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lunes, 2 de septiembre de 2024

Una cueva de troles donde las haya

 


Buenas,

Seguimos con los rolatos de nuestra campaña de “El Anillo Único, Segunda Edición”. Con el final de esta aventura ya llevamos 27 sesiones y hemos comenzado la campaña “Relatos de las Tierras Solitarias”, con su primera parte “Una cueva de troles donde las haya”. Donde los héroes, se enfrentan, avisados, a una elaborada trampa. El rolato está hecho por desde el punto de vista omnisciente del Maestro del Saber.

Si vas a jugar esta aventura/campaña como jugador, no sigas leyendo o te arruinaras parte de la experiencia.

Vamos allá con este rolato:

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PRÓLOGO I

La familia trol dejó su hogar en las Landas de Etten, algo oscuro, ominoso, desde el norte, les mandaba sueños y pesadillas a diario, que les instaban, casi obligaban, a ir hacía el suroeste. Trataron de resistir, pero de manera infructuosa.

Pronto estuvieron al norte de Bree.

Los Montaraces del Norte defendían Bree en secreto. La mayoría de los habitantes de Bree no lo sabía, pero los troles sí. Las piedras de las Landas de Etten están teñidas de negro por la sangre de los troles derramada por los montaraces. Si la familia entraba en Bree, a pisotones y empezaba a devorar gente, como les demandaba su sueño, les atacarían los montaraces, muchos, quizá demasiados. Habría que hacerlo de otra forma.

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PRÓLOGO II

En el Sur, a orillas del río Isen, cerca de su desembocadura, los conflictos de los Señores de los Caballos y los rumores del resurgimiento de Mordor hizo que muchos súbditos del Gondor más noroccidental, una mezcla de sangre rohirrim, gondoriana y dunlendina, emigraran hacía el Norte, escapando de la oscuridad y de los rumores de guerra.

Un terrateniente menor vendió todo lo que pudo en el mercado de su pueblo, cambiando sus rebaños de ganado por unos pocos peniques de plata de Rohan, y luego él y su familia (su mujer, sus hijos y sus sirvientes) cargaron todo lo que les quedaba en dos carretas y partieron en busca de un lugar más seguro donde vivir. Su destino estaba en Tharbad o quizá más allá…

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Julio del 2.966TE, pese a estar en verano la noche era fría en el Poni Pisador, y no sobraba el fuego de una de las chimeneas del salón común. La cerveza era espumosa y los habitantes de Bree estaban reunidos en el Poni, canciones, chanzas, cotilleos y diversión general. Lo más granado de Bree y alrededores estaba en el Poni, incluso dos grupos de extranjeros, unos venidos de más allá de las Montañas Nubladas y una pareja de taciturnos enanos.

Los héroes de Bree, Bruno, Durthor, Jarno, Naelorin y Ramnulf bebían, comían y brindaban. Muchos lugareños les invitaban, incluso el propio Bernabé Mantecona les invitó a cenar. En un momento dado, hasta un achispado vecino comenzó la canción de “El trol pisotón” que acabó siendo cantada a coro por casi toda la taberna.

Ramnulf invitó y habló con los mercaderes del Lago Largo, que traían mercancías de Valle y Erebor y rumores de Rhovanion.

En un momento dado, Jari, un enano enérgico y bullicioso, conocido en Bree por sus vagabundeos y chanchullos, entró en la posada ofreciendo parte de un suculento tesoro a aquellos que se atrevieran a acompañarle.

 

Un individuo triste y con pinta de sureño pareció hacerle coro y que conocía el tesoro del que hablaba (de su tío abuelo Bori). Jarno se dio cuenta de que el sureño había entrado apenas segundos después de Jari y no podía haber escuchado toda la proposición del enano.

Jari, tras intentarlo con los Hombres del Lago, centró su ofrecimiento en los héroes. Durthor parecía muy interesado dado que era un tesoro enano, y el sureño también, pero Durthor le pagó una cena y baño, en otra instancia, no quería que se inmiscuyera.

Los héroes no se terminaban de fiar, solo Durthor parecía decidido. Ramnulf se levantó y cotilleo un poco sobre el tipo. Mas tarde, Bernabé le dijo que no se fiaba de Jari, que tenía fama de que desaparecían cosas cuando él llegaba a Bree y que tenía algunas deudas.

Finalmente, los héroes aceptaron. Se encontrarían con Jari fuera de Bree, en su campamento. Les dio algunos peniques de plata para que prepararán el viaje y se despidió.

En ese momento, Pietro, el hijo de Jarno entró en el salón, venía a cenar con su madre, Beatriz. Le dio a Jarno una pequeña nota que habían dejado en la puerta de su casa. Jarno abrió la carta, era escueta, firmada por la runa de Gandalf: “En la vieja Cantera a medianoche”.

