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lunes, 25 de enero de 2016

Crónica Walküre: Little Geisha



Saludos,

Resumen rolatado de la última misión jugada a Walküre, dirigió Mario una aventura propia: Little Geisha. Está narrada desde el punto de vista de nuestro hacker enano: Sigmund Von Isenhart.


... ... ...

Dudo por un momento en apretar el resaltado botón: ENVIAR... He escrito todo el informe de lo acontecido en la noche/amanecer que pasamos en Londres con todo lujo de detalles y grabaciones de mis lentillas-cámara, pero he obviado bastante cantidad de información que me guardo para mí y para mis compañeros más cercanos... Los mensajes de Little Geisha, los de Zorro Rojo y la demoledora certeza de lo qué vi en lo profundo de la cybermalla del banco Helvético antes de tenerme que desconectar por el ataque del Hielo Negro... me he saltado mucha información, deliberadamente o he puesto que en la cybermalla el nombre del transaccionista que pude ver durante decimas de segundo fue “Mr. X”...

Dudo si darle al botón. A fin de cuentas estoy aquí por Kathë Kollwitz y la amistad que la une a mi padre, pero cada vez encontramos más indicios de qué algo huele a podrido en Oberón...

Con una resignada sonrisa presiono mentalmente el botón ENVIAR y desenchufo mi conector neuronal del ordenador, el informe (cortado y maquillado) es enviado a Joubert, con los tres agujeros: mensajes de Little Geisha y Zorro Rojo y ese pantallazo que se ha quedado grabado en mi mente dentro de la cybermalla del Helvetique Bancaire Royale.

...

Más tarde en el ático que comparto con mi hermano, entre cerveza y cerveza le comienzo a contar la última misión:

De madrugada, casi recién dormido me despertó el siguiente mensaje en mi persolink: {Una piedra ha roto el cristal de mi ventana. Al­gunos cristales han hecho caer gotas de sangre. Mi corazón aún late mas no sé por cuánto tiempo. L177L3 G315HA}.”
Será un virus, pensé, formatearé el personlink por la maña... ¡Mmm! Sonó el teléfono, tenía que acudir inmediatamente a las oficinas. ¿Casualidad? No lo creo.

Cogí un taxi y me extrañe al ver la torre de Oberón completamente apagada, no estaba acostumbrado... En el vestíbulo me encontré con Ian, Turner y el ruso nuevo, Dragunov. Las caras de sorpresa mutaban a intervalos a caras de sueño, incluso resignación.

En la sala de reuniones principal nos recibió Joubert y un tipo, japonés, vestido de kimono y katána a la cadera... se presento y tal, pero no recuerdo su nombre, y paso de buscarlo por motivos que más adelante entenderéis, baste decir que al parecer era un nuevo agente que nos iba a acompañar... Aún así no me pasó desapercibido que tras recibir un mensaje firmado por, lo que parecía, Little Geisha un japo clasicote clasicote se uniera al grupo (por no hablar de su pésimo acento según comento Turner, que habla japonés), en todo caso en ese respecto todo fue una pérdida de tiempo y procesos neuronales ¡Jodido loco!

Una vez sentados Joubert empezó a explicar apoyado por imágenes de un holoproyector. Al parecer tres agentes Oberón encubiertos en Londres (cuyos nombres son Viking-3, Vulcano y Little Geisha -¿Casualidad? ¡No lo creo!-) habían dejado de responder a las llamadas y sus medidores biológicos remotos respondían en plano. La última transmisión la había realizado Vulcano y los archivos estaban corruptos, sin posibilidad de recuperación. Nosotros deberíamos acudir inmediatamente a Londres y recabar información sobre los responsables y sobre el material en manos de nuestros agentes. Ya había un pequeño grupo de inteligencia en Londres al mando de la Field-Captain Shelly Knightsbridge que debería darnos soporte.

Partimos de inmediato con ficheros de los tres agentes en los que apenas ponía nombre, nombre en clave y fotografía (y de Little Geisha ni eso) y una unidad óptica cifrada en la que teníamos las coordenadas de los tres pisos. También cogimos algo de equipo, pero rápido, había prisa que te cagas...


