Aventuras en la Marca del Este, un retroclón español de la caja básica de D&D.

El Clan del Lobo Gris, aventureros proscritos, los últimos de su clan.

Estas son las crónicas de nuestras aventuras, con este magnífico sistema.

jueves, 1 de agosto de 2024

Las Viejas Minas los Enanos


Buenas,

Continuamos con los rolatos de nuestra campaña de “El Anillo Único, Segunda Edición”. Los héroes viajaron a una vieja mina enana, Colina Hueca, vacía desde el cataclismo que puso fin a la Primera Edad y en la que un rey humano se había refugiado hace un milenio. Es una de las localizaciones de “Ruinas del Reino Perdido”, así que ojo con los spoilers si vas a jugarla. El rolato lo hago yo, de manera neutra.

Vamos con el rolato:

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PRÓLOGO I

…pero no jure que caminará en las tinieblas quien no ha visto la caída de la noche”.

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Preparando la misión...

Mayo de 2.966TE, comienza el calor de la primavera, las lluvias y nieblas de abril han dejado una tierra verde y frondosa. Granjeros cultivando... Recogiendo cosechas y celebrando, acompañan la vista de nuestros aventureros.

Los héroes de Bree, Bruno, Jarno, Naelorin y Ramnulf tuvieron un apacible viaje hasta La Comarca, más en concreto a Bolsón Cerrado, donde se reunieron con su mecenas, Bilbo. Naelorin, en Rivendel, había estudiado mapas y libros para el viaje que les esperaba y ya les había adelantado Bilbo y Balin tras la fiesta de primavera.


Allí se reencontraron con Durthor, que se había adelantado. Bilbo les recibió y trató a cuerpo de rey. Paseos, comidas copiosas y pipas de tabaco de la Cuaderna del Sur en el porche, durante un par de días, esto relajó a los héroes e hizo aún más excéntrico a Bilbo para sus vecinos.

También se ultimaron los detalles del viaje al norte de las Ered Luin. Balin había partido al sur de estas, a convencer a clanes enanos y conseguir guerreros y fondos para recuperar Colina Hueca.

Bilbo recordó la misión, tras una cena cerrada con pasteles de limón: “Hay una vieja mina de los enanos en las Montañas Azules; y sí, hay muchas minas de los enanos en esas partes, todas las colinas de los alrededores están plagadas de ellas, como una manzana llena de gusanos. La cuestión es que esta mina es especial. Un rey de antaño se escondió allí, con todas sus joyas y tesoros. Pues bien, a ese Rey le perseguía una temible bestia de Angmar, y se dice que la única forma que encontró para matarla fue lanzándole su mayor joya a la garganta para ahogarla. Pero el resto del tesoro todavía está ahí para que alguien se lo lleve... si es que puede encontrarlo”.

Los héroes deberían adelantarse y explorar la mina, ver el estado en el que estaba y “limpiarla” para que los enanos de Balin la volvieran a adecuar y ocupar, estableciendo así, una nueva colonia en las Montañas Azules.

Bilbo, con un tomo de saber, traído desde Rivendel y un mapa sobre la mesa les contó sobre Arvedui, el último rey de Arthedain y de cómo los ejércitos del Rey Brujo de Angmar le obligaron a huir por todo Eriador, portaban todos los tesoros con los que pudieron huir, dos palantiri incluidas.

Arvedui y sus hombres se refugiaron en la vieja mina enana abandonada desde hace milenios. Allí les acechó una bestia surgida de las tinieblas de Angmar, mermó al grupo, casi hasta su extinción e hizo que dejaran muchos de los tesoros en la mina. Finalmente, Arvedui y unos pocos hombres escaparon con las palantiri, refugiándose entre los losoth y pereciendo más tarde, pero eso es otra historia...

Esto aconteció hace casi 1.000 años.

El viaje los llevaría cerca del extremo norte de las Montañas Azules. Una tierra fría, azotada por repentinas y crueles tormentas de nieve en invierno. Ningún pueblo habitaba aquí desde hacía muchos años. Los elfos llegaron a esta zona una vez, hacái tanto tiempo que ni siquiera ellos recuerdaban la historia, pero las colinas y las piedras aún resuenan con el sonido de sus orgullosas trompetas, y, se dice que, los que duermen aquí pueden soñar con días mejores. Los hombres de las nieves de Forochel, al otro lado de la bahía, viajaban a los campamentos de verano que tienen en la costa para cazar y recoger bayas, pero su hogar y su corazón están en el hielo, aún más al norte.