Quedaban un par de horas para medianoche, pero los héroes decidieron acudir a la cita. Antes Durthor recibió una advertencia de la pareja de enanos del salón común, Floki y Hornbori, Jari no era de fiar, traía mala suerte y había sido expulsado de las Montañas Azules, el mismo hermano de Floki se había aliado con Jari y ahora también estaba exiliado de los salones enanos.

En la cita, Gandalf, pues de él se trataba, terminó de corroborar todas las sospechas de los héroes: Necesitaba que viajaran con él, como si les hubiera seducido la propuesta de tesoros… para ver qué trama… —“Id con cuidado hay rumores sobre una banda merodeadora de troles que desapareció misteriosamente. Los montaraces encontraron las señales del paso de los monstruos, pero no se les ha visto en las afueras de Bree ni de la Comarca”, les advirtió.

Tras eso, Jarno fue a su casa a preparar todo y explicar a su mujer que se volvía a ausentar durante una temporada. Ramnulf y Bruno se fueron a dormir agotados. Pero Durthor y Naelorin acudieron a la puerta sur, llegaron justo en el cambio de guardia, e interrogando al guardia que dejaba el puesto lograron averiguar que Jari y el sureño entraron juntos y se separaron nada más entrar.

A la mañana siguiente los héroes acudieron a su cita, y cual fue su sorpresa cuando en el campamento, ante el suculento desayuno que Jari estaba preparando, también estaba Diarmoc, el sureño. Durthor no quería viajar con él, no se fiaba, pero finalmente entre sus compañeros y Jari le convencieron, cuantos más fueran más fácil sería obtener el tesoro.

Jari explicó someramente más o menos dónde estaba el valle que buscaban, y propuso una ruta, que el grupo de héroes descartó. Guiaría Durthor, y la idea era coger el Camino Verde rumbo norte y antes del Muro de los Muertos, desviarse hacía el este, en línea recta hacía la altura de las Colinas de los Vientos en las que se suponía estaba el valle.

A Jari no le quedó otra que aceptar.

 

El viaje por esta ruta, aunque más seguro, fue bastante más lento. A mitad de camino por el Camino Verde, muchas de la comida que llevaban se puso mala debido a una ola de calor que duró dos días. Ramnulf se tiró todo un día forrajeando y cazando para obtener más provisiones. Luego ya desviados hacía las colinas, perdieron el rumbo y estuvieron un día vagando perdidos, hasta que Naelorin lo reencontró, entre bosques dispersos y pequeñas colinas.

Tras doce días de viaje, Jari dijo que al día siguiente llegarían al Valle oculto de Morglynd. Encendió una buena chasca en lo alto de la colina e hicieron campamento.

No obstante, durante el viaje, Durthor y Naelorin, sobre todo, habían estado investigando y sonsacando a Diarmoc. Tras muchas charlas y ganarse su difícil confianza con el “encanto élfico” Diarmoc confesó a Naelorin que iban hacía una trampa, que su familia estaba cautiva de unos troles y Jari estaba compinchado con ellos.

Durante el viaje también espiaron a Jari, viendo que a veces se adelantaba a explorar, y en realidad retrocedía a espiarles.

Así pues, esa última noche antes de llegar al valle decidieron hacer una “encerrona” a Jari. Durthor y Ramnulf intimidaron al enano, le acobardaron y no le quedó otra que confesar... Aun así, terco como su raza, les plantó cara diciendo que la familia de Diarmoc moriría si no le dejaban en paz, al no hacer la señal pactada. Con más mano izquierda y sutileza, Jarno le convenció de que ellos eran capaces de matar a los troles, ya que eran los héroes que habían vencido a un viejo trol, a la Bestia de Colina Hueca, y los protagonistas de, entre otras, la canción “El trol pisotón”. Jari fue completamente convencido, de hecho, se volvió adulador, pidió perdón, diciendo que estaba bajo el hechizo de la madre trol, una bruja llamada Nelly Brazoslargos, con la que debían tener especial cuidado. Claramente Jari era una veleta que se mecía al viento más fuerte...

Con esta información decidieron que Bruno regresara al galope a Bree en su fuerte y vigoroso Colorado, mientras que Ramnulf y Durthor explorarían el principio del valle y el resto descansaban.

Jari les advirtió, la fogata encendida por la noche era la primera señal, mañana llegarían, y mañana por la mañana debía hacer otra, tres graznidos de zarapito. Eso indicaría que llegaban, que preparan la emboscada y que podían mantener vivos a la familia de Diarmoc.

Ramnulf y Durthor, en la oscuridad de la noche, pero a la luz de la luna llena (según la anterior mentira de Jari, indispensable para abrir la gruta de su tío abuelo), comenzaron a explorar el Valle de Morglynd.