En apenas una hora estábamos descendiendo en nuestro jet privado en el aeródromo Hastings al norte de Londres. En el aeródromo, vacio a esas horas, había dos berlinas en las que nos dividimos. Tras meter las coordenadas en el navegador de una de ellas pusimos rumbo al primer piso franco a 57 minutos según navegador, el del tal Viking-3.

Era un barrio tranquilo de clase obrera. Número 252 de Cross Arbor Walkway. Un edificio de viejos ladrillos rojos oscurecidos por la humedad constante. Había una luz en el tercer piso encendida. Una leve sombra interrumpió por un instante la claridad que se proyecta por la ventana.

Yo me quedé en el coche intentando acceder a la emisora de emergencias de Londres desde mi portátil, mientras Turner vigilaba desde un portal de enfrente. Ian subió por la escalera de incendios, mientras el japo y el ruso subieron por las escaleras. Al parecer dentro del piso había voces, como una discusión en un idioma que no entendían (a Ian le sonaba). Así que, puerta rota y a dentro, con todo, estilo ruso-irlandés. Bien, pues las voces eran un jodido programa de debate de la tv sueca...

Los chicos vieron el cadáver de Viking-3, al parecer con un tremendo agujero en la cabeza... estando todo seguro, subí para recabar pistas, mientras Turner seguía abajo vigilando.

Peinamos la casa deprisa, pues de pronto comenzaron a sonar sirenas a lo lejos, yo en concreto, apenas vi un vestido y señales de que había habido una mujer en el piso... el japo si que lleno una mochila de cosas chulas al parecer, pero teníamos que salir pitando... más cuando Dragunov vio una bomba en la papelera de la cocina americana... el loco se quedo a intentar desconectarla. El japo corrió, yo corrí, el irlandés saltó y el ruso también ¡por los aires! Por suerte, al parecer se puso a cubierto justo un par de segundos antes de que estallara. De todas maneras el hijo de puta se cura rápido, otra persona hubiera tenido cicatrices de quemaduras de primer grado hasta poder haber ahorrado para cirugía.

Turner, el japo y yo salimos volando en una de las berlinas. Ian esperó a Dragunov y nos siguieron minutos después.

Tardamos 25 minutos en llegar al piso franco de Vulcano. Una alta torre de apartamentos de estudiantes de más de 30 plantas, situado justo detrás de la London Metropolitan University y a apenas unas manzanas del la City Londinense.


Dos guardias de la seguridad privada vigilaban el edificio. Y aquí es donde la misión se torció. Ian trató de hacerse pasar por un estudiante que llegaba de farra borracho, yo traté de echarle un cable, en cualquier caso... Dragunov de repente disparo a uno, le mató y luego al otro... Turner y Ian subieron corriendo a examinar el apartamento, mientras el japo, Dragunov y yo nos quedábamos en la recepción mientras yo trataba de borrar las cámaras de seguridad (a día de hoy, aún no estoy seguro, pero creo que freí todos los circuitos de grabación y los archivos grabados con un pulso de cortocircuito). Los chicos que subieron no fueron muy lejos ya que, al parecer el piso de Vulcano también explotó, vieron poco más que al agente también con un extraño agujero en la cabeza. La policía acudía a todo meter, así que los tres de recepción escapamos por el garaje robando un coche... Ian y Turner se las apañaron para salir de distintas formas, el caso es que quedamos en un garito irlandés que conocía Ian.

Yo me tomé media pinta mientras jugueteaba con la fauna local, cuando me llegó otro mensaje de Little Geisha, como apremiándome, así que hicimos caso a Turner que no hacía más que insistir en ir al apartamento de Little Geisha. Todos menos el irlandés que se quedo saludando íntimamente a la muchacha que poco antes había insistido en hacerse un selfie conmigo.

El piso de Little Geisha estaba en pleno centro de Londres, edificio The Shard. Número 1 de Tower Bridge Road. Un edificio ultramoderno con paredes de cristal y forma en punta de lanza... no pudimos aparcar el coche robado, así que lo dejamos en doble fila y desde la cera asistimos al espectáculo... casi 300 metros por encima de nuestra cabeza el apartamento de Little Geisha volaba por los aires ¡Tarde otra vez!