Así los héroes partieron hacia el noroeste una suave mañana de mayo, tras un copioso desayuno hobbit...

 

El viaje...

Desde Hobbiton, siguiendo El Agua llegaron a los Páramos del Norte, bordeando las peligrosas colinas por su vertiente suroeste. Desde allí, atravesando los bosques de coníferas, viraron al norte, hasta encontrarse con el Lune. Bruno Bajoárbol guiaba con tino y encontró varios atajos.

Vadearon el Lune justo antes de la horquilla que convertirá el río en aún más caudaloso, pero allí donde se juntaban las aguas, lo ancho de la zona hacía el río vadeable. A partir de ese punto, bajaba fuerte hasta desembocar en la ciudad élfica de Mithlond.

En los bosques al norte de la horquilla, Ramnulf, buscando bayas y caza se encontró con un majestuoso ciervo albino, tratando de seguirle, solo para tocar su brillante pelaje, encontró un atajo a través del bosque que los llevó hasta la parte más norte del bosque, se plantearon viajar ahora en línea recta hacía el oeste, lo que los llevaría a los Salones Enanos.

A mitad de camino, en la oscuridad de la noche, con el campamento montado, se toparon con Ned Setos, tras una conversación y compartir las viandas de la cena, se dieron cuenta de que era una especie de bandido de la zona de Bree, muy lejos de su zona. Llevaba una espada de manufactura númenoreana, muy valiosa, que les contó, había encontrado en el cubil de un oso, en las montañas. El oso, o bestia, había matado a sus dos compañeros, y luego él había vagado encontrándose con orcos, de los que había huido. Cambio la localización del cubil de la bestia por algo de cena y compartir campamento por esa noche. El grupo comenzó a pensar que harían orcos tan al oeste... Resultaba extraño...

Tras siete días de duro viaje llegaron a las montañas, encontrándose con dos vigilantes enanos ya viejos y curtidos. El grupo pidió descanso en los Salones Enanos, les fue concedido.

Dos pilares de arquitectura enana abrían paso, a cada lado de unas escaleras excavadas en la montaña que ascendían a un valle con algunas construcciones viejas y varias entradas a las minas. Se intuía un viejo esplendor, pero en decadencia, había pocos enanos y todos ya mayores. Nargothrond y Belegost cayeron a final de la Primera Edad del Sol. Y Thorin y su gente habían dejado la zona por las promesas de Erebor y muchos habían partido siguiendo este sueño.

Fueron atendidos por el Senescal Burin hijo de Dorin. Se les dio alojamiento y comida, se avituallaron para el resto del viaje. La comunidad enana parecía sombría y triste. Muchos de los jóvenes que no habían partido hacía el este habían perecido tratando de dar caza a una bestia que se alimentaba y cazaba en las montañas. Entre las víctimas estaba Doki, hijo de Burin.

La última noche en los Salones, tuvieron una reunión con Dís, hija de Thraín, hermana de Thorín Escudo de Roble. Les solicitó que, por favor, si conseguían encontrar Colina Hueca y explorarla, la informaran a ella personalmente.

Así los héroes partieron con la promesa de ayudar en lo posible con el asunto de la bestia. Dorin se despidió: “Partid, os deseo valor, pero sobre todo prudencia. Y caridad para enanos errabundos y en peligro, de encontrarlos”.

La segunda parte del viaje no estuvo exenta de peligros, primero perdieron el rumbo, pero el elfo logró reencontrarlo. Luego pasaron por la gruta de la bestia descrita por Ned Setos que estaba a medio camino. No hallaron allí bestia alguna, pero si su rastro, así como huesos de víctimas (muchas de ellos enanos) y exiguo tesoro.

 

Al poco de salir de la gruta se encontraron a un explorador enano, Hezolnir hijo de Bethir, venía de una comunidad al otro lado (oeste) de las montañas. Era el último de una partida de cazadores que buscaban a la bestia, ya que había llegado también a sus territorios. Intercambiaron rumores, campamento, comida y cortesías, despidiéndose al día siguiente.