La exploración se les fue de las manos, explorando al final, casi toda la noche. Llegaron al valle, por un sendero desbrozado hace años, pero sin apenas uso en las últimas lunas, vieron el sitio donde los troles pretendían emboscarlos el día siguiente, vadearon el arroyo y fueron por un camino paralelo enfrente, más discreto y disimulado... pero un trol estaba vigilando y escucho vadear el río a Ramnulf. Partió corriendo hacía Verruga, la colina artificial sobre la que se asentaban las ruinas de un antiguo torreón númenoreano y bajo cuyas ruinas vivía el trol y sus hermanos. Durthor y Ramnulf cargaron para que el trol no vadeara de un salto el arroyo, por una parte, que a ellos les costaría minutos. El primer golpe de Durthor dejó pálido al trol por su potencia, pero el segundo de Ramnulf le dejó convertido en piedra, ya que le atravesó el corazón de un lanzazo.

 

Siguieron avanzando por la parte sur del valle, encontrando unas ruinas de una vieja granja, cuyos cimientos habían sido construidos con piedras de las ruinas de enfrente. La vivienda de una familia de Bree, los Brezo, que habían dejado el poblado en busca de más terrenos y oportunidades. La granja estaba quemada, desde hacía pocas semanas, y entre las ruinas vieron acechar una pequeña figura... un hobbit pensaron, pero no, se trataba de Scylda Brezo, una pequeña niña de ocho años. Ramnulf se la ganó con uno de sus pasteles de miel, y la pequeña les contó como una familia de troles había descendido al atardecer desde las colinas, quemando su casa, comiéndose a sus padres y hermanos, les describió el valle, el lago, donde se escondían los troles por el día (bajo Verruga) y la barca escondida con la que jugaba con sus hermanos mayores. También les contó la llegada del enano y de la familia sureña (Diarmoc y los suyos) y de como se habían comido al menos a tres de estos por ahora.

Tras un breve descanso y llegar a ver el lago, pensaron en tratar de rescatar a la familia de Diarmoc, prisioneros en medio del lago, en una balsa anclada por cuatro cadenas al fondo, pero se dieron cuenta que estaba a punto de amanecer y se habían dejado a sus compañeros en el campamento a unas tres horas caminando.

 

Estos, Jarno, Naelorin, Diarmoc y Jari, habían descansado, por la mañana Jari preparó un gran desayuno y cuando avanzaron un buen trecho, imitó el canto del zarapito tres veces. El valle estaba preñado de una sensación de tristeza y antiguo esplendor olvidado.

Jarno iba dándole vueltas y preocupado por sus otros dos compañeros. Cuando llegaron a la entrada del valle, junto al punto donde vadearon el arroyo, los dos grupos se encontraron. En silencio todos vadearon el arroyo de nuevo, rumbo a las ruinas de la granja de los Brezo... allí tuvieron una fuerte discusión. Jarno estaba terriblemente enfadado por la desconsideración de sus compañeros, en vez de explorar, se expusieron mucho, olvidándose de ellos, y él apenas pegó ojo durante toda la noche, preocupado, sobre todo por Ramnulf, con el que se había granjeado una buena amistad durante el último año.

Al abrigo de las ruinas y protegidos por el sol matutino estuvieron un buen rato discutiendo, con argumentos por ambas partes, finalmente las cosas se calmaron y decidieron que hacer. Jari y la niña se quedarían a resguardo en las ruinas (y más valía que la cuidara o Ramnulf se lo haría pagar al enano) mientras el resto iría al lago, Jarno y Diarmoc montarían en el bote de los hermanos de Scylda y en dos viajes rescatarían a los cuatro miembros de la familia de Diarmoc que quedaban vivos (mujer, dos hijas y un sirviente). Mientras el beórnida, el enano y el elfo vigilarían desde la orilla del lago pantanoso.

Así procedieron, pero al poco de comenzar a remar, algo retuvo el bote, una enorme garra verdosa ¡Nelly Brazoslargos descansaba bajo el lago! Pronto invocó una niebla oscura que ocultó el lago e hizo que los héroes apenas vieran, pero Durthor atengo a Verruga, vio como de uno de sus túneles salían los dos hijos que quedaban de Nelly, cargando hacía ellos protegidos por paraguas trol, hechos por el hobbit Monty Tuk-Fuelles.

 

Durthor y el beórnida comenzaron a pegar duro a la trol, pero el borde del pantano era un terreno difícil y la bruja trol escurridiza, así que no lograban alcanzarla plenamente. Desde el bote Jarno sí alcanzó un buen golpe, pero después se desestabilizó volcando el bote, el nadó a la orilla recuperando su hacha, pero Diarmoc comenzó a nadar hacía la balsa donde le espera su mujer.