Turner cogió el teléfono, parece ser que la Field-Captain Shelly Knightsbridge contactaba con nosotros... ¡Por fin! La tía, al parecer era más seca que el coño de Kollwitz, pero bueno, así se llevaría bien con Turner. El caso es que algo cabreada nos dio una dirección para recogernos y llevarnos a un piso franco.

Cerca de Hide Park las primeras luces del alba iluminaron las siluetas de grandes edificios de cristal y acero del skyline londinense en el horizonte, por encima de los cen­tenarios robles. Los autobus­es eléctricos de dos plantas con su característica forma comenzaron a circular entre una maraña de vehículos particulares, generalmente, en modo de conducción automática mientras su único, en la mayoría de los casos, ocupante se dedicaba a de­sayunar, leer las últimas noticias en la pantalla táctil conectada a Internet o simplemente a dor­mitar unos cuantos minutos más. Mi persolink recibió de nuevo un mensaje cifrado y certificado por el mismo remi­tente que hacía apenas unas horas. Little Geisha continuaba viva parecía: {La mano amiga esconde el filo que cortará tu voz. Desconfía de bellas palabras y sonrisas. Ca­mina solo hacia la luz. Despacio mi corazón late. L177L3 G315HA}... Cojonudo, otro haiku o como coño se llame... el caso es que se lo leí a todos, nos tomaríamos las ayudas con cierta cautela...

Ahí esperábamos intranquilos... Turner y Dragunov mirando para todos los lados paranoicos, yo ensimismado en mi ordenador buscando alguna pista que se nos pasará por alto, así que no sé bien porque Ian, que acaba de llegar se lió verbalmente con el japo... segundos después desenfundo y disparo dos veces al oriental, este por suerte tropezó y se quito de la estela de la bala, pero se gano un corte en la sien de uno de los disparos... Separamos a ambos, con el miedo reflejado en el pálido rostro del japo. Turner volvió a decir: -“Este no es japonés...”-

Unos momentos después dos furgonetas pararon enfrente de nosotros y agentes nos conminaron a subir. Yo subí con Ian a uno, y el resto a la otra. Ian les pidió algún tipo de identificación y se enzarzo, otra vez, con uno de ellos. Yo abrí el portátil y trate de tomar una foto de algunos de los agentes, me dijeron que lo dejara, pero seguí haciéndolo con mis conectores interface... mandé un mail a Joubert para que me corroborará que eran agentes de Oberón... Y pasaron unos minutos en los que nos habíamos dirigido a las afueras de Londres. Al parecer nos llevaban con la Field-Captain... o eso decían los mendas...

Sonó un tiro, en la otra furgoneta, al parecer, se habían liado a tiros, Ian desenfundo, yo le apoyé tirándome al suelo y rodando hacía un lateral. En cosa de medio minuto se había ventilado a los seis agentes de nuestra furgoneta. Afuera el resto del grupo no parecía tenerlo tan fácil. Habían matado a un par de agentes pero sí Ian (y yo cubriéndole las espaldas) no hubiéramos salido, se los habrían cargado. De hecho todos acabaron heridos, Dragunov y el japo de mucha mucha gravedad.

Turner cogió el teléfono y llamo a un matasanos de pacotillas que le debía un favor, iba a volar a nuestra localización a tratar a los heridos. Mientras yo registré al japo y le encontré un Nanomédico de combate, guay se lo enchufé en el brazo. Le quitamos una especie de máscara con pote untado... Ian arrojo sus kátana al Támesis y de repente todo encajo... el japo era Brian disfrazado ¡Yo flipo! La broma o la locura casi le cuesta la vida... y me partí el culo imaginando la cara de Joubert cuando le llamará de madrugada y apareciera disfrazado... en fin.


