Buenas,
Lo prometido es deuda, así que aquí va el relato de la aventura Pantano de los Suspiros, jugada por el nuevo grupo: “El grupo de Dientecillos”. El grupo estaba formado por:
Dana: Ladrona nacida en los barriales de Robleda. Pronto se vio obligada a delinquir para salir adelante. Guapa y carismática, tiene un pequeño problema con los hombres (sobre todo desconocidos) y es que se pone muy nerviosa. De mente despierta y rápida, le gustan mucho las joyas. Se dedica a la vida aventurera porque piensa que es mejor que robar.
Lock: Guerrero nacido en el salvaje país de Ungoloz. Donde pronto destacó por su fuerza y fiereza. Alocado y temerario, presto a las carcajadas y al vino, se siente pleno en una pelea. Muy amigo de sus amigos, y el mejor de estos es “Dientecillos” su ratón mascota. Se dedica a la vida aventurera por el oro, los tesoros y sobre todo por el riesgo, que le encanta.
Nadine: Paladín nacida en la capital, Marvalar, en una familia acomodada. Pronto destacó por su habilidad marcial y su rectitud, así que se consagró a Valion. Tras un periodo de instrucción fue mandada al templo de Robleda. Recta, justa, carismática y con un alto sentido del honor. Con tremendas dotes de líder. Inflexible en sus decisiones. Se dedica a la vida aventurera para mayor gloria de su dios y religión, y en segundo lugar para expulsar el mal de las tierras de Reino Bosque.
Hace dos años, en Robleda fueron contratados por un rico mercader, su hija había desaparecido cuando lavaba en el río. Él, sospechando de un mercader rival, les contrato para que la rescataran. Tras investigar en la finca del dicho rival, y colarse en ella, pelearon con unos cuantos mercenarios y rescataron a la muchacha. Comprendieron que como grupo eran más fuertes, así que volvieron a trabajar juntos. Varias misiones después ya se habían hecho muy amigos y pese a venir de sitios distintos, su amistad era duradera y sincera. Residen normalmente en Robleda, pero viajan por toda la Marca del Este si así lo requiere la situación.
En esta ocasión los mercenarios “amigos de Dientecillos” regresaban de una fácil misión en Olmeda, por el camino de la Manticora, en dirección a Robleda. A lo lejos, al noreste comenzaba a vislumbrarse la oscura masa de Valle Oscuro, tétrica y desoladora. Pasado Coto del Draco, caminando, aun a buen ritmo, se les iba a hacer de noche en esos lares, lo que no gustaba nada a Dana y a Nadine. Más en lontananza vieron algo que les tranquilizó en cierta manera. A lo lejos se veía una luz y humo provenientes, ambas, de una posada de camino. Habían pasado por varias granjas dispersas, pero ningún pueblo o aldea. Así que la posta se presentaba como el sitio más acertado para pasar la noche. Un cartel que rezaba: “Reposo del Gigante Dormido” se mecía acunado por el viento, sobre la puerta.
Los aventureros entraron en la concurrida sala común, ésta estaba llena de gente, humo, murmullos e incluso la música de un juglar ambulante. Los héroes se acercaron a la barra, donde un alto posadero, de pelo castaño, ya en retroceso e incipiente barriga, les miró de soslayo mientras limpiaba una taza: -“¿Y bien?”-, Lock y Nadine le preguntaron si podían cenar, y el posadero, que se presento como Galen les preparó una mesa, esa noche había para cenar jabalí al horno y albóndigas con carne de bacalao. El tabernero amablemente les preparó la mesa, preguntando de donde venían y a donde iban, presentándose él, como posadero viudo que cuidaba de la posada junto a su hija Elmira. La primera jarra de vino fue por cuenta del tabernero, y aún así pidieron dos más. Devoraron con ansia la comida, demostrando Lock, que puede comer como dos personas con suma facilidad, (y beber como tres). En estas, que se les acerco el bardo errante que al entrar tocaba el laúd. Se acercó y sin permiso se sentó a la mesa, -“Dorian es mi nombre, poeta, juglar, bardo, cuenta-cuentos mi profesión”-, Lock le recibió con una mala mirada y un gruñido hosco, mientras daba de comer y beber a su pequeño ratón (encima de la mesa), Nadine le observó con suspicacia y Dana, debido a que el joven bardo era rubio, de pelo largo rizado y atractivo, se ruborizó y miró para otro lado.