Ya de nuevo a la vista de las montañas en su vertiente norte tuvieron un encontronazo con orcos, quizá los mismos sobre los que les había prevenido Setos. Siendo menos y yendo a caballo decidieron huir y darles esquinazo, pero el hobbit, Bruno recibió dos flechazos en la espalda. Por suerte, ocultos en el bosque, Ramnulf consiguió salvarle la vida.

Tras otros siete días de viaje, más allá del curso del Lune Menor encontraron la entrada a las viejas minas enanas. Los bosques de esta tierra lejana y poco transitada eran escasos, formados en su mayoría por pinos y acebos dispersos. Tras uno de estos densos bosques de abetos, en el que se intuía que antaño corría por él un sendero (ahora apenas una trocha entre maleza), apareció el rastro de una calzada enana parcialmente enterrada, que serpenteaba hacia el oeste, en dirección a un estrecho valle que se abría donde un río cortó una vez la roca de las montañas a lo largo de mil años. Un hito de granito en el suelo estaba escrito con runas enanas “A MENOS DE MEDIO DÍA ENCONTRARÁS COLINA HUECA”. Y allí encontraron la Puerta Hueca, entre las sombras del protegido valle.


 

En Colina Hueca...

La Puerta Hueca, la entrada principal de la Colina estaba cerrada, bloqueada por derrumbes. Haría falta una cuadrilla de enanos y una semana para desbloquearla. Hacia el sur encontraron un sendero pequeño, apenas perceptible entre las rocas y los matorrales. Tras casi un kilómetro doblaba hacía el oeste y daba a una entrada secundaria de la Colina. El rostro de un enano tallado en la piedra abría sus fauces hacía la oscuridad del interior. Afuera, entre rocas y abetos había ruinas de edificios exteriores enanos. Allí acamparon, en espera del día y de adentrarse en la Colina...

 

A la luz del día siguiente, entraron por las fauces del enano. Esta parte de las minas era un laberinto de anchos y bajos túneles de mampostería enana. Muchas de ellas llegaban a minas a medio excavar. Varios desplazamientos de tierra habían provocado derrumbes y la inundación hasta los tobillos de casi todo el complejo.

La primera mañana encontraron El Camino Estrecho, un largo pasillo que conectaba con la parte norte de las minas. En él, a medio pasillo, encontraron restos de combate, arañazos de garras y espadas, aún podían verse, profundamente grabadas en la roca.

Los laberintos de pasadizos continuaban aquí, y en la parte oeste abundaban los túneles de extracción de hierro. Había aún más callejones sin salida, más túneles inacabados y un mayor riesgo de derrumbes.

Lo primero que encontraron fue una cámara más amplia. En su día contenía los tesoros de Fornost Erain que no pudieron ser transportados por el séquito del rey al huir: libros de sabiduría antigua, pinturas y tapices o reliquias de la perdida Númenor. Pero el paso de los años los había destruido todos, dejando solo fragmentos de cuero y polvo. Pero si encontraron algunos broches de oro, pedrería y monedas sueltas. Ramnulf encontró una corona de niño o mujer, de acero y amatistas y se la regaló a Bruno, nombrándole Rey Hobbit de Colina Hueca.

Pasaron allí la noche, pero el frío era intenso en la zona norte de la Colina y más a la llegada de la noche. Hicieron un pequeño fuego para calentarse, cerca de la salida, para que el humo no les asfixiara.

 

El día siguiente exploraron y se cercioraron de que no había salida alguna en el noroeste de la mina. A medio día encontraron El Último Salón, un espejismo subterráneo, tan inesperado como un oasis en el desierto. Una gran estancia de piedra, cuyo techo estaba sostenido por pilares ornamentados, con cámaras más pequeñas a los lados para los dormitorios y los almacenes. Las tallas realizadas por los mineros ociosos representaban todo tipo de escenas, desde imágenes heroicas de Durin y los otros seis padres de los enanos hasta bosques fantasiosos y montañas lejanas. Un enorme candelabro de hierro, más óxido que metal, colgaba del techo, los héroes lograron encender sus velas. Ya puestos pararon, pese al frío, a comer aquí.