Mientras venía el médico Ian interrogó a uno de los pocos supervivientes (el resto junto a una de las furgos al fondo del Támesis). Era obvio que no eran de Oberón así que la Field-Captain apestaba desde aquí... el tío era duro y con entrenamiento militar, además parecía que su voluntad estaba híper sugestionada por algún tipo de droga... pero terminó cantando: En realidad eran mercenarios contratados por, al menos, tres representantes diferentes, para secuestrar a tres una agente Oberón y extraer los implante cerebrales de tres más (¡Joder, de ahí los agujeros en la cabeza!). También nos contó que habían recibido la mitad del dinero por adelantado desde el Helvetique Bancaire Royale y destino Islas Caiman, pero todo muy encubierto... Así que me puse a ello, mientras creo, le daban matarile y para el río...

Conseguí infiltrarme en la malla del HBR y obtener la clave alfanumérica de la transacción... Joder, lo rastree y obtuve un nombre Ichiyo Higuchi, miembro del Consejo Administrativo de Oberón, ¡Flipa! Me desconecte rápido de cojones pues tenía un Hielo Negro justo encima de mí, creo que también borré bastante bien mis pisadas en la Malla...

Mientras el matasanos había estabilizado al ruso y al escocés. Se fue con viento fresco, obviamente éramos una patata caliente. Así que nos montamos en la furgoneta para mantenernos en movimiento... Debíamos pasar por los coches que estaban aparcados frente a la torre de apartamentos de Vulcano a recuperar las pistas, pero claro, ahora la zona estaba acordonada.

En el trayecto yo recibí un mensaje en el ordenador... por lo que ponía era Zorro Rojo, ese jodido loco francés que ha “exportado” su mente y personalidad a la Malla. Al parecer me daba unas cripticas pistas para ayudar a Little Geisha (para mí que están enamorados)... Pero le pregunté a las claras donde estaba y no lo sabía.

Mientras Turner recibió una llamada de la Field-Captain, y claro, todo encajó, la Field-Captain no era la Field-Captain sino la mercenaria jefe detrás de los atentados. Una tal Mamba Roja... Al parecer tenía a Shelley Knightsbridge la verdadera Field-Captain. Quería intercambiárnosla por Little Geisha y todas las pruebas encontradas en los pisos francos.

La cita era a las siete de la mañana en el último puente del Támesis, situado antes de abandonar el núcleo central de la ciudad. Acudimos, yo me quedé en la furgoneta, con el cuerpo inconsciente de Brian aún disfrazado de japo. Turner, Ian y Dragunov (que se había regenerado en minutos) acudieron al puente... los mercenarios exigieron ver a Little Geisha, así que Turner volvió a la furgoneta para coger al inconsciente escocés, quizá diera el pego y nos hiciera ganar tiempo... Pero en el último momento, en un arranque de conciencia, le dejo tumbado tras un coche. En cualquier caso los mercenarios estaban impacientes, se escucho un disparo, al parecer tardábamos demasiado y se cargaron a la Field-Captain. Así que se armo el Belén. Ian cruzó el puente de un salto disparando muerte y mutilación, el rusky se tiró al suelo y comenzó a disparar ráfagas con su subfusil, mientras Turner se cubría. Tras un periodo corto el tiroteo había finalizado, Dragunov estaba magullado pero empezaba a curarse solo. Yo mientras triangule la llamada y seguimos en la furgoneta la señal del móvil de Mamba Roja... en un callejón a escasas manzanas hayamos el cuerpo de Shelley Knightsbridge y el móvil de Mamba...

Informamos a Joubert que nos instó a coger el avión y volver a Zúrich, pero antes pasamos por las berlinas a recoger las pruebas. Entre estas, me quedé con tres chips, memorias húmedas... estoy deseando usarlas.

Mientras regresábamos aquí, Joubert nos contó que el mismísimo Dudly Clarke se pondría al frente del Departamento de Operaciones y resolvería el tema de los agentes falsos en Londres.

En el vuelo volví a recibir un mensaje de Little Geisha: Estoy asustada. No puedo dejar de correr. Mi ami­go Vulps me ayudará a volver al hogar de mis an­cestros para entender mi origen. Gracias. L177L3 G315HA.
¿Japón?

Bueno, hermanito, te dejo de dar la chapa, eso es básicamente todo lo qué pasó...