Naelorin disparaba a los troles que corrían hacía la orilla del lago, pero apenas logró retrasarlos un poco. Cuando llegaron a la pelea uno se encaró al enano y otro a Durthor, pero Nelly ya estaba bastante herida, entre Jarno, Durthor y Ramnulf acabaron con ella. La niebla de su brujería desapareció y los dos hijos no tardaron en morir, uno por la violencia de los golpes de Jarno y Naelorin y el otro convertido en piedra por los rayos del sol.

Rescataron a la familia de Diarmoc, la mujer les contó como la bruja trol los atormentó imitando la voz de Diarmoc, y como su hijo mayor había muerto tratando de escapar de la balsa a nado. También les contó donde la trol anfibia guardaba el tesoro, también bajo el lago. Entre Ramnulf y Jarno se hicieron con él, devolviéndole a Diarmoc casi todo lo perdido.

Mientras curaban a los heridos y a la familia y sirviente de Diarmoc (muy desnutridos y cansados), una vieja montaraz de pelo gris se presentó, era Orothel y vigilaba el valle desde las estribaciones orientales, a espera de sus hermanos. Cuando vio que comenzaba la pelea en el lago descendió corriendo para prestarles ayuda. Ramnulf la pregunto por Haleth, pero Orothel ignoró la pregunta, que pareció no gustarle.

Exploraron algo Verruga y las ruinas superiores, la peste de lo sótanos y túneles hizo que apenas los pisaran. Entre lo contado por Scylda, la mujer de Diarmoc y Orothel, se aseguraron de que los tres troles muertos eran todos los hijos de Nelly, así que decidieron abandonar el valle en dirección a Bree, dejando a Orothel y sus hermanos la limpieza final del valle.

Se habían ganado un merecido descanso...

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EPÍLOGO

En Bree, Scylda fue llevada con unos tíos abuelos que vivían en Archet, recibieron un estipendio del tesoro de Nelly para que cuidaran de ella. Aunque Ramnulf la había cogido cariño y le dijo que cuando volviera a partir hacía los Valles Altos del Anduin la llevaría con él, y si ella quería, se quedaría a vivir con los beórnidas, como una más.

Diarmoc y su familia decidieron que el norte era demasiado para ellos, la experiencia con los troles y con Jari no había sido nada buena. Así que partirían hacía Lond Daer, mucho más cerca de sus tierras natales.

Gandalf convenció a los héroes para que acompañaran a Diarmoc, ya que tenía un trabajo para ellos en Lond Daer... mientras él llevaría a Jari a los Salones Enanos de las Ered Luin, para que la justicia enana se hiciera cargo de él, ya que le pillaba de paso, pues acudía a pedir consejo a Cirdan el Carpintero...

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Así termina el rolato de esta última Fase de Aventuras. Seguiremos con el siguiente relato de las Tierras Solitarias... la campaña va avanzando...

Y vamos con los personajes, que tras casi treinta sesiones ya van teniendo bastante habilidad y pericia en el combate, como demostró la pelea con los troles en las orillas del lago. Este es el estado actual:

Aventureros de Sombras sobre Eriador V.8.

 

Marcados saludos.-

jueves, 1 de agosto de 2024

Las Viejas Minas los Enanos


Buenas,

Continuamos con los rolatos de nuestra campaña de “El Anillo Único, Segunda Edición”. Los héroes viajaron a una vieja mina enana, Colina Hueca, vacía desde el cataclismo que puso fin a la Primera Edad y en la que un rey humano se había refugiado hace un milenio. Es una de las localizaciones de “Ruinas del Reino Perdido”, así que ojo con los spoilers si vas a jugarla. El rolato lo hago yo, de manera neutra.

Vamos con el rolato:

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PRÓLOGO I

…pero no jure que caminará en las tinieblas quien no ha visto la caída de la noche”.

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Preparando la misión...

Mayo de 2.966TE, comienza el calor de la primavera, las lluvias y nieblas de abril han dejado una tierra verde y frondosa. Granjeros cultivando... Recogiendo cosechas y celebrando, acompañan la vista de nuestros aventureros.

Los héroes de Bree, Bruno, Jarno, Naelorin y Ramnulf tuvieron un apacible viaje hasta La Comarca, más en concreto a Bolsón Cerrado, donde se reunieron con su mecenas, Bilbo. Naelorin, en Rivendel, había estudiado mapas y libros para el viaje que les esperaba y ya les había adelantado Bilbo y Balin tras la fiesta de primavera.


Allí se reencontraron con Durthor, que se había adelantado. Bilbo les recibió y trató a cuerpo de rey. Paseos, comidas copiosas y pipas de tabaco de la Cuaderna del Sur en el porche, durante un par de días, esto relajó a los héroes e hizo aún más excéntrico a Bilbo para sus vecinos.

