Aventuras en la Marca del Este, un retroclón español de la caja básica de D&D.

El Clan del Lobo Gris, aventureros proscritos, los últimos de su clan.

Estas son las crónicas de nuestras aventuras, con este magnífico sistema.

lunes, 23 de diciembre de 2024

Enredando en botes

 


Buenas,

Otro rolato más de nuestra campaña de “El Anillo Único, Segunda Edición”. Alcanzamos ya casi cuarenta sesiones a esta segunda edición, y hemos concluido la segunda aventura, que más me gustó al leerla de “Relatos de las Tierras Solitarias”, ya que se visita la tumba de mí personaje favorito del Silmarillion...

Si vas a jugar esta aventura/campaña como jugador, no sigas leyendo, por favor, o te arruinaras parte de la experiencia.

Vamos allá con este rolato, una carta escrita de Jarno Salvanilla a su hijo y heredero, Pietro:

... ... ...

PRÓLOGO

En la Escuela de Bree, la profesora Lucía, madre de Jarno, daba clase a los más pequeños cuando una voz llena de entusiasmo rompió la calma:

—¡Maestra, maestra, cuéntenos un cuento!

Lucía sonrió, apartando un mechón cano y rebelde de su rostro.

—Está bien, pequeños —cedió con dulzura—. Pero solo uno. Hace un día precioso, y después saldremos a jugar bajo el sol.

Y comenzó:

"Érase una vez tres gigantes malvados que habitaban un castillo más allá del Viento del Norte.

Por ser tan enormes y fieros, aquel castillo, aunque imponente, no podía albergar a los tres. Decidieron, entonces, hacer una apuesta: el gigante que realizara más maldades se quedaría con el castillo.

El primero, alto como un roble centenario, descendió a Bree y, con malicia en sus ojos, se sentó a horcajadas sobre el camino. Cuando algún viajero pasaba, el gigante se agachaba y lo engullía sin piedad. Además, atrajo a su lado a forajidos y ladrones que, felices de tener a un gigante como aliado, asaltaban junto a él a todo aquel que osara cruzar el camino.

 


En las tierras de Bree vivía un joven llamado Jaco, mozo del Poni. (¿Acaso no sabéis que el Poni es más antiguo que la misma Colina de Bree?) Al enterarse de las atrocidades del gigante, Jaco tomó su hacha y partió decidido a enfrentarlo.

Cuando se encontró con el coloso, este inclinó su enorme cabeza para devorarlo de un bocado, pero Jaco, rápido de mente y palabra, gritó:

—¡Espera, no me mates! Déjame unirme a tus forajidos. Tengo los ojos más agudos que cualquiera que hayas conocido. Si me subes a tu hombro, seré tu vigía y te ayudaré a encontrar aún más presas.

El gigante, entusiasmado por la posibilidad de causar más maldad, accedió. Levantó a Jaco y lo colocó sobre su hombro, junto a su cuello. Pero apenas se acomodó, el muchacho, con la destreza de un cazador, desenvainó su hacha y... ¡chop, chop, chop!".

La profesora interrumpió su relato para observar las caras expectantes de sus alumnos, y con un guiño continuó, narrando cómo Jaco, astuto y valiente, se convirtió en rey de los forajidos. Lideró a su banda en una épica batalla contra los ejércitos del segundo gigante, que había reunido orcos y trasgos a su mando desde las montañas.

El tercer gigante, aún más temible —"alto como una colina oscura y más imponente que una nube de tormenta"—, reclamó el castillo más allá del Viento del Norte y desató un soplo de malicia sobre las tierras de Bree. Decidido a acabar con él, Jaco partió hacia el norte... pero nunca regresó...

... ... ...

Avivó el fuego de la chimenea. En la calle el frio helaba los huesos. La casa estaba en silencio y solo se oía el crepitar de las llamas en el hogar. Mojó la pluma en el tintero y empezó a escribir:

Querido Pietro,

Algún día, hijo mío, deberás enfrentar una decisión que marcará tu vida para siempre. No temas, pues no existen elecciones acertadas o erróneas, solo caminos que se abren ante nosotros como ramas en el bosque del destino. Hoy quiero contarte cómo tomé la mía, para que quizás encuentres en mis palabras algo de guía...



Todo comenzó con un viaje a Lond Daer. Viajábamos junto a una familia de granjeros que había sufrido por culpa de unos troles (pero esa es otra historia, una que algún día te narraré, si es que no lo he hecho ya). Al llegar, fuimos recibidos por el castellano de la reina Nimue, un hobbit pomposo que, tras mirarme fijamente, me llamó el Heredero.

El Heredero, sí... ¿pero de qué? Aquellas palabras encendieron una chispa de curiosidad en mi pecho que pronto se convirtió en un fuego insaciable. Fuimos conducidos al salón de la reina, donde Nimue llamó a su astrólogo, Aglaen. Aquel anciano, al verme, proclamó ante todos los presentes que yo era, sin duda, el Heredero que su visión había anunciado.