Marcados saludos.-

martes, 12 de enero de 2016

Vientos de Desesperación II



Buenas,


Después de casi dos años y medio con la campaña de Vermigor parada, el otro día la continuamos, así pues le dimos otro empujón (menos de lo que me gustaría, pero bueno), así pues este resumen corresponde en parte al final de la sesión jugada hace mucho y a la jugada el otro día, continuamos con la crónica de la segunda parte de esta aventura (la primera aquí):


La segunda noche que pasaron en la ciudad comenzó tratando de dormir en la posada, más los acontecimientos no resultaron tan fáciles. Alguien se debió colar en la habitación de Kinino y Robbert en “El Yunque Herrumbroso” y dejó una nota en la almohada de Robbert. La nota decía lo siguiente: “Queridos viajeros, las circunstancias os han puesto en mi camino. Dada la situación, no conozco a nadie más sabio y experimentado que vuesas mercedes. Un terrible mal asedia Port-Cheren, gente muere, otros morirán, la ciudad necesita vuestra ayuda, serán recompensados con holgura si ayudan al pueblo en su hora de más necesidad. Si están interesados acudan al Callejón del Lebrel cuando la luna esté en lo más alto.”

Quedaba apenas una hora para que la luna estuviera en lo más alto, así que avisando al resto del grupo, todos se pertrecharon para la reunión o la emboscada, o dónde quiera que fueran... el posadero y el conocimiento de la ciudad de Elisabeth hizo que llegaran sin problemas al Callejón del Lebrel, que recibía ese nombre ya que en la esquina del mismo, había situada una carnicera, en la cual, las malas lenguas, decían se vendía carne de perro.


El callejón estaba oscuro, apenas se veía, el grupo se dividió, cuidadoso y temeroso de una emboscada. Elisabeth trataba infructuosamente de detectar el mal, e Irahel lanzó el conjuro que le permitía discernir energías mágicas, también sin efecto. Mientras Kinino, Robbert y Paul trataron de esconderse cerca del callejón con un amplio ángulo de vista. Más del fondo del callejón llegó una vez bajo, ligera, con cierto soniquete de viento y una extraña melodía rítmica. Le siguió una figura oscura, alta y desgarbada, con una capa negra, un sombrero de ala ancha negro, y bajo este, una máscara negra, con ribetes dorados y una gran nariz ganchuda de casi media vara de longitud. Susurró, pero las palabras les llegaron claras: -“Muchas gracias por acudir a la cita”- dijo la figura sin dar importancia a la lluvia que comenzaba a arreciar, -“Como sabrán, un terrible mal ataca a la ciudad, el frío y las tormentas han traído una ola de asesinatos terroríficos. La guardia no sabe por dónde empezar y el pueblo está aterrorizado. Conozco de su experiencia en asuntos parecidos, así que me he tomado la libertad de hablar por la ciudad y tratar de contratarlos. Se les recompensará holgadamente si atrapan o matan al culpable de tan atroces asesinatos.”- La conversación giró repentinamente, de repente el tipo parecía enojado, casi colérico, y su voz se convirtió, ahora en fuerte y dura: -“¡No me gusta que nadie actúe de esta manera en “mi tierra”, busquen al culpable y mátenlo!… o entréguenmelo. Nadie puede cometer asesinatos así en Port-Cheren”.- Los héroes comenzaron a “negociar” con la figura embozada, le comentaron que, de hecho, ya estaban investigando el asunto. La figura les dijo que nadie podía enterarse de que estaban investigando para alguien, pero que, no obstante, recibirían toda la ayuda posible desde las sombras. Les prometió mil doblones de oro por cabeza, así como una pequeña vivienda en el barrio de los puertos, una casa de dos pisos valorada en más de 6.000 doblones. También les dijo que contarían con la eterna gratitud de la ciudad, como dando mucha importancia a esto. Tras llegar a un fácil acuerdo, el extraño les contó cosas sobre el caso, algunas ya las sabían los héroes, otras no:
“Todos los asesinatos suceden en noches tormentosas y ventosas, además los crímenes aparecen en la parte de la ciudad más afectada por la tormenta.
Aparte de los crímenes, la gente cercana a estos parece volverse completamente loca.
Algunos de los asesinados aparecieron asfixiados, pero sin rastro de estrangulamiento. Otros tantos con fuertes moretones y golpes. Y unos pocos, los menos, con tajos y cortes.
El último asesinato fue cometido en la Calle del Teatro. Slava y Jinet, su hijo de 3 años fueron las víctimas. El marido encontró la casa en silencio al regresar del teatro (es tramoyista), el niño estaba ahorcado en una viga, y bajo él, la madre, lloraba sangre. Después Slava se auto-apuñaló en presencia de más testigos, una sonrisa demoniaca estaba fija su rostro cuando murió. El marido se volvió loco por la pena y el dolor (o quizá por otra cosa), se llama Josua Lorent y está internado en el Sanatorio Mental Du'blent.”