También se ultimaron los detalles del viaje al norte de las Ered Luin. Balin había partido al sur de estas, a convencer a clanes enanos y conseguir guerreros y fondos para recuperar Colina Hueca.

Bilbo recordó la misión, tras una cena cerrada con pasteles de limón: “Hay una vieja mina de los enanos en las Montañas Azules; y sí, hay muchas minas de los enanos en esas partes, todas las colinas de los alrededores están plagadas de ellas, como una manzana llena de gusanos. La cuestión es que esta mina es especial. Un rey de antaño se escondió allí, con todas sus joyas y tesoros. Pues bien, a ese Rey le perseguía una temible bestia de Angmar, y se dice que la única forma que encontró para matarla fue lanzándole su mayor joya a la garganta para ahogarla. Pero el resto del tesoro todavía está ahí para que alguien se lo lleve... si es que puede encontrarlo”.

Los héroes deberían adelantarse y explorar la mina, ver el estado en el que estaba y “limpiarla” para que los enanos de Balin la volvieran a adecuar y ocupar, estableciendo así, una nueva colonia en las Montañas Azules.

Bilbo, con un tomo de saber, traído desde Rivendel y un mapa sobre la mesa les contó sobre Arvedui, el último rey de Arthedain y de cómo los ejércitos del Rey Brujo de Angmar le obligaron a huir por todo Eriador, portaban todos los tesoros con los que pudieron huir, dos palantiri incluidas.

Arvedui y sus hombres se refugiaron en la vieja mina enana abandonada desde hace milenios. Allí les acechó una bestia surgida de las tinieblas de Angmar, mermó al grupo, casi hasta su extinción e hizo que dejaran muchos de los tesoros en la mina. Finalmente, Arvedui y unos pocos hombres escaparon con las palantiri, refugiándose entre los losoth y pereciendo más tarde, pero eso es otra historia...

Esto aconteció hace casi 1.000 años.

El viaje los llevaría cerca del extremo norte de las Montañas Azules. Una tierra fría, azotada por repentinas y crueles tormentas de nieve en invierno. Ningún pueblo habitaba aquí desde hacía muchos años. Los elfos llegaron a esta zona una vez, hacái tanto tiempo que ni siquiera ellos recuerdaban la historia, pero las colinas y las piedras aún resuenan con el sonido de sus orgullosas trompetas, y, se dice que, los que duermen aquí pueden soñar con días mejores. Los hombres de las nieves de Forochel, al otro lado de la bahía, viajaban a los campamentos de verano que tienen en la costa para cazar y recoger bayas, pero su hogar y su corazón están en el hielo, aún más al norte.

Así los héroes partieron hacia el noroeste una suave mañana de mayo, tras un copioso desayuno hobbit...

 

El viaje...

Desde Hobbiton, siguiendo El Agua llegaron a los Páramos del Norte, bordeando las peligrosas colinas por su vertiente suroeste. Desde allí, atravesando los bosques de coníferas, viraron al norte, hasta encontrarse con el Lune. Bruno Bajoárbol guiaba con tino y encontró varios atajos.

Vadearon el Lune justo antes de la horquilla que convertirá el río en aún más caudaloso, pero allí donde se juntaban las aguas, lo ancho de la zona hacía el río vadeable. A partir de ese punto, bajaba fuerte hasta desembocar en la ciudad élfica de Mithlond.

En los bosques al norte de la horquilla, Ramnulf, buscando bayas y caza se encontró con un majestuoso ciervo albino, tratando de seguirle, solo para tocar su brillante pelaje, encontró un atajo a través del bosque que los llevó hasta la parte más norte del bosque, se plantearon viajar ahora en línea recta hacía el oeste, lo que los llevaría a los Salones Enanos.

A mitad de camino, en la oscuridad de la noche, con el campamento montado, se toparon con Ned Setos, tras una conversación y compartir las viandas de la cena, se dieron cuenta de que era una especie de bandido de la zona de Bree, muy lejos de su zona. Llevaba una espada de manufactura númenoreana, muy valiosa, que les contó, había encontrado en el cubil de un oso, en las montañas. El oso, o bestia, había matado a sus dos compañeros, y luego él había vagado encontrándose con orcos, de los que había huido. Cambio la localización del cubil de la bestia por algo de cena y compartir campamento por esa noche. El grupo comenzó a pensar que harían orcos tan al oeste... Resultaba extraño...

Tras siete días de duro viaje llegaron a las montañas, encontrándose con dos vigilantes enanos ya viejos y curtidos. El grupo pidió descanso en los Salones Enanos, les fue concedido.

Dos pilares de arquitectura enana abrían paso, a cada lado de unas escaleras excavadas en la montaña que ascendían a un valle con algunas construcciones viejas y varias entradas a las minas. Se intuía un viejo esplendor, pero en decadencia, había pocos enanos y todos ya mayores. Nargothrond y Belegost cayeron a final de la Primera Edad del Sol. Y Thorin y su gente habían dejado la zona por las promesas de Erebor y muchos habían partido siguiendo este sueño.

