamado Mirumoto, y un grupo de operaciones especiales de Oberon. Mi nombre es Saburo Sakai, y soy un agente de Oberon en Tokio. El grupo lo componen O'Conner: irlandés, ex-terrorista del IRA; McGregor: escocés, piloto de helicópteros que a su vez habla con su perro Edward; Turner, criptógrafo americano; Dragunov: veterano de guerra ruso que ha visto mejores y gloriosos tiempos; y von Issenhart: alemán, un enano con cara de golfo que siempre está mirando su computadora de bolsillo.
Joubert nos explica que debemos hacer la extracción de Tomiko Paddington, una científica de muy alto valor para Sakuraoka. Este miembro había sido anteriormente extraída contra su voluntad hacia una corporación china, y tenemos que conseguir su rescate.



¡Saltad, saltad, saltad!
Otro impacto más en el helicóptero me devuelve a la realidad. Sinceramente, no creo que aguante muchos más. El enano Von Isenhart, viendo que no podía aportar mucho en el esfuerzo físico necesario para liberar los contenedores, se lanza al vacío con su paracaídas, preguntándose si estos tíos que nos disparan seguirían las reglas de la Haya de 1923 sobre el disparo a paracaidistas.
Los demás seguimos forcejeando para desenganchar los amarres de los contenedores, pero entre los bandazos del helicóptero y que éste seguía siendo blanco del fuego enemigo, simplemente mantenerse en equilibrio era ya una tarea bastante complicada. Tras treinta interminables segundos de coleteo, conseguimos desprender los amarres y ambos contenedores se deslizaron por el suelo del Sikorski, para llegar al borde, precipitarse, y abrise el paracaídas. Tras esto, saltamos el irlandés, el americano, el ruso y yo. Pienso que Mirumoto saltó justo en ese momento tras nosotros, pero realmente no lo vi saltar. 
Tras el aterrizaje, y la reagrupación, en la que tardamos más o menos una hora, nos decidimos a inspeccionar el contenedor médico, y para nuestra sorpresa vemos que integraba 3 ocupantes. Este equipo sería el encargado de atender a la trabajadora extraída. Una rusa, Svetlana Putalova, y dos médicos más. Estamos en medio de la noche, en un punto en mitad de una isla cubierta por la jungla, y seguramente bastante alejados del punto esperado de extracción.



Camino del infierno
Durante la noche, recibimos varios ataques de los chinos, pero nos deshicimos de ellos con bastante facilidad, en parte porque el irlandés da unos botes impresionantes... He de reconocer que yo personalmente no lo hice del todo mal, emboscando a un grupo de cinco malditos chinos, pero aún así, tengo que hacerme con unas piernas de esas...
Mirumoto nos indica que hacia el norte está el punto de extracción. Durante el camino, el enano analiza la vegetación y detecta que está alterada genéticamente, lo cual nos hace pensar que esta isla no es una isla normal.
En otro de esos ataques chinos nos enfrentamos a unos droids bastante duros, pero al final nos hicimos con ellos poniendo al ruso de escudo humano, ya que no era capaz de acertar con los tiros. De hecho, en un lance del combate se lanzó contra cinco chinos gritando y haciendo explotar dos granadas de mano que llevaba pegadas en el cuerpo. Tras la explosición, no me digáis cómo, pero el ruso se levantó, se sacudío la armadura, y continuó como si nada, mirada ausente y musitando entre dientes la vieja canción del Trololó, con una media sonrisa no sabemos si de aprobación o de decepción.
Durante el camino, intentamos hablar con la doctora Putalova, pero no nos hizo caso. Además, vimos que Mirumoto intentaba hablar un par de veces con la doctora Putalova, con la que discute airadamente, sin que sepamos muy bien por qué. En este punto, a Turner se le enciende la chispa y decida llamar a sus contactos en USA aprovechando la cobertura via satélite de su teléfono para obtener más información sobre Mirumoto, los cuales le comentan que Mirumoto era leal a Ichigo Iguchi y al Conglomerado Sakuraoka (la corporación a la que representa Iguchi en la dirección de Oberon). Además, lo que más le sorprende es que nadie sabe nada de Tomiko Paddington. A todos los efectos no existe registro de ella.

¿Extracción o extra-acción?
Llegamos al punto de extracción, una zona volcánica sobre una colina, y Mirumoto nos informa que debemos colocar unas balizas térmicas para informar de nuestra posición. Tras esto, decidimos formar un perímetro de seguridad.
Es extraño, porque en este momento se nos ocurre abrir por primera vez el contenedor de material, y es entonces cuando vemos que sorprendentemente contenía material de armamento pesado. Al preguntar a Mirumoto por ésto, nos dice que "es por lo que pueda pasar". Dragunov, sueños en su cabeza, coloca una ametralladora pesada en posición y se pone a los mandos, con esos gestos premonitorios que le hacen a uno pensar en la épica. Yo creo que en su cabeza sonaba el himno ruso mientras se le escapaba una pequeña lágrima premonitoria de lo que iba a acontencer.
El contenedor guardaba además un aerodeslizador en forma de moto con un enganche a modo de remolque, que nos hizo pensar que Mirumoto lo utilizaría para escapar con Tomiko y los médicos. Le preguntamos varias veces que qué estaba pasando, que si nos iban a dejar aquí, a lo que no obtuvimos respuestas claras ni convincentes. Lo más concreto que conseguimos sacarle fue que tendríamos que apañárnoslas para llegar al sur, a unos 30km del lugar. Allí tendríamos nuestro transporte. Esto me olía mal y empecé a copiar los movimientos de Mirumoto, para no quitarle ojo y estar atento de lo que tuviera entre manos. Hay que decir que Mirumoto no participó en ninguno de los combates anteriores y yo estaba más que mosqueado con el que empezaba a considerar "otra escoria japonesa más". Mientras, el escocés y su perro imaginario se pusieron a estudiar la moto, por si podían ponerla en marcha.
De repente, una enorme cápsula llegó desde el norte, supuestamente con la extracción. Mirumoto y yo nos acercamos y vimos el cuerpo de Tomiko, por lo que la cogimos y la llevamos hasta la cápsula médica, donde empecé a ver desde fuera que la metían en una especie de pecera, llena de cables que conectaban a su cuerpo y cerebro.
En ese momento el ruido inconfundible de los rotores de helicópteros de combate nos advirtieron que la cápsula no venía sola. Volvimos la vista hacia ellos y vimos 4 Blackhawk acercándose. La música de las valkirias empezaba a resonar en nuestras cabezas.
Los médicos estaban muy nervisosos y al parecer tenían prisa por extraerle algo a Tomiko... ¿No se suponía que teníamos que extraerla por su valía, y con vida? Me introduje en la cápsula y me acerqué de manera amenazadora a Mirumoto con el brazo en alto preguntando que qué era ésto, y ¡el muy perro me disparó a quemarropa! a lo que únicamente pude contestar como Serrat pregonaba, golpe a golpe.