-“Si no tienes nada que ofrecernos, lárgate de aquí. Y si lo tienes, dilo ya y sin rodeos”- murmuró enojado Lock. Tras una charla tensa, quedó claro que lo que mejor podía ofrecer Dorian era información, y la quería a cambio de un vaso de vino. Lock aceptó a regañadientes y escucharon cotilleos varios provenientes del rubio juglar. Datos tales como que al noreste de allí, justo en las primeras estribaciones de Valle Oscuro se encontraba el Pantano de los Suspiros, un peligrosísimo pantano, en cuyo centro se dice que había un templo abandonado repleto de tesoros, para aquellos lo suficientemente valientes como para reclamarlos. Aun con las féminas escuchando con avidez, Lock despidió (casi echó) al bardo. Este se despidió diciendo que si en Robleda (pues él también se dirigía allí) necesitaban un bardo, contarán con él. También insinuó que iba a intentar “entrar” a la hija del posadero, ya que se rumoreaba que era ligerita de cascos y se acostaba casi con cualquiera. Esto enfureció a Lock, que gruñendo hizo huir al juglar.
La posada estaba repleta, casi todos los comensales eran lugareños de las cercanas granjas que venían a tomar un refrigerio después del duro día de trabajo. Visitantes ocasionales, a parte de los héroes y el bardo, había un grupo de enanos mineros, numeroso, nueve, que venían de la Vieja Mina y según cantaban ebrios, se dirigían a Marvalar. Invitaban a rondas de cerveza a todo aquél que cantara y bebiera con ellos. Los héroes solicitaron una habitación para los tres, y mientras esperaban que Elmira la preparara, se apoyaron en la barra, mientras Lock trasegaba un buen vaso de licor. Tímidamente se les acercó un pueblerino, mellado y feo como él solo. Los héroes le ayudaron a decidirse y acercarse, pidiéndoselo un tanto hoscos. El pueblerino con un acento cerrado, les explicó que para él ellos tenían pinta de mercenarios, de los que alquilan su espada y desfacen entuertos. Así pues, él estaba en disputas con un vecino por las cercas de las granjas, que sin un par de yardas aquí, que si un par de yardas acá. Que si tenían a bien darle un susto, partirle una pierna o algo por el estilo, pagaría encantado... los aventureros le miraron de hito en hito, y airados y enojados le mandaron de vuelta a su granja, ellos no hacían esa clase de encargos... el pueblerino se despidió, también enojado, gritando que como iba a ser buena gente la que pernoctaba allí, si el posadero no era de fiar, y estaba envuelto en asuntos turbios...
Tras este encontronazo los héroes subieron a su habitación, ya dispuesta, y se acostaron en sus pobres colchones de esparto. Nadine tuvo toda la noche sueños intranquilos, y en medio de la madrugada un grito de mujer despertó a Dana, pero tras asomarse a la ventana (que daba al norte) y esperar un rato, nada más vio ni oyó.
A la mañana siguiente bajaron antes de amanecer. El salón común estaba vacío, sólo el Galen apoyado preocupado en la barra esperaba. En cuanto los vio acudió a su encuentro presto: -“¡Gracias a Valion y a todos los dioses que bajáis! Mi hija Elmira ha desaparecido. Anoche tras recoger y limpiar todo la dejé en su habitación y hoy ya no está allí... he buscado por toda la posada y las cercanías... me estoy volviendo loco”-, Dana le contó el grito que había escuchado en la noche, lo que no tranquilizó a Galen, precisamente. El posadero tímidamente expresó su deseo de que le ayudaran a encontrarla valientes guerreros (como ellos), no les cobraría la noche y la cena, y por supuesto cada vez que pasarán por “El Reposo del Gigante Dormido” tendrían alojamiento y comida gratis. Si esto no era suficiente prometió darles todos los ahorros de la estación, unas pocas monedas de oro. Lock y Nadine se negaron en redondo a aceptar el oro, lo haría, pero simplemente por ayudar. Así que primero pensaron en Dorian, el bardo. Preguntaron a Galen por su habitación, y juntos, los cuatro, subieron. Galen abrió la puerta con una llave maestra y encontraron al juglar dormido, con la cama revuelta y apestando a alcohol. Lock le levantó del cuello, y el bardo azorado, preguntó que pasaba, le interrogaron, y al parecer ser se acostó poco antes que los enanos, casi al final de la velada, bastante achispado, así que creía recordar que vio a Elmira por última vez tras la barra, comenzando a recoger. Los héroes examinaron el desnudo cuerpo del Dorian en busca de señales de arañazos o pelea, y nada hallaron. Así que por idea de Lock, decidieron pasar a otro sospechoso, el pueblerino...