Fueron atendidos por el Senescal Burin hijo de Dorin. Se les dio alojamiento y comida, se avituallaron para el resto del viaje. La comunidad enana parecía sombría y triste. Muchos de los jóvenes que no habían partido hacía el este habían perecido tratando de dar caza a una bestia que se alimentaba y cazaba en las montañas. Entre las víctimas estaba Doki, hijo de Burin.

La última noche en los Salones, tuvieron una reunión con Dís, hija de Thraín, hermana de Thorín Escudo de Roble. Les solicitó que, por favor, si conseguían encontrar Colina Hueca y explorarla, la informaran a ella personalmente.

Así los héroes partieron con la promesa de ayudar en lo posible con el asunto de la bestia. Dorin se despidió: “Partid, os deseo valor, pero sobre todo prudencia. Y caridad para enanos errabundos y en peligro, de encontrarlos”.

La segunda parte del viaje no estuvo exenta de peligros, primero perdieron el rumbo, pero el elfo logró reencontrarlo. Luego pasaron por la gruta de la bestia descrita por Ned Setos que estaba a medio camino. No hallaron allí bestia alguna, pero si su rastro, así como huesos de víctimas (muchas de ellos enanos) y exiguo tesoro.

 

Al poco de salir de la gruta se encontraron a un explorador enano, Hezolnir hijo de Bethir, venía de una comunidad al otro lado (oeste) de las montañas. Era el último de una partida de cazadores que buscaban a la bestia, ya que había llegado también a sus territorios. Intercambiaron rumores, campamento, comida y cortesías, despidiéndose al día siguiente.

Ya de nuevo a la vista de las montañas en su vertiente norte tuvieron un encontronazo con orcos, quizá los mismos sobre los que les había prevenido Setos. Siendo menos y yendo a caballo decidieron huir y darles esquinazo, pero el hobbit, Bruno recibió dos flechazos en la espalda. Por suerte, ocultos en el bosque, Ramnulf consiguió salvarle la vida.

Tras otros siete días de viaje, más allá del curso del Lune Menor encontraron la entrada a las viejas minas enanas. Los bosques de esta tierra lejana y poco transitada eran escasos, formados en su mayoría por pinos y acebos dispersos. Tras uno de estos densos bosques de abetos, en el que se intuía que antaño corría por él un sendero (ahora apenas una trocha entre maleza), apareció el rastro de una calzada enana parcialmente enterrada, que serpenteaba hacia el oeste, en dirección a un estrecho valle que se abría donde un río cortó una vez la roca de las montañas a lo largo de mil años. Un hito de granito en el suelo estaba escrito con runas enanas “A MENOS DE MEDIO DÍA ENCONTRARÁS COLINA HUECA”. Y allí encontraron la Puerta Hueca, entre las sombras del protegido valle.


 

En Colina Hueca...

La Puerta Hueca, la entrada principal de la Colina estaba cerrada, bloqueada por derrumbes. Haría falta una cuadrilla de enanos y una semana para desbloquearla. Hacia el sur encontraron un sendero pequeño, apenas perceptible entre las rocas y los matorrales. Tras casi un kilómetro doblaba hacía el oeste y daba a una entrada secundaria de la Colina. El rostro de un enano tallado en la piedra abría sus fauces hacía la oscuridad del interior. Afuera, entre rocas y abetos había ruinas de edificios exteriores enanos. Allí acamparon, en espera del día y de adentrarse en la Colina...

 

A la luz del día siguiente, entraron por las fauces del enano. Esta parte de las minas era un laberinto de anchos y bajos túneles de mampostería enana. Muchas de ellas llegaban a minas a medio excavar. Varios desplazamientos de tierra habían provocado derrumbes y la inundación hasta los tobillos de casi todo el complejo.

La primera mañana encontraron El Camino Estrecho, un largo pasillo que conectaba con la parte norte de las minas. En él, a medio pasillo, encontraron restos de combate, arañazos de garras y espadas, aún podían verse, profundamente grabadas en la roca.

Los laberintos de pasadizos continuaban aquí, y en la parte oeste abundaban los túneles de extracción de hierro. Había aún más callejones sin salida, más túneles inacabados y un mayor riesgo de derrumbes.

Lo primero que encontraron fue una cámara más amplia. En su día contenía los tesoros de Fornost Erain que no pudieron ser transportados por el séquito del rey al huir: libros de sabiduría antigua, pinturas y tapices o reliquias de la perdida Númenor. Pero el paso de los años los había destruido todos, dejando solo fragmentos de cuero y polvo. Pero si encontraron algunos broches de oro, pedrería y monedas sueltas. Ramnulf encontró una corona de niño o mujer, de acero y amatistas y se la regaló a Bruno, nombrándole Rey Hobbit de Colina Hueca.