El astrólogo relató su sueño: me vio de pie entre las olas, en la orilla de una isla solitaria. Empuñaba una gran espada de hoja ennegrecida, enfrentándome a un ejército de sombras bajo el azote de una tormenta, con majestuosas ruinas alzándose tras de mí.


 

En el salón se alzó entonces la voz de un marinero anciano, quien juró haber visto esa isla en su juventud, cuando una tormenta lo arrojó allí junto a su padre. La reina, conmovida por la coincidencia, ordenó una expedición. Así fue como partí en el barco Ala de Mar, rumbo al helado norte, acompañado por Ramnulf el beórnida, Naelorin el elfo, Durthor el enano y el propio anciano marinero, Eagre.

El viaje fue largo y arduo, pero Eagre, diestro navegante, nos guio con seguridad. Durante las noches de calma, descubrí que no solo pensaba en las estrellas que nos guiaban, sino en su hija, Elwing, a quien había enseñado a navegar y transmitido su espíritu aventurero. Hacía dos años que la muchacha había partido en busca de gloria, y desde entonces no había sabido más de ella. La culpa de haber sembrado en ella sueños de aventura lo consumía.

Mientras el barco avanzaba hacia lo desconocido, mis propios sueños eran inquietos. Una y otra vez aparecía tu madre, reprochándome por haber abandonado nuestro hogar, y en cada sueño, la veía transformarse en una anciana demacrada, bajo la sombra de una gran piedra.


 

Finalmente, tras semanas de navegación, avistamos un grupo de islas misteriosas. De una de ellas surgió una manada de murciélagos gigantes, que nos atacaron con ferocidad. Luchamos con valentía; incluso Ramnulf mostró su lado más salvaje, arrancando de un mordisco la cabeza de uno de los monstruos. Por fin, divisamos la isla de los sueños de Aglaen, pero no sin desafío: una tormenta de espíritus nos impedía acercarnos. Con el esfuerzo conjunto de todos y mucho valor, logramos llegar.


 

Al desembarcar, encontramos tres lugares de interés: un campamento de lossoth, unas ruinas imponentes y un barco encallado. El anciano Eagre reconoció el barco como el de su hija, y, tras hallar pruebas de que no había viajado sola, decidimos buscarla.

En el campamento lossoth, fuimos recibidos amablemente, el líder Jagat nos relató que aquellos hombres habían naufragado buscando cazar una bestia legendaria. Sin embargo, solo encontraron fantasmas antiguos que comenzaron a acosarlos tras la desaparición de Elwing en el bosque.


Como no podía ser de otra manera, nos internamos en el bosque, donde la oscuridad era tan densa que parecía oprimir el alma. El miedo y la angustia se apoderó de todos nosotros salvo de Naelorin. Tal vez su valentía fue la que nos inspiró a todos y llegamos, tras horas de caminata, a un pequeño túmulo en mitad del bosque.  Estaba rodeado de espectros. Parecía como si algo les impidiese entrar en él y por una razón desconocida no nos prestaban atención. Dentro, hallamos a Elwing, su mente estaba hecha añicos y divagaba. Pero no fue eso lo que llamo mi atención. Un esqueleto ataviado con el escudo y ropajes de Bree yacía muerto y junto a él una espada. Algo me llevó a empuñarla y nada más tocar su empuñadura mi mente se abstrajo y unas palabras resonaron en mi cabeza:

Tres veces vine a este sepulcro, a esta sagrada tierra.

Una vez, cuando era joven y audaz, y buscaba aventura. Con mis aventuras gané la gloria a la diestra del Rey.

De nuevo, el Rey me encomendó una misión sin igual: Destruir la oscuridad oculta bajo Amon Guruthos.

Pero mi coraje flaqueó, y huí al oeste, quebrado cual cristal. Forjé una espada y recobré el coraje en mi ser.

Hallé valientes compañeros y retomé la lucha.

Mas no fue suficiente y la oscuridad nos hizo ceder.

Solo yo sobreviví, huyendo de fantasmas horribles.

Una tercera vez regresé, a la tercera por fin la vencida. Vine a morir y a esperarte a la tumba de los héroes.

Cuando desperté de aquel trance, sostenía la espada en mi mano. Parecía hecha para mí, como si siempre hubiese aguardado mi llegada.


Mire al resto de mis compañeros. Ninguno había oído nada.   Decidimos volver al campamento llevándonos a la muchacha, pero su mente estaba tan quebrada, que solo la magia élfica de Naelorin pudo, al menos, recomponerla lo justo para que pudiese andar guiada por nosotros.

Cuando salimos de nuevo al bosque, todos los espectros nos rodearon. parecían furiosos, atados a una oscura fuerza que los guiaba a destruirnos. Se abalanzaron y cayeron sobre nosotros como un enjambre de miedo, sombras y oscuridad. Temían al fuego de nuestras antorchas, pero su odio oscuro les guiaba a destruirnos. Ni los juramentos de Durthor por sus antepasados en el combate, ni el instinto salvaje del beórnida, ni la valentía inquebrantable del elfo parecía ahuyentar, ni mermar el poder de aquellos espectros. Cada vez salían más y más del bosque. Mientras combatíamos con ellos intentábamos llegar al campamento lossoth, pero el número de espectros no decrecía.