Los héroes dieron una descripción detallada del desdentado pueblerino, Sodar, según Galen. Le preguntaron sin tenía algún problema con él. Galen dijo que no especialmente, simplemente él era el más rico de por la zona, y eso causaba envidia a los granjeros cercanos, quizá eso causo el comentario de despedida de Sodar, aún así le preguntaron donde vivía, Galen contestó que en una granja a algo menos de media hora. Los tres héroes acompañados de Galen (que dejó al cargo de la posada a su buen amigo Jaster) partieron con las primeras luces del día hacía la granja. Una vez allí, Sodar comenzaba a faenar, Lock le zarandeó y quitó la camisa, preguntando que había hecho con Elmira, el granjero pareció sincero al decir que tras despedirse de ellos se volvió para la granja, que nada sabía de Elmira. Sin dejar que se viera con su mujer, entraron en la casa e interrogaron a esta, las versiones y horarios coincidían.
Así que prestos retornaron a la posada, estaban perdiendo mucho tiempo a juicio de Lock. Nadine dijo que utilizaría su detección del mal para ver si podía detectar algo en los parroquianos de la posada que quedarán. Cuando llegaron los enanos estaban armando jaleo mientras desayunaban, servidos por Jaster. Lock se acercó directamente a ellos y les inquirió con su habitual falta de tacto, pero los enanos no achantaron y le contestaron que nada sabían de la joven, y que aunque habían bebido bastante ninguna tropelía habían hecho con ella. Nadine se dio cuenta de que no mentían y por otra parte no detecto malas intenciones. Dana, más amable pregunto que si habían visto o oído algo. Y un enano, de los más jóvenes y llamado Trelin, azorado comentó que a media noche bajo para aliviarse tras la posada, le pareció extraño ver a una joven paseando a esas horas de la noche, pero parecía andar tranquila, sin prisas, temores, ni sigilos. Cuando le preguntaron por la dirección que seguía, contestó que hacía el noreste.
De repente les pareció claro que Elmira (suponiendo que era ella) había partido hacía el Pantano de los Suspiros, así que desayunando frugalmente partieron con un hatillo cada uno preparado por Galen. Buscaron huellas, pero ninguno de los tres era muy versado en ese arte. Tras más de media hora buscando, Nadine distinguió unas huellas livianas y gráciles, y en esa dirección. Más seguirlas era asunto complicado.
El terreno comenzó a ascender, era una amplia colina boscosa, cuando la coronaron vieren en inmenso Valle Oscuro, boscoso, lóbrego, desapacible. Al noreste, como una ligera imperfección del paisaje, destacaba el pantano, clavado en el costado de Valle Oscuro, comenzaron a descender en esa dirección, parando a media mañana para tomar un refrigerio, cecina y queso duro, trasegados con un vino caliente.
Antes de que el sol estuviera en todo lo alto ya estaban metidos en el Pantano de los Suspiros, extraños ruidos, borboteos, serpientes arrastrándose y zonas de peligrosas arenas movedizas, les hicieron ir más despacio de lo que querían. Pararon a comer, y Dana observo en una rama baja un jirón de ropa, parecía de camisón. Así que alentados por este hecho continuaron en dirección al centro del pantano, allá donde se suponía se levantaba el oscuro templo.
Unos minutos después le llegó a Dana un murmullo cercano, alguien canturreando con cavernosa voz. Dana se lo advirtió a sus compañeros y se separaron. Nadine y Lock dieron un rodeo para tratar de coger desprevenido al “cantor”. Nadine se encontró de frente con un inmenso ogro, éste estaba canturreando mientras roía los huesecillos de un búho del pantano. –“Mi buen amigo, ¿ha visto por aquí una joven desorientada?”- dijo Dana. El ogro se levantó sonriendo, -“No, pero tengo hambre y acaba de llegar mi comida”-, cogió un enorme garrote y cargó hacia la ladrona, ésta esquivó el golpe y esquivando aguas estancadas, unos arbustos y al ogro, se puso cerca de sus compañeros y comenzó a sacar arco y flechas. Lock cargó, a su vez, saltando para golpear con su mandoble al ogro, le impactó en pleno pecho, abriendo una gran herida. Nadine se acercó por un flanco propinando otro buen tajo al bruto. Este contraatacó dirigiendo un golpe sesgado al guerrero, que agachándose, lo esquivó por poco. En ese momento Dana le clavó una flecha en un hombro, el ogro gritó, cayendo de rodillas, Lock atacó pero el gigantón desvió su espada con el garrote. En ese momento poniendo fin a la pelea Nadine le clavo la espada en el cuello, el ogro cayó entre estertores. Dana se dispuso a rebuscar entre las pertenecías del ogro...
Próximamente la 2ª parte ;)
Marcados saludos.-
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Muy interesante y evocativo, a ver como sigue :)
ResponderEliminarGracias :)
ResponderEliminarA ver si esta semana que viene puedo subir la segunda parte.
Un placer haber jugado tu aventura :)