Pasaron allí la noche, pero el frío era intenso en la zona norte de la Colina y más a la llegada de la noche. Hicieron un pequeño fuego para calentarse, cerca de la salida, para que el humo no les asfixiara.

 

El día siguiente exploraron y se cercioraron de que no había salida alguna en el noroeste de la mina. A medio día encontraron El Último Salón, un espejismo subterráneo, tan inesperado como un oasis en el desierto. Una gran estancia de piedra, cuyo techo estaba sostenido por pilares ornamentados, con cámaras más pequeñas a los lados para los dormitorios y los almacenes. Las tallas realizadas por los mineros ociosos representaban todo tipo de escenas, desde imágenes heroicas de Durin y los otros seis padres de los enanos hasta bosques fantasiosos y montañas lejanas. Un enorme candelabro de hierro, más óxido que metal, colgaba del techo, los héroes lograron encender sus velas. Ya puestos pararon, pese al frío, a comer aquí.

Había escrituras y fechas grabadas en paredes y pilares, seguramente de los hombres del Rey Arvedui, desesperados con su encierro.

Tras comer y planteándose seguir con la exploración, comenzaron a sentir movimiento proveniente del Camino Estrecho, algo o alguien grande venía y deprisa, arrastrándose entre los túneles estrechos, casi sin espacio. Además, comenzó a gruñir mientras olfateaba el aíre. Una bestia, el terror de Angmar, parecida a un gran oso gris, ciego y deforme, con una cara inquietantemente humana se plantó en la parte contraria del gran salón. Los héroes se plantearon huir, pero en el laberinto de minas seguramente se hubieran separado y perdido... así decidieron hacerle frente. La Bestia era ya anciana y lenta, el hobbit y el elfo dispararon sus arcos alcanzándola. Ramnulf y Durthor cargaron sin miramiento. Naelorin y Jarno fueron detrás, entre los cuatro, más Bruno a distancia, comenzaron a atosigarla, sin piedad ni descanso... la Bestia hirió a Durthor y a Naelorin, pero nada demasiado grave. La bestia termino cayendo con múltiples cortes y la lanza de Ramnulf atravesándoles el corazón.

 

Cansados, algo magullados y cargados con unos pocos tesoros, decidieron salir de la mina para descansar de nuevo en las ruinas. Salieron cuando atardecía, tras casi dos días de no ver luz del sol.

Descansaron, cenaron e hicieron guardias, la mina estaba a medio explorar, pero estimaban que lo más peligroso había pasado con la muerte de la bestia.

Al día siguiente se volvieron a introducir por las fauces del enano. Descartaron la zona sur de las minas y volvieron a la norte, donde encontraron un pozo en el que los númenoreanos había arrojado tesoros para ponerlos a salvo, pensando que volverían más adelante a rescatarlos (lo dedujeron Naelorin y Bruno al verlo escrito en el borde del pozo). Con la ayuda de una cuerda, el ágil Jarno se sumergió varias veces hasta coger todo lo valioso que encontró en el fondo.

Todos descansaron y comieron en el Último Salón, prestándole mantas a Jarno, que estaba aterido del frío por los baños.

Por la tarde siguieron explorando y hallaron, medio abierta y congelada, la Puerta Norte, de firme piedra, recubierta por una capa de hielo y escarcha. El frío aquí era más intenso si cabe. La salida conducía a los últimos picos del norte de las Ered Luin, hacia los páramos helados de la bahía de hielo de Forochel. El frío en el valle era casi preternatural, la nieve no se derretía, y el viento era frío y soplaba del norte. La puerta por la parte de afuera tenía símbolos de protección tribales, lossoth según dedujo el elfo.

A lo lejos vieron viajeros que vagaban con una gruesa capa de hielo sobre su manto, pero bajo la cáscara de nieve solo había aire helado y odio. Empuñaron cuchillas de hielo que moldearon a partir del aire gélido, espectros que en otras tierras habitaban cadáveres de los túmulos, aquí, se revestían de nieve y hielo. ¡Y venían a por ellos!

Entre Duthor y las flechas de Naelorin y Bruno acabaron con uno de ellos, crujiendo al romperse el hielo vacío... pero el espectro se volvió a recomponer y parecía más ávido aún de sangre caliente.

Jarno gritó que le siguiesen a refugiarse en las minas, confiando que nos los perseguirían dentro por las runas lossoth. Pero por desgracia para los héroes, los símbolos eran para mantener dentro a la bestia, no fuera a los espectros. Ramnulf y Jarno iban los últimos, pero corroboraron que los espectros los seguían, aunque los dejaron atrás y perdidos en los laberínticos túneles.