Una botella de Tyrconnell y un trébol de 4 hojas
Si el ruso era una máquina de comer ostias, O'conner fue todo lo contrario. Se apostó contra una roca y empezó a disparar contra uno de los helicópteros, y durante unos segundos que parecieron horas, consiguió abatir uno de ellos tras un certero tiro en el rotor, por lo que empezó un descenso vertiginoso... ¡en dirección a nuestra posición!
Mientras tanto, el resto de helicópteros ponían la banda sonora del día a base de ráfagas de ametralladora pesada, con algún redoble ocasionado por misiles antitanque. Uno de estos proyectiles trazó una trayectoria perfecta hacia la moto... con el escocés encima. Gracias a que Edward, su perro invisible, le avisó a tiempo pudo rodar a un lado evitando la catástrofe.
Otro misil impactó directamente contra la cápsula médica, y la hizo volar por los aires, hecha añicos. Sí, yo estaba dentro, peleando a muerte con el perro de Mirumoto, pero no entiendo cómo, la explosión me hizo salir despedido hacia detrás atravesando la puerta de la cápsula.
Menos mal que debí haberla dejado abierta cuando entré, porque de otro modo hubiera sido destrozado por el impacto. Me levanté pensando en lo afortunado que era y de que la armadura no fuese una de esas piezas "made in China", cuando un sonido fuerte y grave captó mi atención. El zumbido se hacía más y más grande, y mirando por el rabillo oriental de mi ojo derecho, vi aproximándose a toda velocidad hacia mí la mole humeante que representaba el helicóptero abatido por el irlandés. Jooooooder, quiero una ciber-piernas como esas.
Mi instinto de artista marcial me hizo saltar hacia detrás con un salto mortal que me salvó la vida, porque las nueve toneladas de chatarra y un rotor girando con compás descompasado oscilaron aproximadamente 1 metro de mi posición. Tuve suerte, pero vi a Mirumoto cerca y me lancé rápidamente contra él. Estaba debilitado y no podía dejarlo escapar. En ese preciso instante otro helicóptero empezó a dispararme su maldita canción de muerte, así que tuve que poner todos mis sentidos en esquivar la melodía de plomo. No pude hacerlo mejor, por tercera vez en menos de 10 segundos salvaba mi culo nipón: una acrobacia hacia detrás que siempre recordaré. Belleza en estado puro. Cuando volví en mí, Mirumoto ya no estaba allí, había huído entre la jungla, y no tengo ni idea de hacia dónde.



Russian Red
Era el momento de Dragunov. Toda su vida peleando en mil batallas y en ésta por fin veía acercarse su tan deseado final. Toda la misión evocando su querido lago Baikal, sus cálidos atardeceres de verano a -7ºC, y ahora, mientras las lágrimas caían por su mejilla a la misma velocidad que los casquillos de la ametralladora pesada salían disparados a su alrededor, en verdad se dio cuenta de que su momento había llegado. Cosió a ráfagas a uno de los helicópteros y, sin dejar de disparar, aceptó con valentía su destino escrito con balas del cañón automático de helicóptero de combate. Rodillas en tierra, completamente destrozado y sujeto a la ametralladora pesada, aún se le podía oír tararear su tan querido Himno nacional. Venados del lejano lago Baikal bramaron en la distancia.



Des-enlace
Mientras el enano intentaba acercarse a los restos de la cabina médica, descubrió que el panorama era bastante desagradable: miembros de uno de los médicos aparecían por desperdigados por la zona, y lo que parecían los restos de Tomiko indicaban que era completamente imposible que hubiera sobrevivido. Lo que sí oyó el enano fue a Putalova respirar, estaba viva, no sabemos cómo. Al ayudarla a recuperarse, nos contó que todo era una misión encubierta para extraer de Tomiko una mente virtual llamada Little Geisha, y que Tomiko era el primer experimento en el que se aplicaba dicha conciencia a un cuerpo físico. Nos dijo que por suerte pudieron extraerla a tiempo y enviarla a la Malla a algún lugar indeterminado. Lo sabía, este puto Mirumoto nos tuvo engañados todo el tiempo, como le vuelva a ver por las calles de Tokio se las voy a hacer pagar.
Tras un viaje de vuelta sin incidentes, conseguimos llegar al punto de extracción donde, al cabo de unos 30 minutos, aparece nuestro transporte y nos devuelve a casa.

... ... ...

Marcados saludos.-

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