Poco a poco nuestras fuerzas menguaban. Mirase a donde mirase veía a mis compañeros rodeados de aquellos espectros, incluso al beórnida malherido. Y fue entonces cuando desde lo más profundo de mí, juré sobre la espada, juré que cumpliría el juramento de mi antepasado, fuese cual fuese. Solo entonces fue cuando la sombra que se cernía sobre nosotros, en forma de espectros, pareció debilitarse. El ánimo y la fuerza nos alzaron en la batalla, que, por primera vez, parecía que podía decantarse a nuestro favor, pero mis fuerzas y heridas me fallaron y caí en la inconsciencia... cuando volví en mí, estaba en el campamento, junto a mis compañeros y junto a la espada.

Pasaron unos días mientras nos recuperamos de lo acontecido en el bosque, antes de que nos adentráramos en las ruinas. Tras recorrer sus salas, llegamos a un gran salón en la que una hilera de grandes estatuas que representaban a antiguos héroes conducía a una puerta que llevaba a lo más alto de la isla. 


 

Un temor se apoderó de mí y fui incapaz de cruzar la hilera de antiguos héroes. Naelorin y Durthor, armados de valor la cruzaron. El beórnida decidió quedarse junto a mí. A su regreso ambos parecían apesadumbrados. En la cima de la montaña encontraron el fantasma de una anciana, la cual les dio un consejo: “Volved a casa. Vivid y reíd. Abandonad la búsqueda. Solo la fatalidad os espera”. Pero el elfo y el enano ya habían tomado una decisión, tal vez hace mucho tiempo, al igual que yo hace unos días también sellé mi destino y que por mi honor he de cumplir.


 

Tras estos hechos regresamos a casa. Dejamos a los lossoth en su hogar y regresamos a Lond Daer. El anciano marinero había dejado atrás la pena tras recuperar a su hija, que gracias a la magia del elfo recuperaría la cordura y la salud, con el paso del tiempo.

Tras este viaje tal vez todos volvimos más sabios y seguramente con nuestro destino escrito. Consciente o inconscientemente habíamos tomado una decisión para el resto de nuestras vidas.

Pietro, tras este viaje, comprendí que nuestras decisiones nos definen. No importa si elegimos el calor del hogar o el sendero oscuro e incierto. Lo único que cuenta es escuchar lo que dicta nuestro espíritu y no arrepentirnos, pues no hay camino equivocado, solo destinos que debemos abrazar con valentía.

Llegará el momento en el que tendrás que tomar una decisión similar, que la luz y la sabiduría guíen siempre tus pasos.

Tu padre, que te quiere.

Jarno selló la carta y la guardó. Aun no sabía cuándo ni cómo se la daría a su hijo, que, poco a poco, se estaba convirtiendo en un hombre. Antes de dormir miró de reojo su espada que descansaba en su vaina en un rincón de la estancia. Luego miro como dormía Beatriz, la paz que emanaba... Pero ya había tomado una decisión...

... ... ...

EPÍLOGO

Nuestros héroes emprendieron el regreso a sus hogares, cargando miedo y dudas, pero también un anhelo insaciable de conocimiento. En Yule, hallaron consuelo entre sus seres queridos, aquellos que habían poblado sus sueños durante el largo y pesaroso viaje al norte. Parecía que, al calor del hogar, la niebla de sus mentes se desvanecía poco a poco...

Sin embargo, en la vasta Tierra Media, el crepúsculo se cernía cada vez más oscuro. En el Este y el Sur, los hombres, inquietos como un avispero sacudido, murmuraban entre ellos; los mensajeros de Mordor habían llegado. La propia Tierra Oscura se alzaba con una fuerza renovada, preparándose para el conflicto.

En el Bosque Negro, la sombra crecía con cada estación, envolviendo las raíces y las copas con un manto de temor. Moria, en el corazón de las Montañas Nubladas, se convertía en el eje de incontables planes: algunos nacidos de los enanos, otros de los orcos, y otros aún más oscuros e innombrables.

En las ciudades de los hombres, como Esgaroth y Tharbad, la corrupción se extendía como una plaga, alimentada por la malicia de corazones torcidos.

Y en el lejano Norte, donde los vientos cortan como cuchillas, una colina negra, un monte baldío y sombrío, volvía a latir. Terrible y antinatural, aquella pústula de vil oscuridad despertaba con una fuerza malsana, como si la misma Tierra se estremeciera bajo su presencia.

... ... ...

Y hasta aquí el rolato de esta última Fase de Aventuras, los héroes volverán de sus hogares a Bree, ya que tienen muchas preguntas sobre Amon Guruthos, y mucho de su tiempo libre en Yule lo han dedicado a investigar...

Y vamos con los personajes, tras esta aventura, en el estado tal cual están ahora mismo:

Aventureros de Sombras sobre Eriador V.9.

 

Marcados saludos.-