Los aventureros volvieron a montar el campamento entre las ruinas. Encendieron el fuego y precisaron las guardias. Durante la guardia de Ramnulf, el frío aumentó, la fogata ya solo mantenía rescoldos, y vio la luz azulada preternatural saliendo por la boca del enano de piedra... pese al laberintico trazado de la Colina Hueca, los espectros los habían encontrado. Habían tenido la oportunidad de escapar, pero ya era demasiado tarde, el beórnida despertó al resto. Naelorin trató de encender de nuevo el fuego, pero el frío y el viento que ahora soplaba del norte no le dejó. Ramnulf utilizó un conjuro de Beorn, un susurro a las ascuas, un poco de hierbas de su zurrón y el cálido aliento del oso, y el fuego volvía a estar como recién encendido. Algunos de los héroes encendieron teas.

En ese momento, el conjuro del beórnida, unido a los espectros, hizo que la atención del Ojo de Mordor se fijara en las ruinas cercanas a Colina Hueca. El frío del lado norte de la montaña se trasladó justo encima de los héroes, cellisca, viento y aguanieve comenzaron a azotar el campamento. Los espectros se acercaban. La huida era casi imposible en esas condiciones. Los arqueros trataron de alcanzar a los espectros, pero la cellisca lo hacía casi imposible.

El combate se desató a la luz mágica de la fogata. Los héroes lucharon bravamente, y los espectros caían y se volvían a levantar. Pero con el fuego de Ramnulf todo era más fácil. Además, Jarno se convirtió en un guerrero imparable, derribando con su gran hacha a tres de los cinco espectros. Segundos después entre Ramnulf y Durthor dieron descanso al último.

Al día siguiente, ahora sí, creían expedita la mina. Así pues, la exploraron, encontrando la tumba de Malanteth, un guardia y paladín de Arvedui y el complejo de cavernas naturales donde se refugiaba la bestia, con otras salidas naturales a un valle al oeste de su localización.

 

La Vieja Mina de los Enanos estaba limpia, dispuesta a ser repoblada por el Pueblo de Durín...

Y después...

Los héroes viajaron hasta los Salones Enanos, donde fueron recibidos como héroes, no solo habían “liberado” la Colina Hueca, si no que habían acabado con la Bestia que había diezmando a los enanos del norte de las Ered Luin. Tras un banquete, se reunieron con Dís, que les propuso más tratos y misiones en un futuro, y toda ayuda que estuviera en su mano.

Después de una semana de descanso, casi cuando iban a marchar hacía Bree, apareció en los salones Balin y una comitiva de enanos del sur de las Montañas Azules, iban camino de Colina Hueca. Se alegraron mucho de las noticias que los héroes les dieron. Balin les agradeció y felicitó por la ayuda y el éxito. No obstante, sin nada contra ellos, sí que notaron un ligero resquemor (pacífico) entre Dís y Balin...

Los héroes dejaron a los enanos con sus tribulaciones e intrigas y partieron rumbo a Bree, disfrutando del camino de vuelta, con un tiempo mucho más sueve, sin prisa, descansados y con las alforjas llenas de tesoros...

En Bree los héroes investigaron la Corona de Bruno, resultó ser la Corona del Príncipe de Fornost Erain. Naelorin dijo que debería estar en Rivendel a la custodia de Elrond, ya que era parte del tesoro ancestral de los Dúnedain. Bruno dijo que, si alguna vez pasaba por Rivendel y conocía a Elrond, probablemente se la daría… pero que mientras tanto la corona era suya, como héroe de Colina Hueca...

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EPÍLOGO I

Adûnabel y Nimruel por fin llegaron al oeste del Vado de Sarn, a las colinas donde todos los rumores apuntaban que se refugiaban los bandidos de la zona... y si estos no estaban equivocados, entre ellos encontrarían a Sabian...

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EPÍLOGO II

Los héroes pasan la Fase de Comunidad en Bree, la primavera va dando paso poco a poco al verano, los héroes disfrutan de los tesoros encontrados y el estatus con el que ya cuentan en Bree. Lejos en el sur, la guerra está movilizando al pueblo y muchos escapan hacia el norte huyendo del hambre y la guerra. Y lejos, muy lejos, hacia el norte, una vieja sombra se concentra y comienza a expandirse, la colina vuelve a palpitar...

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Y aquí acaba el rolato de esta última Fase de Aventuras y Comunidad. Lo siguiente que tengo en mente, es comenzar la campaña de Ruinas del Reino Perdido...

Y vamos con los personajes, tras esta aventura, en el estado tal cual están ahora y se van a enfrentar a las sombras que van a cubrir Eriador:

Aventureros de Sombras sobre Eriador V.7.

 

Marcados saludos.-