Había escrituras y fechas grabadas en paredes y pilares, seguramente de los hombres del Rey Arvedui, desesperados con su encierro.

Tras comer y planteándose seguir con la exploración, comenzaron a sentir movimiento proveniente del Camino Estrecho, algo o alguien grande venía y deprisa, arrastrándose entre los túneles estrechos, casi sin espacio. Además, comenzó a gruñir mientras olfateaba el aíre. Una bestia, el terror de Angmar, parecida a un gran oso gris, ciego y deforme, con una cara inquietantemente humana se plantó en la parte contraria del gran salón. Los héroes se plantearon huir, pero en el laberinto de minas seguramente se hubieran separado y perdido... así decidieron hacerle frente. La Bestia era ya anciana y lenta, el hobbit y el elfo dispararon sus arcos alcanzándola. Ramnulf y Durthor cargaron sin miramiento. Naelorin y Jarno fueron detrás, entre los cuatro, más Bruno a distancia, comenzaron a atosigarla, sin piedad ni descanso... la Bestia hirió a Durthor y a Naelorin, pero nada demasiado grave. La bestia termino cayendo con múltiples cortes y la lanza de Ramnulf atravesándoles el corazón.

 

Cansados, algo magullados y cargados con unos pocos tesoros, decidieron salir de la mina para descansar de nuevo en las ruinas. Salieron cuando atardecía, tras casi dos días de no ver luz del sol.

Descansaron, cenaron e hicieron guardias, la mina estaba a medio explorar, pero estimaban que lo más peligroso había pasado con la muerte de la bestia.

Al día siguiente se volvieron a introducir por las fauces del enano. Descartaron la zona sur de las minas y volvieron a la norte, donde encontraron un pozo en el que los númenoreanos había arrojado tesoros para ponerlos a salvo, pensando que volverían más adelante a rescatarlos (lo dedujeron Naelorin y Bruno al verlo escrito en el borde del pozo). Con la ayuda de una cuerda, el ágil Jarno se sumergió varias veces hasta coger todo lo valioso que encontró en el fondo.

Todos descansaron y comieron en el Último Salón, prestándole mantas a Jarno, que estaba aterido del frío por los baños.

Por la tarde siguieron explorando y hallaron, medio abierta y congelada, la Puerta Norte, de firme piedra, recubierta por una capa de hielo y escarcha. El frío aquí era más intenso si cabe. La salida conducía a los últimos picos del norte de las Ered Luin, hacia los páramos helados de la bahía de hielo de Forochel. El frío en el valle era casi preternatural, la nieve no se derretía, y el viento era frío y soplaba del norte. La puerta por la parte de afuera tenía símbolos de protección tribales, lossoth según dedujo el elfo.

A lo lejos vieron viajeros que vagaban con una gruesa capa de hielo sobre su manto, pero bajo la cáscara de nieve solo había aire helado y odio. Empuñaron cuchillas de hielo que moldearon a partir del aire gélido, espectros que en otras tierras habitaban cadáveres de los túmulos, aquí, se revestían de nieve y hielo. ¡Y venían a por ellos!

Entre Duthor y las flechas de Naelorin y Bruno acabaron con uno de ellos, crujiendo al romperse el hielo vacío... pero el espectro se volvió a recomponer y parecía más ávido aún de sangre caliente.

Jarno gritó que le siguiesen a refugiarse en las minas, confiando que nos los perseguirían dentro por las runas lossoth. Pero por desgracia para los héroes, los símbolos eran para mantener dentro a la bestia, no fuera a los espectros. Ramnulf y Jarno iban los últimos, pero corroboraron que los espectros los seguían, aunque los dejaron atrás y perdidos en los laberínticos túneles.

Los aventureros volvieron a montar el campamento entre las ruinas. Encendieron el fuego y precisaron las guardias. Durante la guardia de Ramnulf, el frío aumentó, la fogata ya solo mantenía rescoldos, y vio la luz azulada preternatural saliendo por la boca del enano de piedra... pese al laberintico trazado de la Colina Hueca, los espectros los habían encontrado. Habían tenido la oportunidad de escapar, pero ya era demasiado tarde, el beórnida despertó al resto. Naelorin trató de encender de nuevo el fuego, pero el frío y el viento que ahora soplaba del norte no le dejó. Ramnulf utilizó un conjuro de Beorn, un susurro a las ascuas, un poco de hierbas de su zurrón y el cálido aliento del oso, y el fuego volvía a estar como recién encendido. Algunos de los héroes encendieron teas.