Los héroes decidieron visitar a Josua en el sanatorio, pero eso quedaría para mañana, ya que no se podían recibir visitas de noche. Así pues, ya por fin, los héroes volvieron a “El Yunque Herrumbroso” y obtuvieron el merecido descanso...

A la mañana siguiente, al poco de amanecer un día gris y plomizo, con dispersas lluvias ligeras, acudieron a visitar el sanatorio.
El Sanatorio Mental Du'blent era un psiquiátrico en una zona pobre de la ciudad. Tenía tres pisos, de arquitectura gótica, estando todo el tejado adornado con gárgolas. Unos pequeños jardines lo separaban del resto de la ciudad por una verja de tres metros. Las ventanas estaban enrejadas.
En recepción, los investigadores, preguntaron por el superviviente Josua, gracias a la labia de Paul lograron entrar sin mayor problema, les hicieron esperar en una sala común de recreo, donde tanto enfermos como celadores y visitantes convivían en las visitas. Locos se les quedaron mirando murmurando incongruencias. En una esquina dos celadores ataban a un enfermo que no dejaba de gritar y patalear, mientras los héroes paseaban por la sala esperando que llegara el celador que había de llevarles ante Josua.

En un lateral de la sala, entre otras muchas, había una puerta abierta, en una oscura habitación, sólo alumbrada por finos hilos de luz que entraban entre las cortinas, sentada en una mecedora, estaba la joven más bella que jamás habían visto, su pelo era largo y nacarado, su piel morena y unos ojos grises brillantes, ella levantó la mirada del suelo y los miró a los ojos –“¡Hola! ¿Venís a ayudarme?”- murmuró. Los aventureros entraron intrigados, aunque Kinino mostraba reticencias, Irahel fue el primero en entrar en la habitación-celda.


En una esquina de la misma una anciana estaba apoyada en la pared cercana, muy, muy vieja, babeando y con una camisa de fuerza. Conforme sus pasos, de pronto casi de forma mágica, resonaban en el duro suelo, el ambiente se hacía frío, jirones de aliento salen de sus bocas, la claridad del día, tras las cortinas se vio transformada de pronto en noche cerrada. Los muros estaban recién pintados y no ajados por el tiempo. Un último vistazo por encima de sus hombros les mostró a la anciana de la camisa de fuerza, la misma cara, el mismo pelo, pero ahora era una joven, una muchacha de no más de 22 años. La joven de enfrente, en la mecedora repitó –“Hola, ¿Venís a ayudarme?”- escucharon su voz, más con el pensamiento que con los oídos. Con un gesto retiró el fular de su garganta y vieron claramente una cicatriz rosada que la cruzaba. De repente un rayo de luna cruzó la habitación y quedó ante sus ojos una mecedora, meciéndose con un chirrido leve y sentada encima, una muchacha a la que le atravesaba claramente los rayos de luz lunar, dejando clara su incorporeidad. Kinino murmuró un “lo sabía, os lo dije”, el resto aunque asustados, se sobrepusieron al encuentro con el espíritu. De hecho, Robbert le pregunto –“¿Cómo podemos ayudarte?”-, la preciosa fantasma murmuró: -“Castigad al que me hizo esto... No recuerdo ni cuantos años llevo aquí. Me llamo Lissa, era joven y bella... estoy aquí por mi novio”- susurro nerviosa como acobardada... de repente el espíritu abrió mucho los ojos e hizo participes a los héroes de una visión del pasado: “Lissa era abofeteada por un joven vestido con túnica larga blanca –“¡Puta! No vuelvas a hacerlo”- Se hacía la noche, el joven hiere en el cuello y corta la lengua a Lissa y la ingresa en este psiquiátrico/ tras un par de meses Lissa se arroja por una ventana desesperada”... Los héroes salieron del shock acobardados y algo asustados, pero algo les ancló de nuevo al mundo terrenal, desde la puerta un celador entrado en la cincuentena gritaba: -“¿Qué si son ustedes los qué he de llevar a la celda de Josua?”- Todos los héroes compartían una sensación de apelmazamiento y pesar en el alma. Asintieron y fueron saliendo de uno en uno de la celda, en la que la anciana volvía a ser una anciana demente...
 



El celador, comentó: -“¡Ah! Si, es por aquí, acompáñenme. El bueno de Josua... está completamente chalado, solo hace que murmurar cosas sin sentido y se asusta de su propia sombra”-. Pasaron por pasillos fuertemente vigilados hasta llegar a otra sala llena también de locos, esta más fuertemente vigilada. El celador, Jean Marie se presentó, sacó un manojo de llaves y abrió una puerta. –“Es aquí, volveré en un rato”-, se despidió. En ese momento el apelmazamiento en el alma y la sensación ominosa era enorme, volvieron a sentir una punzada en el alma y entraron en la celda.

Dentro encontraron una sala levemente acolchada, y dentro un hombre aún no llegado a la treintena, con una camisa de fuerza, demacrado, pálido y con ojeras. Apenas murmuraba cosas sin sentido tirado en el suelo. Le ayudaron a incorporarse y sentarse en el suelo, Robbert y Paul se sentaron enfrente y comenzaron a preguntarle sobre el ataque y lo que había sucedido aquella noche, pero Josua era incapaz de hablar normalmente, sólo murmuraba cosas inconexas y sin sentido y gritaba, chillaba más bien de dolor... Sus ojos estaban perdidos y sus manos temblaban sin parar. Después de un tiempo escuchándole, los héroes le escucharon susurrar: -“Gale, Galeeeee, Galerniuuus, Galerniuuuus, uuuuuuuussssssssss... ¡No, no no no!, no dejes entrar el viento axese (o parecido) ¡¡¡¡¡Aaaaaahjjjjj Slava... ella, ella ahorco a Jinet...”- terminó llorando. Los héroes salieron de la sala azorados “¿Galernius?” menos es nada, dijeron. Mientras Jean Marie cerraba la celda le preguntaron si podían ver los registros del psiquiátrico, pues podía ayudarles en el caso de Josua. El celador no les puso impedimentos y dijo que él mismo les llevaría. Una vez en el registro, Jean Marie les dejó solos unos momentos. Los héroes se dividieron, unos buscaron todo lo que había sobre Josua, y al parecer era poco, no tenía más familia que su mujer e hijo, ahora muertos, y no aportaban muchos más datos. Mientras el resto de héroes busco un ingreso de una tal Lissa, y tras tensos minutos lo encontraron... había un expediente en ajado pergamino. Lissa Demartens, entró en el psiquiátrico como hacía treinta años, y al poco murió... se suicidó arrojándose por una ventana aún no enrejada... Poco más ponía, la firma eran dos enormes letras JM...
 


Finalmente Jean Marie les acompaño afuera, camino todo los jardines con ellos, dándoles palique sobre lo mal que estaba el tiempo y los peligrosa que se estaba volviendo la ciudad, finalmente llegaron a la puerta enrejada y Jean Marie se despidió... en ese momento todos volvieron a sentir la ansiedad en sus almas y mentes, la punzada en el velo de la comprensión... finalmente fue Robbert y Elisabeth los que cayeron en la cuenta, Jean Marie... era el mismo joven de la visión, el que pegaba y gritaba a Lissa... todos se sintieron azorados y decidieron volver a la posada y hablar... tenían una misión muy importante entre manos, pero tampoco podían dejar el crimen de Jean Marie, realizado hace casi treinta años, impune. Mientras comían en “El Yunque Herrumbroso” palomas en salsa de vino discutían acaloradamente que hacer...





Continuará...

Marcados saludos.-