En ese momento, el conjuro del beórnida, unido a los espectros, hizo que la atención del Ojo de Mordor se fijara en las ruinas cercanas a Colina Hueca. El frío del lado norte de la montaña se trasladó justo encima de los héroes, cellisca, viento y aguanieve comenzaron a azotar el campamento. Los espectros se acercaban. La huida era casi imposible en esas condiciones. Los arqueros trataron de alcanzar a los espectros, pero la cellisca lo hacía casi imposible.

El combate se desató a la luz mágica de la fogata. Los héroes lucharon bravamente, y los espectros caían y se volvían a levantar. Pero con el fuego de Ramnulf todo era más fácil. Además, Jarno se convirtió en un guerrero imparable, derribando con su gran hacha a tres de los cinco espectros. Segundos después entre Ramnulf y Durthor dieron descanso al último.

Al día siguiente, ahora sí, creían expedita la mina. Así pues, la exploraron, encontrando la tumba de Malanteth, un guardia y paladín de Arvedui y el complejo de cavernas naturales donde se refugiaba la bestia, con otras salidas naturales a un valle al oeste de su localización.

 

La Vieja Mina de los Enanos estaba limpia, dispuesta a ser repoblada por el Pueblo de Durín...

Y después...

Los héroes viajaron hasta los Salones Enanos, donde fueron recibidos como héroes, no solo habían “liberado” la Colina Hueca, si no que habían acabado con la Bestia que había diezmando a los enanos del norte de las Ered Luin. Tras un banquete, se reunieron con Dís, que les propuso más tratos y misiones en un futuro, y toda ayuda que estuviera en su mano.

Después de una semana de descanso, casi cuando iban a marchar hacía Bree, apareció en los salones Balin y una comitiva de enanos del sur de las Montañas Azules, iban camino de Colina Hueca. Se alegraron mucho de las noticias que los héroes les dieron. Balin les agradeció y felicitó por la ayuda y el éxito. No obstante, sin nada contra ellos, sí que notaron un ligero resquemor (pacífico) entre Dís y Balin...

Los héroes dejaron a los enanos con sus tribulaciones e intrigas y partieron rumbo a Bree, disfrutando del camino de vuelta, con un tiempo mucho más sueve, sin prisa, descansados y con las alforjas llenas de tesoros...

En Bree los héroes investigaron la Corona de Bruno, resultó ser la Corona del Príncipe de Fornost Erain. Naelorin dijo que debería estar en Rivendel a la custodia de Elrond, ya que era parte del tesoro ancestral de los Dúnedain. Bruno dijo que, si alguna vez pasaba por Rivendel y conocía a Elrond, probablemente se la daría… pero que mientras tanto la corona era suya, como héroe de Colina Hueca...

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EPÍLOGO I

Adûnabel y Nimruel por fin llegaron al oeste del Vado de Sarn, a las colinas donde todos los rumores apuntaban que se refugiaban los bandidos de la zona... y si estos no estaban equivocados, entre ellos encontrarían a Sabian...

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EPÍLOGO II

Los héroes pasan la Fase de Comunidad en Bree, la primavera va dando paso poco a poco al verano, los héroes disfrutan de los tesoros encontrados y el estatus con el que ya cuentan en Bree. Lejos en el sur, la guerra está movilizando al pueblo y muchos escapan hacia el norte huyendo del hambre y la guerra. Y lejos, muy lejos, hacia el norte, una vieja sombra se concentra y comienza a expandirse, la colina vuelve a palpitar...

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Y aquí acaba el rolato de esta última Fase de Aventuras y Comunidad. Lo siguiente que tengo en mente, es comenzar la campaña de Ruinas del Reino Perdido...

Y vamos con los personajes, tras esta aventura, en el estado tal cual están ahora y se van a enfrentar a las sombras que van a cubrir Eriador:

Aventureros de Sombras sobre Eriador V.7.

 

Marcados saludos.-